jueves, 30 de junio de 2011

16. “RESULTADOS DE LA RENOVACIÓN INTERIOR”


Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu. Efe. 3: 16.

Creemos que el fin está cerca, y en el corto tiempo que aún tenemos debemos hacer con fidelidad la obra que Dios nos ha encomendado. Mantendremos fervientes nuestras almas con el amor de Dios en la medida en que tratemos de encender los corazones de otros. Todavía estamos en el tiempo de gracia. Quien anhele fervorosamente la vida eterna deberá esforzarse por alcanzarla. La conseguirá mediante el deseo y los esfuerzos. El oro se halla oculto en la tierra. 
 El deseo y el esfuerzo combinados son los únicos medios para conseguir el tesoro. Si se despierta en nosotros el interés por las almas que están por perecer, habremos despertado nuestras propias almas.

Qué consuelo es saber que el Señor anhela que formemos parte de la familia celestial. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16). Necesitamos cultivar y ejercitar la fe. Nuestra fe debe manifestarse en obras. Debemos tener esa fe que obra por el amor y purifica el alma. La Palabra del Señor es vida y es poderosa, más aguda que cualquier espada de dos filos. Es poder cuando se la practica. La gran transformación que obra es interna. Comienza en el corazón y actúa hacia afuera. Con el corazón el hombre cree para justicia y con la boca confiesa para salvación. "Sacrificio y ofrenda no quisiste". Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Dios no se complace con una pretensión farisaica.

Debemos escondemos en Cristo, confiar en su amor, creer día tras día que nos ama con un amor que es infinito. No permita que nada la desanime y entristezca. Piense en la bondad de Dios. Recuerde sus favores y bendiciones.

Trabajo constantemente en tareas de redacción y predicación. El Señor ha sido mi mejor amigo y Ud. puede experimentar lo mismo. Que la alabanza al Señor esté siempre en nuestros corazones, en nuestras mentes y en nuestros labios. De esa manera podemos magnificar la verdad. El Espíritu Santo testificará a nuestro espíritu que en verdad somos hijos del Rey celestial. Tenga buen ánimo, porque Jesús es nuestro Amigo y Salvador personal. Nos ama, y si presta atención al pequeño gorrión, cuánto más amor y cuidado manifestará por nosotros. 
 La memoria se debilita cuando no se la ejercita. De la misma manera, nuestra fe, esperanza y valor se vuelven débiles a menos que miremos a Jesús con toda la confianza con la que un niñito contempla a su madre. Contemplándole somos transformados a su semejanza. Que ningún pensamiento de incredulidad se entreteja en nuestra experiencia religiosa. El Señor será nuestra eficiencia y nuestra recompensa extraordinariamente grande.
(Carta 20, del 16 de enero de 1898, dirigida a la hermana Kelsey). 29


(Alza tus Ojos de E. G. de White)

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