La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Juan 17:22.
Nuestra gran necesidad es la unidad. No hay una sola alma que podamos pasar por alto.
El Señor nos llama a unificarnos en armonía con la verdad bíblica. Esto debiera repetirse vez tras vez en la familia y en la iglesia. . . Dijo Cristo: "Como el Padre me mandó, así hago" (Juan 14:31).
Vino a nuestro mundo comisionado por el Padre.
Vino a tender un puente sobre el abismo que el pecado había producido entre Dios y el hombre. Había que hacer provisión para la reconciliación, para la unión de la naturaleza humana con la divina. Cristo habría de santificar a todos los que creyeran en El. En el don de Cristo al mundo, Dios proveyó el poder que cada uno necesita para vencer el mal. Nos dio "preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia" (2 Ped. 1:4).
Como está claramente revelado en la Palabra, la gran apostasía comenzó originalmente con la negación del amor de Dios. Entonces se hizo provisión para que los hombres caídos pudieran tener una poderosa revelación del amor de Dios, y la oportunidad de volver a su alianza con Jehová.
"Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).
"Pongo mi vida por las ovejas" (Juan 10:15),
dice Cristo. "El pan que yo daré es mi carne,
la cual yo daré por la vida del mundo" (Juan 6:51).
Aquí está la revelación del poder eficaz,
capaz de salvar "hasta lo sumo".
Dios es luz y amor.
Después de la guerra que hubo en las cortes celestiales, Satanás y sus seguidores fueron expulsados. Como seres humanos, estamos sujetos a las tretas y tentaciones habilidosas de este cruel enemigo caído. Y a menos que seamos protegidos por el poder de Cristo, ciertamente seremos extraviados por los sofismas satánicos que inundan el mundo. Nuestra seguridad está en apoyarnos no en el poder humano, en el brazo de carne, sino en el brazo divino. Los que son partícipes de la naturaleza divina no serán engañados por Satanás.
Cada uno será probado. Hombres que profesan ser cristianos serán colocados en posiciones de confianza, como guardianes del rebaño de Dios. . . Somos propiedad de Dios. En Jesucristo hemos de contemplar un modelo de lo que debiéramos ser. Cada alma debiera disciplinarse en la contemplación, no de sus prójimos, sino de Cristo. El es el Autor y Consumador de nuestra fe.
(Carta 172, del 15 de mayo de 1907, dirigida a P. T. Magan, co-fundador de las instituciones de Madison, Tennessee, Estados Unidos). 148 (Alza tus Ojos de E. G. de White)
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