Y serán
para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo
actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Mal.
3:17.
"El
pecado de la maledicencia"
Los
cristianos son las gemas de Cristo, compradas a un precio infinito. Deben
resplandecer brillantemente para El, reflejando la luz de su hermosura. Y han
de recordar siempre que todo el lustre que posee el carácter cristiano proviene
del Sol de Justicia.
El lustre
de las joyas de Cristo depende del pulido que reciban. Dios no nos obliga a ser
pulidos. Se nos deja en libertad de elegir ser pulidos o permanecer sin pulir.
Pero todo
el que sea declarado digno de un lugar en el templo de Dios debe someterse al
proceso del pulimiento. Debe dar su consentimiento para que se corten los
bordes ásperos de su carácter, a fin de que pueda ser simétrico y hermoso,
idóneo para representar la perfección del carácter de Cristo.
Se
deshonra al Señor cuando su pueblo no vive en la luz del Sol de Justicia ni
refleja más luz que la de los guijarros comunes. Se lo deshonra cuando el
servicio que se le presta está empañado con la lepra del egoísmo.
El Divino
Artífice dedica poco tiempo al material sin valor. Solamente pule las joyas
preciosas para que sean dignas de un palacio. Con el martillo y el cincel
elimina los bordes ásperos, preparándonos para ocupar un lugar en el templo de
Dios.
El proceso es severo y doloroso. Lastima el
orgullo humano. Cristo corta profundamente en la experiencia que el hombre, en
su autosuficiencia, considera como completa, y elimina el enaltecimiento propio
del carácter.
Quita las
superficies excedentes, y aplicando la piedra a la rueda del esmeril, la
presiona a fin de que toda aspereza sea desgastada.
Entonces,
sosteniendo la joya ante la luz, el Maestro contempla en ella un reflejo de su
propia imagen y la declara digna de un lugar en su templo.
¡Bienaventurada
sea la experiencia, aunque severa, que da nuevo valor a la piedra,
capacitándola para brillar con un resplandor viviente!
[El Señor]
tiene obreros a los cuales llama de la pobreza y la oscuridad. Ocupados en los
deberes cotidianos de la vida, y vestidos con ropas comunes, son considerados
como de poco valor por los hombres.
Pero Cristo ve en ellos posibilidades infinitas, y en sus manos llegarán a ser joyas preciosas, que resplandecerán brillantemente en el reino de Dios.
"Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos,
en el día en que yo actúe" (Mal. 3:17).
El
Perfecto Conocimiento que Cristo tiene del carácter humano lo capacita para
tratar con la mente. Dios sabe exactamente cómo tratar a cada alma.
El No
Juzga como lo hacen los hombres. Conoce el valor real del material sobre el
cual trabaja para capacitar a hombres y mujeres a fin de que ocupen posiciones
de confianza.
(Manuscrito 168, del 24 de diciembre de 1902,
"El pecado de la maledicencia"). 371
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