domingo, 29 de septiembre de 2019

280. “EL SIGNIFICADO DE LA COMUNIÓN CON DIOS”


Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. 
1 Juan 1:3.

La comunión con Dios es la vida del alma. No es algo que no podamos entender, o que podamos adornar con hermosas palabras, sino algo que nos da la genuina experiencia que le otorga a nuestras palabras el valor real. La comunión con Dios nos brinda una experiencia diaria que en verdad hace que nuestro gozo sea completo.

Los que tienen esa unión con Cristo lo manifestarán en espíritu, en palabras y en obras. La profesión no es nada a menos que de palabra y de hecho se revele el buen fruto. La unidad, comunión de unos con otros y con Cristo: ése es el fruto que lleva cada pámpano de la vid viviente. El alma purificada, nacida de nuevo, tiene un testimonio claro y distinto para dar. . .

Conocer a Dios significa, en el sentido bíblico del término, ser uno con El en corazón y mente, conociéndolo por experiencia propia, manteniendo una comunión reverente con El cómo Redentor. Sólo a través de una sincera obediencia puede obtenerse esa comunión. Donde ésta falta, el corazón no es en ningún sentido un templo de Dios, sino que es dirigido por el enemigo, que está llevando a cabo sus propios propósitos por medio del agente humano. Dicho individuo, cualesquiera sean su profesión y sus pretensiones, no es un templo del Espíritu Santo.

La experiencia se perfecciona llevando frutos. El que no da buenos frutos en palabras y en hechos, en la fortaleza de una norma elevada, ennoblecedora, es un mal árbol. El fruto que éste lleva es desabrido para Dios. El conocimiento de Cristo que profesa es una falsedad, un engaño. . .

A la luz del amor de Cristo, el Evangelio es un libro abierto. Esa es la verdadera luz que Cristo vino a traer al mundo. Los verdaderos discípulos del Salvador han recibido ese amor. . .

Por la luz que Dios me ha otorgado, sé que el mayor peligro de los hombres se encuentra en el autoengaño. Satanás está aguardando su oportunidad. Vendrá a los hombres en forma humana, y les hablará las palabras más fascinantes. Los acosará con las mismas tentaciones con que acosó a Cristo. A menos que sus mentes y corazones estén llenos del amor puro, desinteresado, y santificado que Cristo reveló, caerán presa del poder de Satanás, y realizarán, dirán y escribirán cosas extrañas para engañar, si fuese posible, a los mismos escogidos. . .  

Siguiendo el ejemplo de servicio abnegado de Cristo, confiando en sus méritos como si fuésemos niños, y obedeciendo sus mandamientos, recibiremos la aprobación de Dios.
 (Manuscrito 120, del 8 de octubre de 1903, "Lecciones de la [Primera] Epístola de Juan"). 
Alza tus Ojos (EGW) 294

279. “CONFÍEN EN LA PALABRA DE DIOS”


La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; 
el testimonio de Jehová es fiel, 
que hace sabio al sencillo. Sal. 19:7.

Podemos con provecho estudiar el registro de la preparación 
efectuada por la congregación de Israel para escuchar la ley. . .
La Ley del Señor es una copia de su carácter. Sus santos preceptos fueron enunciados desde el Sinaí por la voz misma de Dios, y fueron escritos con su dedo sobre las tablas de piedra. Se mantienen en vigor, llevando en si la impresionante y clara significación de su suprema importancia. Significan vida para los obedientes y muerte para los desobedientes.

A través de los siglos, la Ley de Dios se ha preservado como la norma más elevada de moralidad. Ninguno de todos los inventos de la ciencia, resultado de las imaginaciones de las mentes productivas, ha podido descubrir un deber esencial que no esté incluido en este código.


La Ley de Dios es la seguridad de la vida, de los bienes, de la paz y la felicidad. Fue dada para asegurar nuestro patrimonio presente y eterno. Los antediluvianos la transgredieron y la tierra fue destruida por el diluvio.

Ningún hombre, mediante presentaciones científicas, guíe las inteligencias a apartarse de lo real hacia lo imaginario. Dios llama a hombres que, en medio de la idolatría que se le rinde a la naturaleza, dirijan sus miradas al Dios de la naturaleza. El Señor utiliza la naturaleza como una sierva, con el fin de revelar su poder. Estas cosas, objetos de su creación, manifiestan la obra de sus manos. 

De todo lo que Él ha creado, el hombre, la obra máxima de su creación, 
es el que más tremendamente lo ha deshonrado.  

En el juicio, los seres humanos aparecerán delante de Dios avergonzados y condenados, porque aunque se les dio inteligencia, raciocinio y la facultad del habla, no obedecieron la ley del Altísimo. . .

Satanás tiene alumnos, y les está enseñando sus métodos para que realicen su obra solapadamente. Su familia es numerosa. En sus manos el crimen ha llegado a ser una ciencia cruel. Destruir es el lema del archiengañador. Ha colocado muchas trampas para las almas desprevenidas. Los que han respondido durante tanto tiempo a sus planes ingeniosos ahora parecen no tener poder para romper el hechizo del cual son presa. 

Cuando los dirigentes del pueblo de Dios se apartan de los principios, y traen deshonra a su causa, su pecado es mayor que el pecado de aquéllos cuyas oportunidades y privilegios han sido menores. . .

El hombre es sólo eso, un hombre. Las palabras que salen de sus labios no han de ser consideradas como provenientes de Dios. A menos que Dios permanezca al lado de ellos en su servicio, y trabaje con ellos, no son nada. Es el colmo de la insensatez que el pueblo de Dios ponga su confianza en los hombres y haga de la carne su brazo derecho. 
(Manuscrito 119, del 7 de octubre de 1903, 
"Enseñanzas de Israel"). Alza tus Ojos (EGW)  293