viernes, 10 de junio de 2011

38. “LOS COMIENZOS DEL MINISTERIO DE PABLO”


PABLO regresó después a Damasco y predicó osadamente en el nombre de Jesús. Los judíos no podían contrarrestar la sabiduría de sus argumentos, y por lo tanto celebraron consejo para decidir silenciar su voz por la fuerza, el único argumento que le quedaba a una causa derrotada. Decidieron asesinarlo. El apóstol se enteró de sus propósitos. Las puertas de la ciudad fueron puestas bajo vigilancia, de día y de noche, para cortarle toda salida. La ansiedad de los discípulos los indujo a orar a Dios; durmieron muy poco mientras se hallaban atareados ideando modos y maneras para lograr la huida del apóstol escogido. Finalmente concibieron el plan de bajarlo de noche mediante una canasta que descolgaron desde una ventana. En esa forma humillante Pablo pudo escapar de Damasco.

Se dirigió entonces a Jerusalén, con el deseo de conocer a los apóstoles y especialmente a Pedro. Estaba ansioso de ponerse en contacto con el pescador de Galilea que había vivido, orado y conversado con Jesús aquí en la tierra. Con corazón anhelante deseaba conocer al principal apóstol. Al llegar a Jerusalén, Pablo contempló con un enfoque diferente la ciudad y el templo. Se dio cuenta entonces de que los juicios retributivos de Dios pendían sobre ellos. 290

El pesar y la ira de los judíos por causa de la conversión de Pablo no conocía límites. Pero él era firme como una roca, y se ilusionaba con la idea de que cuando relatara su maravillosa experiencia a sus amigos, cambiarían de fe como él lo había hecho, y creerían en Jesús. Había sido estrictamente consecuente en su oposición a Cristo y sus seguidores, pero cuando fue detenido y convencido de su pecado inmediatamente abandonó sus malos caminos y profesó la fe de Jesús. Creía plenamente entonces que cuando sus amigos y ex asociados escucharan las circunstancias de su maravillosa conversión, y vieran la transformación que se había producido en el orgulloso fariseo que perseguía y entregaba a la muerte a los que creían que Jesús era el Hijo de Dios, ellos también se convencerían de su error y se unirían a las filas de los creyentes.

Trató de reunirse con sus hermanos los discípulos; pero grande fue su pesar y su desilusión cuando descubrió que no estaban dispuestos a recibirlo como uno de ellos. Recordaban sus antiguas persecuciones, y sospechaban de que estuviera fingiendo para engañarles y destruirlos. Es verdad que habían oído hablar de su maravillosa conversión, pero como inmediatamente después él se retiró a Arabia y no habían oído nada definido de él desde entonces, no daban crédito al rumor de su gran transformación.

Encuentro con Pedro y Santiago
Bernabé, que había contribuido generosamente con su dinero para sostener la causa de Cristo y aliviar las necesidades de los pobres, se había relacionado con Pablo cuando éste se oponía a los creyentes. Se adelantó entonces y renovó su relación, y escuchó el testimonio de Pablo con respecto a su 291 milagrosa conversión y a su experiencia de allí en adelante. Creyó plenamente que Pablo decía la verdad, lo recibió, y lo llevó de la mano a la presencia de los apóstoles. Relató entonces el incidente que acababa de escuchar, es a saber, que Jesús había aparecido personalmente ante Pablo mientras éste se encontraba en camino a Damasco. Que había hablado con él; que Pablo había recobrado la vista en respuesta a las oraciones de Ananías, y que de allí en adelante había sostenido en las sinagogas de esa ciudad que Jesús era el Hijo de Dios.

Los apóstoles no vacilaron más, no podían oponerse a Dios. Pedro y Santiago, que en ese momento eran los únicos apóstoles que quedaban en Jerusalén, le tendieron la diestra de la comunión al que había sido fiero perseguidor de su fe; y ahora fue tan amado y respetado como antes había sido temido y evitado. Entonces se reunieron los dos grandes personajes de la nueva fe, es a saber, Pedro, uno de los compañeros elegidos de Cristo mientras estuvo en la tierra, y Pablo, el fariseo, que después de la ascensión de Jesús lo vio cara a cara y habló con él, y también lo vio en visión y se enteró de la naturaleza de su obra en el cielo.

La primera entrevista fue de mucha importancia para ambos apóstoles, pero fue de corta duración, porque Pablo estaba ansioso de dedicarse a los negocios de su Maestro. Pronto la voz que había disputado tan vigorosamente con Esteban se escuchó en la misma sinagoga mientras proclamaba osadamente que Jesús era el Hijo de Dios, abogando de ese modo por la misma causa que Esteban había muerto por vindicar. Relató su propia maravillosa experiencia, y con el corazón lleno de ansiedad por sus hermanos y ex asociados, presentó las evidencias de las profecías, tal como lo había hecho Esteban, de 292 que Jesús, el que había sido crucificado, era el Hijo de Dios.

Pero Pablo no había entendido bien el espíritu que animaba a sus hermanos judíos. La misma furia que se desató sobre Esteban se manifestó hacia él también. Vio que tenía que separarse de sus hermanos, y el pesar inundó su corazón. Habría dado con gusto la vida si por ese medio le hubiera sido posible traerlos al conocimiento de la verdad. Los judíos comenzaron a trazar planes para asesinarlo, y los discípulos lo instaron a salir de Jerusalén; pero él se demoró porque no quería irse, y estaba ansioso por trabajar un poco más en favor de sus hermanos judíos. Había tomado una parte tan activa en el martirio de Esteban que sentía el profundo anhelo de borrar esa mancha mediante su valiente defensa de la verdad que le había costado la vida al diácono. Le parecía cobardía huir de Jerusalén.

La huida de Jerusalén
Mentras Pablo, desafiando todas las consecuencias de tal acto, se hallaba orando fervorosamente a Dios en el templo, se le apareció el Salvador en visión para decirle: "Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí". Aún entonces vaciló Pablo pues no quería dejar Jerusalén sin convencer a los obstinados judíos de la verdad de su fe; creía que aunque sacrificara su vida por causa de la verdad, ni siquiera eso podía cancelar la terrible cuenta que había abierto contra sí mismo por la muerte de Esteban. Respondió: "Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentí 293 en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban". Pero la respuesta que recibió fue más definida que la declaración anterior: "Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles".

Cuando los hermanos se enteraron de la visión de Pablo, y del cuidado que Dios manifestaba por él, su ansiedad aumentó. Porque se dieron cuenta de que ciertamente era vaso escogido del Señor para llevar la verdad a los gentiles. Aceleraron sus planes de huir de Jerusalén por temor a que fuera asesinado por los judíos. La partida de Pablo suspendió por un tiempo la violenta oposición de éstos, y la iglesia gozó de un período de descanso, en el cual muchos se añadieron al número de los creyentes. 294


(La Historia de la Redención de E.G.de White)

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