EL TABERNÁCULO fue hecho de acuerdo con el mandamiento de Dios. El Señor suscitó hombres y los habilitó con facultades sobrenaturales para llevar a cabo una obra sumamente ingeniosa. No se permitió que ni Moisés ni sus obreros planificaran la forma ni los métodos de construcción del edificio. Dios mismo trazó el plano y se lo dio a Moisés, con indicaciones definidas en cuantos su tamaño y sus formas, y los materiales que debían emplearse en la construcción, y especificó cada mueble que se colocaría en él. Le presentó un patrón en miniatura del santuario celestial, y le ordenó que hiciera todo de acuerdo con el modelo que se le había mostrado en el monte. Moisés escribió todas estas indicaciones en un libro y las leyó delante de la gente más influyente.
Entonces el Señor pidió al pueblo que trajera ofrenda voluntaria, para que le hicieran un santuario, de manera que pudiera morar entre ellos. "Y salió toda la congregación de los hijos de Israel de delante de Moisés. Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, con ofrenda a Jehová para la obra del tabernáculo de reunión y para toda su obra, y para las sagradas vestiduras. Vinieron así hombres como mujeres, todos los voluntarios de corazón, y trajeron 155 cadenas y zarcillos, anillos y brazaletes, y toda clase de joyas de oro; y todos presentaban ofrendas de oro a Jehová".
Era necesario realizar grandes y costosos preparativos. Había que reunir materiales preciosos y costosos. Pero el Señor aceptaba solamente las ofrendas voluntarias. La devoción a la obra de Dios y el sacrificio sincero se requerían en primer lugar a fin de preparar un sitio para el Altísimo. Y cuando ya estaba en marcha la construcción del santuario, y la gente estaba trayendo sus ofrendas a Moisés, y cuando él las estaba presentando a los obreros, todos los hombres sabios que estaban dedicados a la obra evaluaron las ofrendas y vieron que la gente había traído suficiente e incluso más de lo que se podía usar. Y Moisés proclamó por el campamento lo siguiente: "Ningún hombre ni mujer haga más para la ofrenda del santuario. Así se le impidió al pueblo ofrecer más".
Una advertencia para las generaciones venideras
Las repetidas murmuraciones de los israelitas, y las manifestaciones de la ira de Dios por causa de sus transgresiones, aparecen registradas en la historia sagrada en beneficio del pueblo de Dios que habría de vivir después sobre la tierra, pero muy especialmente para que constituyeran una advertencia para los que vivieran cerca del fin del tiempo. Incluso sus actos de devoción, la energía y la generosidad manifestada al traer sus ofrendas voluntarias a Moisés aparecen registrados en beneficio del pueblo del Señor. Su ejemplo al preparar con tanta alegría los materiales para el tabernáculo son un ejemplo para todos los que verdaderamente 156 aman y adoran al Altísimo. Los que aprecian la bendición de la sagrada presencia de Dios, cuando preparan la construcción de un lugar para encontrarse con él, debieran manifestar más interés y celo en esa obra sagrada, y debieran adjudicarle un valor proporcionalmente mayor a las bendiciones celestiales que a las comodidades terrenales. Debieran comprender que están edificando una casa para el Señor.Ciertamente es importante que un edificio que se levanta expresamente para que Dios se encuentre con su pueblo debiera ser edificado con cuidado, para que sea cómodo, limpio y conveniente, puesto que ha de ser dedicado al Señor y ofrecido a él, y se le ha de solicitar que more en su casa, para que ésta adquiera un carácter sagrado gracias a su santa presencia. Se debiera dar lo suficiente a Jehová, y en forma voluntaria, para poder llevar a cabo la obra con amplitud, de manera que los obreros puedan decir: "No traigan más ofrendas".
De acuerdo con el modelo
Cuando estuvo terminada la construcción del tabernáculo, Moisés examinó toda la obra, la comparó con el modelo y con las indicaciones que había recibido de Dios, y verificó que cada porción concordara con el modelo; y bendijo al pueblo.El Señor dio un modelo del arca a Moisés, con indicaciones especiales en cuanto a cómo hacerla. Esta debía contener las tablas de la ley, sobre las cuales Dios mismo había grabado con su propio dedo los Diez Mandamientos. Parecía un baúl, y estaba revestida de oro puro por dentro y por fuera. Tenía un adorno semejante a una corona de oro alrededor de su parte superior. La tapa de esta arca 157 era el propiciatorio, hecha de oro macizo. En cada extremo de éste había un querubín labrado en oro puro y macizo. Sus rostros estaban dirigidos el uno frente al del otro, y contemplaban con reverencia hacia abajo en dirección del propiciatorio, para representar a todos los ángeles celestiales que contemplan con interés y reverencia la ley depositada en el arca del santuario celestial. Estos querubines tenían alas. Una de ellas se extendía hacia lo alto, mientras la otra cubría su cuerpo. Esto ocurría con cada ángel. El arca del santuario terrenal era una réplica de la verdadera arca del cielo. Allí, al lado del arca celestial, se mantienen de pie los ángeles vivientes, a cada extremo del arca, cada uno de los cuales cubre el propiciatorio con una de sus alas, elevándolas hacia lo alto, mientras con la otra cubren sus cuerpos en señal de reverencia y humildad.
Se pidió a Moisés que colocara en el arca terrenal las tablas de piedra. Se las llamó tablas del testimonio; y el arca recibió el nombre de arca del testimonio, porque contenían el testimonio de Dios en los Diez Mandamientos.
Los dos compartimientos
El tabernáculo estaba constituido por dos compartimientos separados por una cortina o velo. Todos los muebles del tabernáculo estaban hechos de oro macizo, o revestidos de oro. Las cortinas del tabernáculo ofrecían una variedad de colores, combinados en forma sumamente bella, y en esas cortinas había querubines bordados con hilos de oro y plata, para representar a la hueste angélica que está relacionada con la obra del santuario celestial y que son ángeles que ministran en favor de los santos que se encuentran en la tierra. 158Detrás del segundo velo estaba el arca del testimonio, y una hermosa y rica cortina se extendía delante de ella. Esta cortina no llegaba hasta el cielo raso del edificio. La gloria de Dios, que se manifestaba sobre el propiciatorio, podía ser vista desde ambos compartimientos, pero en un grado mucho menor en el primero de ellos.
Directamente delante del arca, pero separado por las cortina, estaba el altar de oro del incienso. El fuego que ardía en ese altar había sido encendido por Dios mismo, y se lo cuidaba reverentemente alimentándolo con tanto incienso, que llenaba el santuario con su humo fragante de día y de noche. Su perfume se extendía por kilómetros a la redonda en torno del tabernáculo. Cuando el sacerdote ofrecía el incienso delante del Señor, miraba hacia el propiciatorio. Aunque no lo veía, sabía que estaba allí, y cuando el incienso se elevaba como una nube, la gloria del Señor descendía sobre el propiciatorio y llenaba el lugar santísimo y era visible también en el lugar santo, y esa gloria a menudo llenaba de tal modo ambos compartimientos, que el sacerdote se veía impedido de oficiar y obligado a mantenerse de pie junto a la puerta del tabernáculo.
El sacerdote que en el lugar santo dirigía sus plegarias por fe hacia el propiciatorio, que no podía ver, representa al pueblo de Dios que dirige sus plegarias a Cristo quien se encuentra frente al propiciatorio del santuario celestial. No puede ver a su Mediador con sus ojos naturales, pero mediante el ojo de la fe puede ver a Cristo frente al propiciatorio, y le dirige sus oraciones, y con seguridad suplica los beneficios de su obra mediadora.
Estos sagrados compartimientos no tenían ventanas que permitieran entrar la luz. El candelabro hecho de puro oro se mantenía encendido de 159 noche y de día, y proporcionaba luz para ambos compartimientos. La luz de las lámparas del candelabro se reflejaba en las tablas recubiertas de oro que se hallaban a ambos lados del edificio, como asimismo sobre los muebles sagrados y sobre las cortinas de hermosos colores con querubines bordados con hilos de oro y plata, cuyo aspecto era tan glorioso que no se lo puede describir. No hay lengua capaz de expresar la sagrada hermosura, el encanto y la gloria que se veían en esos compartimientos. El oro del santuario reflejaba los diferentes matices de las cortinas, que parecían ostentar los colores del arco iris.
Sólo una vez al año el sumo sacerdote podía entrar en el lugar santísimo después de preparativos sumamente solemnes y cuidadosos. Y ningún ojo mortal, salvo el del sumo sacerdote, podía contemplar la sagrada grandiosidad de este compartimiento, porque era la morada especial de la gloria visible de Dios. El sumo sacerdote siempre entraba temblando, mientras la gente aguardaba su regreso en medio del más solemne silencio. Sus más fervientes deseos eran que Dios los bendijera. Frente al propiciatorio Dios mantenía comunión con el sumo sacerdote. Si éste permanecía más tiempo del que parecía conveniente, la gente a menudo comenzaba a aterrorizarse, temerosa de que por causa de sus pecados o algún pecado del sacerdote la gloria del Señor le hubiera quitado la vida. Pero cuando oían el sonido de las campanillas que llevaba en su vestimenta, sentían un profundo alivio. Salía entonces el sumo sacerdote y bendecía al pueblo.
Cuando la obra del tabernáculo estuvo terminada, "una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque 160 la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba". "Porque la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jornadas".
El tabernáculo se construyó de tal manera que se lo podía desarmar en piezas para llevarlo en ocasión de todos sus viajes.
La nube guiadora
El Señor condujo a los israelitas en todas sus peregrinaciones por el desierto. Cuando era para el bien del pueblo y la gloria de Dios que levantaran sus tiendas en cierto lugar y moraran allí, el Altísimo lo manifestaba mediante la columna de nube que descendía directamente sobre el tabernáculo. Y allí permanecía hasta que el Señor quería que emprendieran el viaje de nuevo. Entonces la nube de gloria se elevaba por encima del tabernáculo, y así volvían a viajar.En todos sus viajes manifestaban. un orden perfecto. Cada tribu llevaba un estandarte con el emblema de la casa de su padre, y cada una de ellas había recibido la orden de acampar junto a su estandarte. Y cuando viajaban, las diferentes tribus marchaban en orden, cada una junto a su propio estandarte. Cuando descansaban de sus viajes, erigían el tabernáculo, y entonces las diferentes tribus levantaban sus tiendas en orden, justamente en el lugar que Dios les había mandado, alrededor del tabernáculo, a cierta distancia de él.
Durante sus viajes llevaban el arca del pacto delante de ellos. "Y la nube de Jehová iba sobre ellos de día, desde que salieron del campamento. Cuando el arca se movía, Moisés decía: Levántate, 161 oh Jehová, y sean dispersados tus enemigos, y huyan de tu presencia los que te aborrecen. Y cuando ella se detenía, decía: Vuelve, oh Jehová, a los millares de millares de Israel". 162
(La Historia de la Redención de E.G.de White)
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