Las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago,
dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. Juan 5:36.
Las señales de los tiempos que vemos cumplirse a nuestro alrededor demuestran que el fin de todas las cosas está cerca. Debiéramos considerar los hechos con mucha seriedad. Mediante esfuerzos perseverantes deberíamos reanimar nuestras energías aletargadas. Obreros consagrados debieran salir al campo de labor y avanzar inteligentemente, preparando el camino del Rey y obteniendo victorias en lugares nuevos. Trabajen los obreros del Señor con fe y confianza. Algunos de aquellos por quienes trabajen escucharán el mensaje y aceptarán la verdad. Hagan lo que Dios les ha ordenado. Su éxito será proporcional a su fe.
La Escritura declara: "Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor" (Sant. 1:5-7).
Cuán extraño resulta que aquellos que por tantos años han tenido la luz de la verdad no hayan llevado esa antorcha a los lugares oscuros de la tierra. El mundo entero está agitado. El Señor llama a su pueblo para que despierte del sueño. Mis hermanos y hermanas, dejen de criticar a otros; en lugar de ello, critiquen severamente sus propias palabras y motivos. No tenemos tiempo para malgastar usando los métodos del enemigo.
Debemos aferrarnos de la fe con que creímos al principio y mantenernos firmes hasta el fin. La envidia, la malicia, el odio, la incredulidad, que han estado creciendo en el jardín del alma por tanto tiempo hasta transformarse en plantas vigorosas, deben ser desarraigadas y arrojadas fuera, y su lugar debe ser ocupado por el amor, la paciencia, la bondad, la benevolencia, la ternura de corazón, la mansedumbre. . .
Mientras los hombres del mundo idolatran el dinero y colocan en él su confianza, el Señor en su providencia ha extraído de sus riquezas un tesoro precioso que ha colocado al alcance de todos.
Da a su pueblo la oportunidad de llevar a sus amigos, vecinos y extraños un libro
[Palabras de Vida del Gran Maestro] que contiene las preciosas lecciones de Cristo. . .
Cristo ha colocado sobre la iglesia un cometido sagrado, cuyo cumplimiento demanda abnegación a cada paso. Cuando se vea que los que creen en él cargan la cruz como El lo hizo y lo siguen en el sendero de la abnegación, haciendo voluntariamente todo lo que está a su alcance para ser una bendición a aquellos por quienes Cristo murió, su testimonio hablará acerca del poder del cristianismo, y en los corazones de muchos que ahora son incrédulos nacerá la fe en Aquel que dio su vida para salvar de la ruina eterna a un mundo culpable.
(Carta 43, del 6 de marzo de 1903, dirigida a Lucinda Hall, una de las amigas más íntimas de Elena G. de White). 78
(Alza tus Ojos de E. G. de White)
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