martes, 20 de diciembre de 2011

151. “LA OBRA DE CRISTO Y LA NUESTRA”



Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Mar. 16:15,16.

Puede resultar sorprendente para alguno que la obra de Cristo no se extendió a las naciones paganas, sino que estuvo circunscripta a una esfera tan pequeña. Pero esas naciones no estaban preparadas para su obra. Si El hubiera dedicado su tiempo a la conversión del mundo gentil, habría cerrado la puerta a través de la cual podía llevar su mensaje a la nación judía. . .

Con frecuencia, gente de otras naciones vino a Cristo para ser sanada, o para presentar algún pedido en favor de parientes o amigos. Esta gente representaba a la gran familia humana, que no conocía a Dios ni la verdad, pero que sentía un anhelo ferviente por algo que no tenía. Todos los que vinieron a Cristo escucharon sus enseñanzas, y al prestar atención a la Palabra de la verdad quedaron profundamente impresionados. 

Al pronunciar palabras de esperanza a estas almas cansadas e insatisfechas, al sanar las dolencias de aquellos que vinieron a El, Cristo estaba dejando un ejemplo que debía practicarse de un extremo a otro del mundo. El hablaba y actuaba para la humanidad en su totalidad. . . Aunque pasarían muchas generaciones, sus lecciones de servicio práctico habrían de ser dadas por sus testigos. 

Ascendería al cielo, pero su obra había de ser llevada adelante con un poder más grande que nunca antes, debido a que El y su Padre cooperarían en hacer por su pueblo cosas más grandes que las que se habían visto mientras estaba entre ellos.

Debemos trabajar mientras es de día, porque la noche viene cuando nadie puede obrar. 
Se representa nuestra vida como un día, y cuando nuestra obra termine, cuando el obrero cese su intensa actividad, la obra no cesará. Otros la asumirán. Aunque los instrumentos humanos mueran, 
la obra de Cristo no cesará, sino que continuará adelante con cada obrero que preste servicio a Dios y que trabaje como Cristo trabajó. 

A menudo sentimos que en la obra de Dios hay grandes intereses que deben ser administrados y que somos incapaces de hacerlo. Nos sentimos limitados. Recordemos que la obra de Cristo mientras estuvo en la tierra estuvo restringida a un círculo estrecho. Y a pesar de ello, multitudes de todas partes del mundo escucharon sus lecciones. Estaba impartiendo su mensaje a quienes más tarde habrían de llegar a ser sus discípulos.

Cristo desarrolló delante de sus discípulos y del mundo un ejemplo perfecto de verdadera religión. 
Y cuando los hombres perciban la importancia de mostrar paciencia, simpatía y consideración por las almas de los demás, tanto de los que están cerca como de los que están lejos, Cristo se revelará en sus seguidores. (Manuscrito 50, del 31 de mayo de 1897, "La obra de Cristo").  
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

150. “A UNA HERMANA ANCIANA”


Mirame, y ten misericordia de mí; da poder a tu siervo,
 y guarda al hijo de tu sierva.  Salmos 86:16.

Querida hermana McDearmon . . . Me estoy volviendo tan anciana como Ud. No recuerdo exactamente su edad. Yo he pasado ya los setenta y ocho, pero puedo realizar una cantidad de trabajo escribiendo. Anhelo descansar, pero el Señor me preserva de manera que no sufro mucho dolor. . .

Ud. y yo no viviremos mucho más tiempo, pero nos mantendremos aferradas de la fe y las bendiciones del Señor mediante la obediencia a todos sus mandamientos. Estoy tratando de hacer lo que puedo, escribiendo las cosas que debo escribir. Anhelo grandemente mantenerme trabajando, y dar mi testimonio hasta el final. Tendré setenta y nueve años el 26 de noviembre próximo. Y con todo, puedo realizar mucha obra escribiendo.

Aunque tengo la mente cansada, con todo veo que hay mucho para hacer.  Nuestra lucha terminará pronto, pero el Señor es bondadoso y misericordioso. Cuando ésta concluya, descansaremos en la esperanza hasta la mañana de la resurrección. Entonces sonará la trompeta final y veremos al Rey en su hermosura y contemplaremos sus encantos inigualables. Mi querida hermana, tenemos una esperanza preciosa; permitamos que nuestros corazones descansen constantemente en Dios.
 La verdad triunfará y logrará la victoria . . .

El Señor estará con Ud. El es su ayuda siempre presente y Ud. sabe que El nunca la dejará ni la abandonará. Ud. debiera recibir el mejor de los cuidados y vivir el tiempo que le resta en este mundo hasta que llegue el momento del tranquilo reposo, en plena esperanza de la recompensa que recibirá el vencedor. Descanse simplemente en su creencia en la verdad. No se preocupe por cosa alguna. Ud. ha guardado la fe y le está reservada la corona de vida, la cual Cristo, el Juez justo, le dará en aquel día, y no solamente a Ud. sino a todos los que aman su venida. (Véase 2 Tim. 4:8). 

El Señor la cuidará y bendecirá. Toda su esperanza, lo sé, está en Jesús, y Ud. puede descansar en su amor. Los ángeles del Señor estarán alrededor de Ud. Puede descansar con fe en nuestro Señor, 
y creer siempre que su vida está "escondida con Cristo en Dios" (Col. 3:3).

Quiera el Señor ser una bendición continua para Ud., querida y anciana hermana. 
Yo descanso plenamente en el Señor Jesús. Seguiremos esperando, orando, creyendo y confiando en su Palabra viviente. Nuestra querida hermana [María] Kelsey ha terminado ya sus tribulaciones terrenales. Ella fue fiel y leal. Nos encontraremos en la ciudad de nuestro Dios. Con gran amor, 
Elena G. de White. (Carta 168, del 30 de mayo de 1906, dirigida a la hermana Melinda McDearmon, madre de Emma, la esposa de Edson White). (Alza tus Ojos de E. G. de White)

149. “HAGAN DEL HOGAR UN PEDAZO DE CIELO”


Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; 
si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Salmos 127:1

Nosotros, los que vivimos en las postrimerías del tiempo, tenemos el privilegio de estudiar el Antiguo Testamento en conexión con el Nuevo. Nuestra fe y valor debieran fortalecerse al ver cómo las profecías se cumplen. Pero ¡cuántos hay que son incrédulos! ¡Cuántos hay que revelan egoísmo y rudeza en su trato mutuo! ¡Cuántos cristianos profesos nunca parecen satisfechos a menos que estén empeñados en una contienda! ¡Cuántos hogares están quebrantados debido a que sus miembros reciben las sugerencias de Satanás y actúan de acuerdo con ellas!  

En el cielo no se hablan palabras desagradables. No se cultivan allí pensamientos hirientes. 
No hay lugar allí para la envidia, las malas sospechas, el odio y la contienda. Una perfecta armonía impregna las cortes celestiales.

Satanás sabe bien cómo es el cielo y cuál es la influencia de los ángeles. 
Su obra consiste en introducir en cada familia
 los crueles elementos de la obstinación, la rudeza y el egoísmo. 
De esta manera trata de destruir la felicidad de la familia. 
El sabe que el espíritu que gobierne el hogar 
será introducido en la iglesia.

Cuiden siempre el padre y la madre sus palabras y acciones. El esposo debe tratar a su esposa, 
la madre de sus hijos, con el debido respeto, y la esposa debe amar y reverenciar a su marido.
 ¿Cómo podría ella hacerlo si él la trata como a una sirvienta. en forma dictatorial, dándole órdenes, burlándose y encontrando faltas en ella delante de sus hijos? 
De esa manera la conduce a tenerle aversión y aun a odiarlo.
Quiera Dios ayudar a los padres y a las madres a abrir las ventanas del alma hacia el cielo y permitir que el brillo de la luz de Cristo se introduzca en la vida del hogar. A menos que lo hagan, se verán rodeados por una bruma y una neblina de las más dañinas para la espiritualidad.

Padres y madres, introduzcan dulzura, brillo y esperanza en la vida de sus hijos. La amabilidad y el amor obrará maravillas. Nunca castiguen a un hijo en forma airada. Al hacerlo actúan como niños crecidos que no han superado la irracionalidad de la niñez ¿Se esforzarán fervientemente para poder decir.  "Más cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño"? (1 Cor. 13:11).

"Antes de corregir a sus hijos, asegúrense de conversar con su Padre celestial. Cuando sus corazones se hayan suavizado por la simpatía, conversen con el que cometió el error. Si el asunto puede solucionarse sin el uso de la vara, tanto mejor
(Manuscrito 71, del 29 de mayo de 1902, "Palabras a los padres"). 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

domingo, 18 de diciembre de 2011

148. “NADA PODEMOS HACER SIN DIOS”


Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, 
sino que tendrá la luz de la vida.  Juan 8:12.
No hay nadie que haya errado a quien Jesús no perdone, reciba y bendiga si, consciente de su debilidad e impotencia, se acerca a Él con fe en busca de simpatía y fortaleza. . .
¡Qué pensamiento consolador es saber que Jesús se compadece de nuestras debilidades!
 Fue tentado en todo así como nosotros somos tentados, y ha provisto exactamente la clase de ayuda que necesitamos, de tal manera que si tan sólo ponemos nuestros pies en las huellas de sus pisadas, estaremos seguros. Santificó el sendero que recorrieron sus pies. Escuchemos su voz que nos invita: "Sígueme. Soy la luz del mundo. Los que me siguen no caminarán en tinieblas. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo". (Véase Mat 4:19; Juan 8:12; 16:33.)

Cristo venció al mundo en una experiencia real, y cuán grande es su amor para con nosotros cuando nos invita a ir a Él con todas nuestras aflicciones, angustias, dolores de corazón y perplejidades, con la seguridad de que nos ayudará. Dará salud y brillo a nuestras vidas. Si ponemos nuestra mano en la suya, colocará nuestros pies sobre la roca firme, sobre un fundamento mejor que el que hayamos tenido alguna vez. Nos hará más fuertes en su fortaleza y obrará con todos nuestros esfuerzos.
Entonces, cuando nuestras almas hayan experimentado su toque sanador, seremos atraídos a un estrecho compañerismo con Jesús y seremos obreros juntamente con Dios, no solamente para restaurar a los que yerran, para sanar a los quebrantados de corazón, sino también para impartir valor, fe y confianza. Esta es la tarea de los obreros de Dios: llevar a Jesús a las almas que se han apartado de sus enseñanzas y que, aparentemente, se han estrellado contra las rocas y arrecifes del pecado. A estas vidas quebrantadas, que han estado aparentemente sin esperanza, se les promete sanidad. 

Es más difícil enseñar a alguien que piensa que lo sabe todo, que a uno que siente su incapacidad e ignorancia. Hablo con conocimiento al decir que la obra de restaurar a las almas quebrantadas por errores y pecados manifiestos es la más difícil de realizar. Se cultiva algún pecado acariciado hasta que llega a tomar las riendas del control, no se combate vigorosamente un mal hábito hasta vencerlo y, cuán difícil es borrar las heridas que sufre el alma. . .
Lo invito a no demorar más, sino a ser un sabio obrero del Señor, a poner todo esfuerzo para redimir el tiempo. Que nada lo acobarde. . . El Señor aceptará un esfuerzo consagrado y dedicado de su parte. (Carta 56, del 28 de mayo de 1898, dirigida a un médico que ejercía la profesión en forma privada, y que había perdido el rumbo espiritualmente). (Alza tus Ojos de E. G. de White)

viernes, 21 de octubre de 2011

147. “LEAN EL LIBRO DE DANIEL”


A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; 
y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños. Dan. 1:17.

La luz que Daniel recibió directamente de Dios fue proporcionada específicamente para estos últimos días. La visión que vio a orillas de los ríos Ulai y Hiddekel, los grandes ríos de Sinar, están ahora en proceso de cumplimiento y todos los eventos preanunciados ocurrirán pronto. Considere las circunstancias en que vivía la nación judía cuando las profecías fueron dadas a Daniel.

Los israelitas estaban en cautiverio, el templo había sido destruido y el servicio del templo suspendido. Su religión había estado centrada en las ceremonias del sistema de los sacrificios. Habían hecho de la forma exterior lo más importante, al mismo tiempo que habían perdido el espíritu de la verdadera adoración. Sus servicios estaban corrompidos con las tradiciones y prácticas del paganismo; y al cumplir los ritos de sacrificios no miraban más allá de la sombra de la realidad. 
 No discernían a Cristo, la verdadera ofrenda por los pecados del hombre. El Señor decidió llevar a su pueblo a la cautividad y suspender los servicios del templo, a fin de que las ceremonias externas no llegaran a ser el todo de su religión. Los principios y las prácticas debían ser purificados de paganismo, el servicio ritual debía cesar a fin de que el corazón pudiera ser revitalizado. 
 Fue quitada la gloria exterior para que pudiera revelarse la espiritual.

En la tierra de su cautiverio, al volver al Señor con arrepentimiento, El se les manifestó. Carecían de la representación exterior de su presencia, pero en sus mentes y corazones resplandecían los brillantes rayos del Sol de Justicia. Cuando en su humillación y angustia invocaron al Señor, los profetas recibieron visiones que revelaron los acontecimientos del futuro: el derrocamiento de los opresores del pueblo de Dios, la venida del Redentor, el establecimiento del reino eterno. . . A fin de que nuestra obra pueda tener éxito, debemos cooperar con el mensajero celestial que ha de iluminar la tierra entera con la gloria de Dios. El Señor lo llama, como a Daniel, para que emplee el poder que Dios le ha dado para revelarlo al mundo... 

Daniel tuvo compañeros, y ellos tuvieron una obra especial que hacer. Aunque fueron grandemente honrados en esta obra, en forma alguna se exaltaron a sí mismos. Eran eruditos, diestros en conocimientos seculares tanto como religiosos; pero habían estudiado la ciencia sin corromperse. Eran bien equilibrados porque se habían entregado al control del Espíritu Santo. Estos jóvenes dieron a Dios toda la gloria por sus dotes seculares, científicas y religiosas. Su conocimiento no procedía de la casualidad, obtuvieron conocimientos mediante el fiel uso de sus facultades y Dios les dio habilidad y comprensión. (Carta 134, del 27 de mayo de 1898, dirigida a J. H. Kellogg). 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

jueves, 20 de octubre de 2011

146. “MÁS QUE PROFETA”


Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, 
pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Eze. 3:17.

Anoche me hallaba en visión ante una reunión de nuestro pueblo, dando un decidido testimonio acerca de la verdad presente y del deber actual. Después de terminado el discurso, muchos me rodearon planteando interrogantes. Querían tantas explicaciones acerca de este punto, y de aquel punto, y de otro punto más, que dije: "Uno a la vez, por favor, no sea que me confundan". 

Entonces les dirigí una apelación, diciéndoles: "Durante años han tenido muchas evidencias de que el Señor me ha dado una obra para hacer. Esas evidencias no podrían haber sido más grandes de lo que son. ¿Apartarán de ustedes todas las evidencias como si fueran una telaraña, por las sugerencias de incredulidad de un hombre?

 Lo que me produce dolor de corazón es el hecho de que muchos que ahora se sienten perplejos y tentados tuvieron abundantes pruebas y la oportunidad de evaluar, de orar y de comprender y, a pesar de ello, no disciernen la naturaleza de los sofismas que se les presentan para influir en ellos a fin de que rechacen las advertencias que Dios ha dado para salvarlos de los engaños de estos últimos días".

Algunos han tropezado por el hecho de que yo dije que no pretendo ser profetisa, y han preguntado, "¿por qué?" No tengo pretensiones para presentar salvo la que se me ha dado, de que soy la mensajera del Señor. . . 

Al comienzo de mi obra varias veces se me preguntó: "¿Es usted profetisa?" Siempre respondí: "Soy la mensajera del Señor". Sé que muchos me han llamado profetisa, pero yo no he reclamado este título. 


 Mi Salvador me declaró su mensajera. "Tu obra" -me instruyó-, es llevar mi Palabra. Surgirán cosas extrañas. En tu juventud te aparté para llevar el mensaje a quienes yerran, para llevar la Palabra a los incrédulos y para que con la pluma y la voz repruebes sobre la base de la Palabra las acciones que no son correctas. Exhorta con la Palabra.
 
 Voy a abrir mi Palabra delante de ti . . . Mi Espíritu y mi poder estarán contigo.

"No temas a los hombres, porque mi escudo te protegerá. No eres tú quien habla. 
 Es el Señor que da el mensaje de advertencia y reproche. Nunca te desvíes de la verdad bajo circunstancia alguna. Da la luz que yo te daré. 
 Los mensajes para estos últimos días debieran escribirse en libros y debieran inmortalizarse, a fin de testificar contra los que se regocijaron una vez en la luz, pero que han sido impulsados a abandonarla debido a las influencias seductoras del mal"
(Manuscrito 63, del 26 de mayo de 1906, "Una mensajera"). 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

145. ¡CONTÉMPLENLO!


Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; 
por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. 1 Juan 3:1.

"Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él" (1 Juan 3:1). El mundo no comprende los principios que fundamentan nuestra conducta. Debemos estar delante de Dios con una conciencia libre de ofensa. Hay maravillosos privilegios para cada uno de nosotros. Dios nunca coloca delante de nosotros una exigencia sin darnos el poder para cumplirla. Nunca nos pide que demos un paso delante de Él. El abre el camino y nosotros debemos marchar detrás. Siguiéndole, no corremos peligro de extraviarnos. Esta es la única forma cómo podemos perfeccionar un carácter cristiano como mayordomos de la gracia de Dios.

A nosotros nos han sido confiadas las verdades del Evangelio para este tiempo. Es un tesoro maravilloso, y el Señor desea que nuestros ojos sean iluminados y nuestros corazones reavivados. Desea vigorizarnos y fortalecernos por el poder que nos da si somos fieles a Él. Desea que cada uno de nosotros perfeccione un carácter de acuerdo a la semejanza divina. El cristiano que no hace esto arroja oprobio sobre Dios. Deshonra a su Salvador. Los que tienen acceso a las palabras registradas en las Escrituras quedarán sin excusa si no las aplican a sí mismos, si no purifican sus corazones de pecado, En el último gran día habremos de ser juzgados por la luz que brilló desde el trono de Dios sobre nuestro sendero...

Tener el camino iluminado por la claridad del Evangelio de Cristo, tal como brilla la luz sobre nuestro sendero, implica una imponente responsabilidad, Debemos avanzar paso a paso, con los ojos puestos en nuestro Conductor. El no nos llevará ni un sólo paso fuera del camino correcto. 

Dios dio a Cristo al mundo 
para salvarnos de la muerte eterna. 
¡Contémplenlo, contémplenlo! 
 Continúen en la contemplación 
hasta que reflejen su imagen.  

 No acepten las palabras de ningún hombre, 
a menos que puedan ver que está 
conformado a la imagen divina, 
porque si lo hacen respaldan su proceder incorrecto; 
lo apoyan al pedirle su consejo y seguir sus directivas.

Lo que necesitamos es la palabra pura de la Santa Biblia. Cristo nos exige conformar nuestras vidas a su vida. Debemos conocer qué significa guardar los mandamientos de Dios en verdad y justicia. 
El amor que estaba en el corazón de Cristo debe estar en nuestro corazón, para que podamos revelarlo a los que nos rodean. 
(Manuscrito 66, del 25 de mayo de 1905,
 "La necesidad de la religión en el hogar"). 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

jueves, 13 de octubre de 2011

144. ¿QUE ESPÍRITU LOS IMPULSA?


Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán, conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. Apoc. 3:4.

En Sardis unos pocos mantuvieron su integridad. Su única esperanza estribaba en aferrarse a Dios y entonces habría de cumplirse en ellos la promesa: "Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre" (Isa. 13: 12). . . En la iglesia cristiana primitiva hubo hombres que fueron verdaderos discípulos de Cristo. Se reunían a menudo en los lugares donde habrían de ofrecerse oraciones. Trabajaban solamente para hacer avanzar los principios que llevaban la impronta del Cielo.

Primeramente hablaban con Dios a fin de asegurarse qué espíritu era el que los impulsaba, y luego examinaban estrecha y críticamente cada punto, cada método, cada principio, a la luz que reflejaba el Sol de Justicia. No aceptaban fuego extraño. Tomaban su fuego del altar divino. Para ellos los principios santos y justos eran sagrados, y cultivándolos se mantenían sin mancha en el mundo. Contemplando siempre a Jesús, notaban el espíritu con el cual había trabajado, y seguían su ejemplo. Compartían con otros los principios puros de la Palabra de Dios. 

 Esta Palabra era su consejera, su guía, su estrecha compañía. Para ellos las Escrituras eran la autoridad suprema. Para cada pregunta que los inquietaba tenían una norma para consultar. 
 No se trataba de preguntarse: "¿Qué dicen los hombres?", sino: "¿Qué dice el Señor?"

Los que sean constreñidos por el amor de Cristo serán fieles a la obra y a la Palabra de Dios. . . 
El verdadero cristiano debe sentir siempre que depende de su Hacedor. Y no se avergonzará de reconocer esta dependencia. Como Daniel, no se atribuirá méritos a sí mismo. Dará todo el honor a Dios, haciendo conocer tanto a los mundanos como a sus hermanos que depende del Señor, y quitará de su vida todo aquello que contriste al Espíritu Santo. Como Daniel, aprovechará cada oportunidad para aumentar sus conocimientos. Comerciará con los talentos que el Señor le ha dado de acuerdo a los principios santos especificados en la Palabra y esto multiplicará su habilidad. . . 

Si Dios da sabiduría a un hombre, su conducta estará en armonía con la voluntad de Dios, y los que se conecten con El tendrán confianza en su criterio para idear y planear para el progreso y el avance de la obra de Dios en la salvación de las almas que están a punto de perecer. 
 El apóstol Pedro dice: "Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder" (2 Ped. 1:2, 3). (Manuscrito 66, del 24 de mayo de 1898, dirigido a la Asociación General y a nuestras casas editoras). (Alza tus Ojos de E. G. de White)

143. ¿CÓMO ESTA MI ALMA?


 Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. 3 Juan 2.

 Dios desea que cada uno de nosotros encuentre su lugar. Cuando cada uno esté en su sitio, haciendo la obra que Dios le ha dado, habrá unidad perfecta. . . Necesitamos decir al mundo claramente que Dios envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. ¿Cómo debemos hacerlo? Haciendo todo esfuerzo posible en favor de la unidad. Cada uno debe sentir que es necesario confesar sus propias equivocaciones y errores, no las equivocaciones y errores de algún otro. . . Necesitamos unirnos como hombres responsables ante Dios. Fuimos comprados por precio. 
 Tenemos solamente un Juez, el Hombre Cristo Jesús. No se nos dio la obra de medirnos el carácter mutuamente. Son nuestros propios caracteres los que debemos medir mediante la verdad contenida en las Escrituras. Dios puede capacitarnos para hacer esto y puede impresionar en nuestras mentes lo que debemos hacer a fin de heredar la vida eterna . .

Dios ama a su pueblo y anhela que sus integrantes hagan paz con El. Desea que cada uno esté en una relación tal con los demás, que se muestre dispuesto a hacer cualquier sacrificio a fin de salvar las almas de sus hermanos, Puede ser que éstos no hayan hecho lo correcto, pero Dios desea que trabajemos fervorosamente para ayudarlos, de tal forma que su nombre no se vea deshonrado delante del mundo. Dios no nos da promesas porque siempre hemos obrado correctamente, sino para que su nombre pueda ser glorificado. Nadie trate de cubrir sus propios pecados revelando los errores de algún otro. Dios no nos ha encomendado esta obra. Debemos dar lugar para que los otros humillen sus corazones, de tal manera que puedan venir a la luz del conocimiento de Dios. . .

Hay algunos que se han estado cargando con responsabilidades que el Señor les ha prohibido desempeñar. Durante años les llegó luz, pero no le prestaron atención. ¿Qué debe hacerse? ¿Debiéramos permitir que estos hombres se hundan bajo las responsabilidades que eligieron tomar sobre sí? No, debemos ayudarlos a salir de su difícil situación. Nos corresponde hacer lo mejor que podamos para levantar la presión que pesa sobre estas almas agobiadas. . . 

Hágase cada uno la pregunta: ¿Cómo está mi alma hoy? 
 Y mañana repítase la pregunta: ¿Cómo está mi alma hoy? 
 De esta manera, día tras día, humille
 cada uno su corazón delante del Señor. 

 (Manuscrito 56, del 23 de mayo de 1904,
 un tema matutino presentado
 en Berrien Springs, 
Michigan, Estados Unidos). 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)