miércoles, 22 de enero de 2020

284. “COMO VE DIOS EL PECADO” (ALZA TUS OJOS) EGW.


Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado. 
Núm. 20:12.

Algunos considerarían... que el pecado [de Moisés] debería pasarse por alto sin mucha atención; pero Dios no piensa como el hombre. Cuando las colinas de Canaán estuvieron a la vista, los israelitas murmuraron porque el arroyo que había corrido dondequiera ellos acampaban, cesó de hacerlo.  

Las quejas del pueblo fueron dirigidas contra Moisés y Aarón, a quienes acusaron de traerlos al desierto para que muriesen. Los guías fueron a la puerta del tabernáculo y se postraron sobre sus rostros. Nuevamente "la gloria de Jehová apareció", y se le mandó a Moisés: "Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña" (Núm. 20:6,8).


Los dos hermanos, ya ancianos, se dirigieron a la multitud, Moisés con la vara de Dios en su mano. Mucho tiempo habían soportado pacientemente la rebelión y la obstinación de Israel; pero ahora, finalmente, aún la paciencia de Moisés cedió. "¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?" (vers. 10, el énfasis es nuestro). Y en vez de hablarle a la roca la golpeó dos veces con la vara.

El agua manó abundantemente para satisfacer a la muchedumbre. Pero se había cometido un gran error. Sus palabras habían sido el resultado de sentimientos de exasperación. . . "¿Extraeremos nosotros agua?", interrogó, como si el Señor no cumpliría lo que prometió. Jehová declaró a los dos hermanos: "No creísteis en mí para santificarme delante de los hijos de Israel" (vers. 12).

Más que esto, Moisés y Aarón se habían arrogado el poder que pertenece sólo a Dios. La necesidad de intervención divina hizo que la ocasión fuera de gran solemnidad y los líderes de Israel deberían haberla aumentado para grabar en el pueblo la reverencia hacia Dios y fortalecer su fe en su poder y bondad.  

Cuando clamaron airadamente, "¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?", se colocaron en el lugar de Dios, como si el poder estuviera en ellos. Con estas palabras deshonraron mucho a Cristo, su Dirigente invisible.   

Dios, no el hombre, debió haber sido glorificado. 

 El Señor reprendió a estos guías y declaró que no debían entrar en la tierra prometida. Ante la hueste hebrea el Altísimo demostró que el pecado del dirigente fue mayor que el de quienes eran guiados. (Manuscrito 169, del 12 de octubre de 1903, "Palabras de amonestación contra los peligros actuales"). 

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