Tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre.
Heb. 8:1, 2.
El ojo natural no puede nunca contemplar la gracia y la belleza de Cristo. La iluminación interior, obra del Espíritu Santo, que revela al alma su real impotencia, su condición desesperada, desprovista de la misericordia y el perdón del que cargó con el pecado -de la total suficiencia de Cristo-, es lo único que puede capacitar al hombre para discernir la infinita misericordia, el inconmensurable amor,
la benevolencia y la gloria de Jesús.
Jamás vino alguien al mundo con un mensaje de gracia, de infinita compasión y de amor inefable como el de nuestro Salvador; y nunca recibió alguien un tratamiento tal de manos del hombre caído. "No sois vuestros; habéis sido comprados por precio". (Véase 1 Cor. 6: 19, 20.) Somos de Cristo por creación, somos suyos por redención. El es el único ser sin pecado que soportó por nosotros el sufrimiento, la vergonzosa humillación y el rechazo. Sufrió por nuestros pecados. Llevó nuestras cargas de vergonzosa culpabilidad. Aunque sin pecado, sufrió como transgresor, a fin de que el culpable pudiera ser absuelto de culpa. . .
Por lo tanto, ¿cómo deberían conducirse delante del universo celestial aquellos que han llegado a ser nuevas criaturas en Cristo, salvados por sus méritos? ¿Se quejarán? ¿Se acusarán el uno al otro? ¿No sería mucho más apropiado manifestar un espíritu manso y sumiso? "Aprended de mí -dijo el gran Maestro-, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mat. 11: 29, 30). ¿Revelaremos este espíritu en nuestros caracteres? ¿Llevaremos su yugo, sostendremos sus cargas?. . .
Si todos pudieran ver a Cristo delante del trono, esperando sus oraciones, anhelando que le entreguen su voluntad, que cesen en la rebelión y que retornen a su alianza con Dios, orarían al Padre con profundo arrepentimiento, pidiéndole perdón por la transgresión de su ley y por la influencia que ejercieron al hacer que otros la despreciaran. Las confederaciones del ejército del enemigo triunfan por dilación de ellos. ¿Continuarán aún por más tiempo bajo la condenación de la ley, o permanecerán en el bando de Cristo para ayudar con su influencia y experiencia personal a la raza traicionada y rebelde? ¿Llegarán a ser colaboradores con Cristo, quien intercede personalmente en su favor ante el Padre? Los ángeles están manteniendo bajo control a los instrumentos destructores porque tienen un intenso interés en estos hijos rebeldes, y quieren ayudarles a volver al redil con seguridad y paz, para que finalmente puedan ser vencedores y salvos, eternamente salvos con la familia de Dios en el cielo. (Manuscrito 29, del 21 de mayo de 1900, "Mayordomía fiel").
(Alza tus Ojos de E. G. de White)
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