Y Jehová
Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. Gén. 3:21.
El Señor
Jesucristo ha preparado una cobertura -el manto de su propia justicia - que
pondrá sobre cada alma arrepentida que lo reciba por la fe.
Dijo Juan:
"He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan
1:29).
El pecado es la transgresión de la ley. Cristo
murió para que todos pudieran deshacerse del pecado.
Un
delantal de hojas de higuera nunca cubrirá nuestra desnudez. El pecado debe ser
quitado y el ropaje de la justicia de Cristo debe cubrir al transgresor de la
Ley de Dios.
Entonces,
al mirar el Señor al pecador creyente, ve, no las hojas de higuera que lo
cubren sino el manto de justicia de Cristo, que es la perfecta obediencia a la
ley de Jehová.
El hombre
ha cubierto su desnudez no bajo una cobertura de hojas de higuera, sino bajo el
manto de la justicia de Cristo.
Cristo hizo un sacrificio para satisfacer las demandas de la justicia.
¡Qué precio
tuvo que pagar el Cielo para rescatar al transgresor de la ley de Jehová!
Pero esa
santa ley no podía mantenerse a un precio menor.
En vez de
que la ley fuera abolida para alcanzar al pecador, debía ser mantenida en toda
su sagrada dignidad. En su Hijo, Dios se dio así mismo para salvar de la ruina
eterna a todos los que crean en El.
El pecado
es deslealtad a Dios, y merece castigo. Las hojas de higuera cosidas se usaron
desde los días de Adán, y a pesar de ello la desnudez del alma del pecador no
está cubierta.
Todos los argumentos reunidos por los que se
interesaron por este manto frívolo, vendrán a ser nada. El pecado es la
transgresión de la ley.
Cristo se
manifestó en nuestro mundo para quitar la transgresión y el pecado, y sustituir
la cobertura de hojas de higuera por el manto puro de su justicia.
La Ley de Dios queda vindicada por el
sufrimiento y la muerte del unigénito Hijo del Dios infinito.
Una Sola
Transgresión De La Ley De Dios, aun el detalle más pequeño, es pecado. Si No Se
Ejecutaba la penalidad sobre ese pecado ello representaría un crimen en la
administración divina.
Dios Es
Juez, el Vengador de la justicia, lo que constituye el fundamento de su trono.
Él no
puede eliminar su ley. No puede quitarle el más pequeño de sus detalles a fin
de enfrentar y perdonar el pecado.
La
rectitud, la justicia y la excelencia moral de la ley deben ser mantenidas y
vindicadas delante del universo celestial y de los mundos no caídos.
(Manuscrito 145, del 30 de diciembre de 1897,
"Notas de trabajo"). 377
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