domingo, 5 de julio de 2020

293. “EL DEBE CRECER”


Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe. Juan 3:30.

En cierta ocasión los gobernantes judíos enviaron mensajeros a Juan el Bautista para inquirir: "¿Tú, quién eres?"... El dijo: "Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías" (Juan 1:19,23)... 

Nadie que haya escuchado las palabras de Juan y haya notado la seriedad de su conducta, pudo dudar de que se refería al Cristo prometido al mundo por tanto tiempo... Multitudes aceptaban la predicación de Juan, y lo seguían de lugar en lugar. Muchos abrigaron en sus corazones la esperanza de que él fuera el Mesías. Pero, a medida que veía que el pueblo se volvía a él, procuraba dirigir sus mentes hacia el que venía...

Ahora, justamente antes de la venida de Cristo en las nubes del cielo, ha de efectuarse una obra como la que realizó Juan el Bautista. El Señor llama a hombres que preparen a un pueblo que esté firme en el gran día del Señor. 
El mensaje que precedió el ministerio público de Cristo fue: "Arrepentíos, publicanos y pecadores; arrepentíos, fariseos y saduceos; arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (véase Mateo 3:2). Como pueblo que cree en la pronta manifestación de Cristo, tenemos un mensaje que dar: "Preparaos para ir al encuentro de vuestro Dios". Nuestro mensaje debe ser tan directo como lo fue el de Juan. Reprendió a reyes por su iniquidad. A pesar de que arriesgaba constantemente su vida, no vaciló en declarar la Palabra de Dios; 
y nuestra obra en estos tiempos debe realizarse con la misma fidelidad.

A fin de dar un mensaje tal como el que Jesús dio, debemos tener una experiencia espiritual como la suya. La misma obra debe ser elaborada en nosotros.  Debemos contemplar a Dios, y al hacerlo, perderemos de vista el yo.

Juan tenía los defectos y debilidades típicos de la humanidad, pero el toque del amor divino lo había transformado. Cuando sus discípulos, después que hubo comenzado el ministerio de Cristo, se quejaron de que todos los hombres estaban siguiendo a un nuevo maestro, el Bautista demostró cuán claramente comprendía su relación con el Mesías, y cuán gozosamente daba la bienvenida a quien había preparado el camino. "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" (Juan 3:30). Viendo por fe al Redentor, Juan se había elevado a la altura de la abnegación. No procuró atraer los hombres a sí mismo, sino elevar sus pensamientos más y más alto, hasta que se detuvieran sobre el Cordero de Dios...

Los que son fieles al llamado de Dios como sus mensajeros no procuraran su propio honor. El amor al yo será absorbido por el amor a Cristo.  Reconocerán que es obra suya proclamar, como lo hizo Juan el Bautista: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Ensalzarán a Jesús, y con El, la humanidad será ensalzada.
 (Manuscrito 113, del 21 de octubre de 1907, "No juzguen").  
Alza tus Ojos (EGW) 307