Pero Dios,
que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo. Efe. 2:4,5.
Carta,
dirigida a Una Moribunda…
El corazón que se rinda a la sabia disciplina de Dios. habrá de confiar en cada manifestación de su providencia...
La tentación procurará desalentarnos, pero,
¿qué se logra al ceder a la tentación? ¿Obtendrá, acaso, el alma algo mejor
murmurando y quejándose de aquello que es la única fuente de poder? ¿Está el
ancla echada dentro del velo?
¿Soportaremos la enfermedad? ¿Cuál será nuestro testimonio en los instantes finales de la vida, cuando los labios estén temblorosos por la muerte?
¡El ancla está firme! Yo
sé que mi Redentor vive...
Oh Jesús
precioso, amoroso, longánime, benigno ¡cuánto te adora mi alma! ¡Que un alma
pobre, indigna, contaminada por el pecado pueda estar de pie delante del Dios
santo, perfecta en justicia, sólo lo debemos a quien es nuestro Sustituto y
Garantía!
Maravíllense los cielos y asómbrese la tierra, que la raza caída sea objeto de su infinito amor y gozo. El Creador se regocija por ellos con cánticos celestiales, mientras el hombre que fuera contaminado por el pecado, ha venido a ser limpio por la justicia de Cristo, para presentarse ante el Padre libre de mácula pecaminosa; sin "mancha ni arruga ni cosa semejante" (Efe. 5:27).
"¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que
justifica" (Rom. 8:33).
Que toda
alma débil y sacudida por la tempestad de las pruebas pueda anclarse en
Jesucristo, y no centrarse tanto en sí misma como para pensar sólo en sus
pequeños fracasos y en la interrupción de sus planes y esperanzas.
¿Acaso El
Plan De Salvación No Lo Abarca Todo? Si es el Dios infinito que me justifica,
"¿quién es el que condenará? Cristo es el que murió" (Rom. 8:34).
¡Él es quien, al morir por el hombre, demostró que lo ama tanto como para morir por él! La ley condena al pecador y nos lleva hasta Cristo.
Dios es quien justifica y perdona.
Satanás
nos acusará y pedirá destruirnos, pero es Dios quien abrirá una puerta al
refugio. Y es Dios el que justifica a quien traspasa el umbral de esa
puerta.
Entonces,
si Dios es por nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros?
¡Oh qué verdad gloriosa, brillante!
¿Por qué los hombres no pueden discernirla?
¿Por
qué no caminan en sus brillantes rayos de luz?
¿Por qué
no hablan del amor maravilloso de Cristo los creyentes?...
Dios vive y reina. Todos los salvados deben luchar virilmente como soldados de Jesucristo; entonces sus nombres serán registrados en los libros del cielo como fieles y verdaderos.
Ellos realizarán las obras de Jesucristo, pelearán la
buena batalla de la fe.
(Carta 2, del 29 de diciembre de 1889,
dirigida a Mary White, la primera esposa de W. C. White, quien estaba muriendo
de tuberculosis). 376
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