domingo, 10 de julio de 2011

91. “CARACTERES PARA EL CIELO”


¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿O quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores. Mal. 3: 2.

Quienes profesan ser hijos e hijas de Dios, debieran representarlo en carácter. . . Se nos da ahora la oportunidad de formar caracteres que nos harán idóneos para entrar en el reino de los cielos. Los que guardan los mandamientos de Dios tendrán derecho al árbol de la vida, y entrarán por las puertas en la ciudad. Fue por amor que Dios nos dio la ley para que pudiéramos identificar y abandonar los rasgos de carácter que no pueden ser tolerados en el cielo. No entrará allí ningún acusado de robo, de adulterio, de maledicencia o falsedad, porque esto conduciría a otra guerra en el cielo. La Ley de Dios fue dada para apartar a los hombres de estas prácticas, a fin de que sus caracteres pudieran ser modelados de acuerdo con el carácter de Dios.

Seguir tras las siempre cambiantes modas de este mundo es hoy día la mayor preocupación de muchos. ¿No debiéramos nosotros poner la misma diligencia en amoldar nuestros caracteres de acuerdo con el modelo que se nos da en la Palabra de Dios? No piensen que pueden conformarse ahora al mundo, depositando aquí abajo los tesoros, y luego, simplemente por haber hecho profesión de fe estar entre aquellos que entrarán en la ciudad de Dios. No podemos estar en armonía con las leyes que gobiernan el reino de los cielos a menos que primeramente nos conformemos a ellas aquí abajo. Es hora de que todos entreguemos nuestros corazones sin reservas a Dios y le sirvamos inteligentemente, como hijos obedientes. Su Espíritu Santo puede moldearnos y formarnos a la semejanza divina.

Los miembros de la familia celestial son herederos de Dios y coherederos con Cristo; herederos de los tesoros del cielo. No seguirán tras la ambición y la locura de este mundo, acumulando tesoros aquí abajo a costa de la pérdida del carácter cristiano que les aseguraría una vida que se mide con la vida de Dios: una vida libre de pecado, de enfermedad, de tristeza y muerte. 

Hay muchos hoy que se dejan apartar de la sencillez de la verdadera religión por el estudio de la así llamada ciencia. Existe una ciencia verdadera, la ciencia de la vida eterna. Cuando Cristo vino a nuestro mundo, podría haber desplegado un vasto cúmulo de conocimientos científicos ante la mente de los hombres. Pero no lo hizo. Dedicó su vida a enseñar las verdades relacionadas con la salvación del alma. . . Dios tiene derechos sobre cada facultad de nuestro ser. Su servicio demanda la acción del ser entero: todo el corazón, toda el alma, toda la fuerza y toda la mente. El único tema de verdadero valor en esta vida es cómo rendir este servicio completo a Dios. 
(Manuscrito 38 l/2, del 1 de abril de 1905, "¿Quién podrá soportar el día de su venida?"). 104
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

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