lunes, 20 de mayo de 2019

271. “QUE EL ESPÍRITU DE DIOS MOLDEE”


Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Rom. 6:13.

El Señor desea que sus siervos escogidos aprendan a fusionarse.  Hemos de brindar a los habitantes del mundo una decidida influencia para bien. Por muy diversos que sean los talentos de sus obreros, éstos han de trabajar unidos, revelando todos amabilidad y amor. Por medio de diferentes dones la verdad ha de ser proclamada, controlados todos los dones por el mismo Espíritu. . .

"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mat. 11:28). Esta es la receta para curar las enfermedades espirituales, mentales y físicas.  

Es la dádiva de Cristo para todos los que lo buscan en verdad y con sinceridad. El es el poderoso Sanador. Luego nos hace otra invitación: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (vers. 29,30).  

Usando el yugo de Cristo, y aprendiendo de El las lecciones de mansedumbre y humildad, hallamos descanso en la fe, en la seguridad y en la confianza. Descubrimos que el yugo de Cristo es fácil, y su carga, ligera.

Que aquellos que tienen responsabilidades recuerden que es el Espíritu Santo quien realiza la tarea de moldear. Es el Señor quien controla. No debemos tratar de forjar según nuestras propias ideas a aquellos por quienes trabajamos. Debemos dejar que Cristo realice esta labor. El no sigue modelo humano alguno. Actúa de acuerdo con su propia mente y espíritu.

Es obra del hombre revelar al mundo lo que Jesús puso en su corazón. Por medio de su gracia el hombre llega a ser partícipe de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. Las más elevadas facultades del que recibe a Cristo son vigorizadas y ennoblecidas. Recibe la idoneidad necesaria para el servicio de Dios. . .

Aquel que una vez fue el querubín cubridor, cuya tarea consistía en velar de las inteligencias celestiales la gloria de Dios, pervirtió su intelecto y se separó del Señor. Si un ser tan exaltado pudo caer tan bajo como para convertirse en el autor del pecado, que el hombre no se vanagloríe, sino que aprenda a llevar, lleno de gracia, el yugo de Cristo, manifestando su mansedumbre y humildad, creyendo en El, colaborando con El. "Porque habéis sido comprados por precio; glorificad pues, 
a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (1 Cor. 6: 20).
 (Carta 197, del 29 de septiembre de 1901, dirigida al pastor S. N. Haskell y Sra.). 
Alza tus Ojos (EGW)

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