Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Juan 15:1,2.
Cuando nos sobrecojan las pruebas, no meditemos en la magnitud de ellas, ni pensemos que no podemos gozarnos en el Señor. Es cierto que tendremos sentimientos cambiantes. Pasaremos por momentos de desánimo y depresión. ¿Pero viviremos por sentimiento o por fe? Cuando nuestros hermanos y amigos hablen imprudentemente, no nos descorazonemos. Recordemos que nos hallamos en un mundo de pruebas y dolor, de penas y desilusiones. Estas experiencias deberían conducirnos a Cristo. Si no lo hacen, sufriremos una pérdida.
Cuando estemos tentados a abandonarnos al desaliento estudiemos la vida y las experiencias de Cristo. Tuvo que contender con los poderes de las tinieblas para que no lo vencieran. Nosotros tenemos las mismas batallas que pelear, las mismas victorias que ganar. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). Es nuestro privilegio aferrarnos de la fortaleza del que puede salvar hasta lo sumo a todos los que acuden a Dios por medio de Él. El los invita a que presenten su caso ante el trono de la gracia y le entreguen su alma indefensa.
La purificación no es agradable, pero recordemos que Cristo vino al mundo y se humano para poder cargar las aflicciones que debemos soportar, y ser un ejemplo de fiel tolerancia bajo toda forma de prueba. Dios quiere que nos demos cuenta de que somos parte de la gran familia humana, y que debemos soportar las pruebas. . . Aférrense de la divinidad. Vayan a los pies del Señor y díganle: "Señor, te confío mi alma desvalida. Ayúdame a controlar mi conversación. Enséñame a vencer". Cristo le dará un espíritu triunfante. "Y ellos le han vencido", leemos, "por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos" (Apoc. 12:11).
Pueden dar un testimonio opuesto al que Satanás haría que ustedes den. Pueden preservar la mente y el corazón santificados por la obediencia a la verdad. Mantengan el corazón y la mente unidos a Cristo. Este es su privilegio. Los sufrimientos y la muerte de Jesús pagaron el precio de la redención, y por medio de la fe en El pueden vencer. . .
Que el amor de Cristo more en sus corazones. No pueden ser santificados en la verdad mientras las palabras y los caracteres no estén en armonía con el Espíritu de Dios. Si el temperamento precipitado y el habla imprudente no logran vencerse en esta vida, nunca podrán ser transferidos a las cortes divinas y a la presencia de Jesucristo. Debemos graduarnos cabalmente en esta vida si hemos de ser trasladados a la escuela superior de las cortes celestiales. (Manuscrito 79, del 26 de agosto de 1909, "Para que pueda llevar más fruto", sermón predicado en Council Grove, Kansas, en un congreso anual). Alza tus Ojos de E. G. de White
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