Mientras ellas iban, he aquí unos de la
guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de
todas las cosas que habían acontecido. Mat. 28:11.
Los ángeles del Señor sobresalen en
fortaleza. Un ángel apareció ante la guardia
romana designada para vigilar la tumba de Cristo y los llenó de temor, y
temblaron y quedaron sin fuerzas, como muertos. Sin embargo la escena entera se
grabó en sus mentes.
Un ángel poderoso, con extraordinaria gloria, descendió de
los cielos al sepulcro terrenal, y tomando la piedra sellada la quitó como si
hubiera sido un guijarro. Luego se escuchó que, con voz que hizo estremecer la
tierra, dijo: "Jesús, Hijo de Dios, tu Padre te llama". Entonces Aquel que había ganado poder para
vencer la muerte y el sepulcro salió y proclamó fuera de la agrietada tumba de
José:
"Yo soy la resurrección y la vida".
Los soldados se apresuraron a ir hasta
los sacerdotes, y con corazones temblorosos les narraron lo acontecido. Los
rostros de los sacerdotes se tornaron como de muertos. Caifás trato de hablar.
Sus labios se
entreabrieron pero no emitieron sonido alguno. Los soldados estaban a punto de
abandonar la sala del concejo cuando una voz los detuvo. Caifás finalmente pudo
hablar. "Esperen, esperen",
dijo. "No digan a nadie lo que han
visto". Se dio a los soldados un
informe mentiroso. "Digan", ordenaron los sacerdotes, "que sus
discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos" (Mat. 28:13).
Los soldados vendieron su
integridad por dinero. Entraron ante los sacerdotes cargados con el más
sorprendente mensaje de verdad; salieron con una carga de dinero y un informe
falso en sus lenguas, fraguado para ellos por los mismos rabinos.
Este engaño se difundió lejos y
cerca. Pero había testigos de la
resurrección de Cristo a quienes los sacerdotes no pudieron acallar. Algunos de
los muertos que se levantaron con Cristo aparecieron a muchos y declararon que
El había resucitado. Y Cristo mismo
permaneció con sus discípulos durante cuarenta días después de haberse
levantado de los muertos, y antes de su ascensión [El] les indicó su misión,
mandándolos que fueran a todo el mundo y predicaran el Evangelio a toda
criatura.
En esta era, tiempo de las maravillas
satánicas, todo lo concebible se dirá y hará para engañar si fuere posible a
los mismos escogidos. Que los creyentes no digan nada que exalte el poder de
Satanás. El Señor distinguirá a su pueblo observador de sus mandamientos, con
notables señales de su favor, si son formados y moldeados por su Espíritu,
edificados en la más santa fe, prestando estricta atención a la voz de su
Palabra. (Carta 195, del 6/09/1903, dirigida a W. C. White).
Alza tus Ojos de E. G. de White
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