TODO el cielo estaba esperando la hora de victoria cuando Jesús ascendería a su Padre. Los ángeles acudieron a recibir el Rey de gloria para escoltarlo en triunfo en su camino al cielo. Cuando Jesús bendijo a sus discípulos se separó de ellos y fue arrebatado hacia las alturas. Y cuando ascendía lo siguió la multitud de cautivos que se había levantado en ocasión de su resurrección. Lo aguardaba un enorme grupo de ángeles, mientras en el cielo un innumerable conjunto de seres angelicales aguardaba su llegada.
Al ascender hacia la Santa Ciudad los ángeles que escoltaban a Jesús clamaron: "Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria ". Los ángeles que se encontraban en la ciudad exclamaron con entusiasmo: "¿Quién es este Rey de gloria?" Los ángeles de la escolta respondieron en triunfo: "Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria". De nuevo los ángeles que aguardaban preguntaron: "¿Quién es este Rey de gloria?" Y los ángeles de la escolta respondieron melodiosamente: "Jehová de los ejércitos, él es el Rey de la gloria" (Sal. 24: 7-10). Y la procesión celestial entró en la ciudad de Dios.
Entonces toda la hueste celestial rodeó a su majestuoso Comandante, y con la más profunda adoración 249 se inclinaron ante él y depusieron sus coronas resplandecientes poniéndolas a sus pies. A continuación pulsaron sus arpas de oro, y en acordes dulces y melodiosos llenaron el cielo con rica música e himnos en honor del Cordero que fue inmolado y que no obstante vive otra vez en majestad y gloria.
La promesa del regreso
Mientras los discípulos contemplaban apenados hacia el cielo para captar la última visión de su Señor que se remontaba en las alturas, dos ángeles vestidos de blanco se pusieron junto a ellos y les dijeron: "Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo" (Hech. 1: 11). Los discípulos y la madre de Jesús, que con ellos había sido testigo de la ascensión del Hijo de Dios, pasaron la noche siguiente conversando sobre sus maravillosos actos y los extraños y gloriosos acontecimientos que habían ocurrido en tan corto tiempo.
La ira de Satanás
Satanás nuevamente se reunió en consejo con sus ángeles, y con amargo odio contra el gobierno de Dios les dijo que mientras retuviera su poder y su autoridad sobre la tierra, sus esfuerzos debían de duplicarse contra los seguidores de Jesús. No habían logrado prevalecer contra Cristo, pero debían derrotar a sus seguidores, de ser posible. En cada generación debían tratar de entrampar a los que creyeran en Jesús. Comunicó a sus ángeles que el Señor había dado a sus discípulos potestad para reprenderlos y desalojarlos, y para curar a los que 250 ellos afligieran. Entonces los ángeles de Satanás salieron como leones rugientes para tratar de destruir a los seguidores de Cristo. 251
(La Historia de la Redención de E.G.de White)
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