martes, 20 de diciembre de 2011

151. “LA OBRA DE CRISTO Y LA NUESTRA”



Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Mar. 16:15,16.

Puede resultar sorprendente para alguno que la obra de Cristo no se extendió a las naciones paganas, sino que estuvo circunscripta a una esfera tan pequeña. Pero esas naciones no estaban preparadas para su obra. Si El hubiera dedicado su tiempo a la conversión del mundo gentil, habría cerrado la puerta a través de la cual podía llevar su mensaje a la nación judía. . .

Con frecuencia, gente de otras naciones vino a Cristo para ser sanada, o para presentar algún pedido en favor de parientes o amigos. Esta gente representaba a la gran familia humana, que no conocía a Dios ni la verdad, pero que sentía un anhelo ferviente por algo que no tenía. Todos los que vinieron a Cristo escucharon sus enseñanzas, y al prestar atención a la Palabra de la verdad quedaron profundamente impresionados. 

Al pronunciar palabras de esperanza a estas almas cansadas e insatisfechas, al sanar las dolencias de aquellos que vinieron a El, Cristo estaba dejando un ejemplo que debía practicarse de un extremo a otro del mundo. El hablaba y actuaba para la humanidad en su totalidad. . . Aunque pasarían muchas generaciones, sus lecciones de servicio práctico habrían de ser dadas por sus testigos. 

Ascendería al cielo, pero su obra había de ser llevada adelante con un poder más grande que nunca antes, debido a que El y su Padre cooperarían en hacer por su pueblo cosas más grandes que las que se habían visto mientras estaba entre ellos.

Debemos trabajar mientras es de día, porque la noche viene cuando nadie puede obrar. 
Se representa nuestra vida como un día, y cuando nuestra obra termine, cuando el obrero cese su intensa actividad, la obra no cesará. Otros la asumirán. Aunque los instrumentos humanos mueran, 
la obra de Cristo no cesará, sino que continuará adelante con cada obrero que preste servicio a Dios y que trabaje como Cristo trabajó. 

A menudo sentimos que en la obra de Dios hay grandes intereses que deben ser administrados y que somos incapaces de hacerlo. Nos sentimos limitados. Recordemos que la obra de Cristo mientras estuvo en la tierra estuvo restringida a un círculo estrecho. Y a pesar de ello, multitudes de todas partes del mundo escucharon sus lecciones. Estaba impartiendo su mensaje a quienes más tarde habrían de llegar a ser sus discípulos.

Cristo desarrolló delante de sus discípulos y del mundo un ejemplo perfecto de verdadera religión. 
Y cuando los hombres perciban la importancia de mostrar paciencia, simpatía y consideración por las almas de los demás, tanto de los que están cerca como de los que están lejos, Cristo se revelará en sus seguidores. (Manuscrito 50, del 31 de mayo de 1897, "La obra de Cristo").  
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

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