miércoles, 20 de junio de 2012

235. “FIDELIDAD EN LAS COSAS PEQUEÑAS”


Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, 
tendrás autoridad sobre diez ciudades. Luc. 19:17.

Si nuestro temperamento activo nos lleva a acumular una gran cantidad de trabajo que no tenemos la fortaleza ni la gracia de Cristo para realizar inteligentemente, con orden y exactitud, todo lo que emprendemos revela imperfección, y el trabajo está estropeado constantemente. 
 Dios no es glorificado por buena que sea la motivación...

El Señor nos manda que prestemos atención a sus palabras. El servicio cuidadosamente realizado es de valor a la vista de Dios aunque sea fácilmente pasado por alto por los ojos humanos; sin embargo, es indispensable en este mundo. Dios desea obreros inteligentes, que realicen su tarea no apresurada sino cuidadosa y concienzudamente, conservando siempre la humildad de Jesús. Los que cumplen con solicitud y esmero las obligaciones mayores, deberían también dedicar atención y preocupación por las más pequeñas, manifestando precisión y diligencia.

Oh, cuánto trabajo se hace con descuido, cuántos asuntos pendientes quedan sin resolver por el constante afán de emprender obras mayores. Hacen caso omiso de la labor que se relaciona con el servicio de Dios porque aceptan tanto trabajo que nada se lleva a cabo minuciosamente. Pero cada tarea pasa por el escrutinio del Juez de toda la tierra. Los deberes menores relacionados con el servicio del Maestro cobran importancia porque es el servicio de Cristo.

 Deberían tomar precauciones contra el egoísmo y la autoestima, pues son sus enemigos más acérrimos. Pero cuán fácilmente encuentra el yo oportunidades de mostrarse, cómo se regocija Satanás con esas exhibiciones y qué apenados y avergonzados están los ángeles de Dios por la insensatez del hombre. Cuán diferente de Cristo; qué contraste con el ejemplo que El nos dio en su propia vida. Cuán lejos de sus requerimientos de crucificar el yo con sus pasiones y concupiscencias... No sólo hemos de ser partícipes con Cristo en sus sufrimientos y sacrificios, sino que hemos de imitarlo en las pequeñas crucifixiones diarias del yo, y en la negación de las inclinaciones personales. 

¿Qué sentiremos cuando estemos en pie sobre el mar de vidrio? ¿Recordaremos nuestra impaciencia aquí? Estaremos en las colinas eternas del paraíso y entenderemos los acontecimientos de nuestra vida pasada y veremos cuántas pruebas innecesarias tuvimos que sobrellevar porque pensábamos que Dios dependía de nosotros para hacer todo. Dios nos ayude a ver nuestra pequeñez y su grandeza. El prohibe que tengamos ideas exaltadas de nuestra propia grandeza y que ensalcemos el yo. Magnitud de experiencia no es medida de valía. Dios tiene normas muy diferentes a las humanas. Si entendiéramos cuánto valemos para Dios, veríamos valía donde suponíamos que había insignificancia, e insignificancia donde suponíamos que había grandeza.
(Carta 48, del 24 de agosto de 1886, dirigida "A los estimados hermanos dedicados a la obra en Nimes, [Francia]"). Alza tus Ojos de E. G. de White

234. “TENGAN EN VISTA LA GLORIA DE DIOS”


Y vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, 
sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor. Efe. 6:4.
El Señor nos manda cultivar la religión en el hogar, haciendo que el temor de Dios se propague en la familia. Cuando los padres descuidan sus obligaciones para con sus hijos y no los dirigen de acuerdo con los principios correctos, le dan oportunidad al enemigo de obtener control sobre sus vidas. 
 Los hijos a los que se les permite hacer caso omiso de la autoridad paterna nunca son felices. 
 En los primeros años de su vida todos han de prepararse para llegar a ser miembros de la familia real. Padres y jóvenes deberían agradecer al Señor en oración y alabarlo por el privilegio de ser hechos hijos de Dios y ciudadanos de su reino.

Abrahán es un noble ejemplo de un fiel padre de familia. El nos dejó un modelo de la obediencia incondicional que todos deberíamos rendir. El que bendice a los justos dijo de Abrahán: "Yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí" (Gén. 18:19). Guardarán el camino del Señor para hacer justicia y juicio. No hablará palabras de hipocresía o engaño. No habrá traición a las obligaciones sagradas. Abrahán guardará la ley de Dios como uno que es responsable ante el Legislador.

Cuando trabajemos juntos del modo en que lo hizo Abrahán, con seguridad recibiremos el encomio del Cielo. El fue, de manera notoria, escogido para andar en el camino del Señor, y gobernó su casa con las influencias combinadas de autoridad y afecto. El Santo nos ha dado normas que debemos obedecer, y de las cuales no podemos desviarnos sin pecar. Fuimos comprados por precio. 
 La fe y las obras han de hacernos completos en Cristo. Así nos mantendremos en el camino del Señor. Cuando el corazón es manso y humilde, Dios puede impresionar el alma. Su Palabra es nuestra consejera. Obedezcamos sus enseñanzas.

En todo nuestro accionar necesitamos mantener en vista la gloria de Dios. Su Palabra es nuestra guía. Difúndase este testimonio como el poder de Dios para salvación a todos los que creen. Hablemos de la fe y andemos por fe. Oh, qué obra la nuestra, qué privilegio, hablar y actuar para fijar la convicción en los corazones y en las conciencias de los hombres. El Espíritu Santo nos guía en esta tarea y logramos éxito cuando tenemos una estricta consideración por el temor de Dios. 

El es el que escudriña los corazones, y nos alienta a saber que, si rendimos a Dios un servicio inteligente y andamos humildemente en la luz que nos ha otorgado por gracia, no seremos abandonados a trabajar apoyados en la fuerza humana. Cristo vino a este mundo, Como varón de dolores experimentado en quebranto, para soportar la prueba y familiarizarse con los chascos, de modo que pudiera enseñar a los hombres y las mujeres a ser como Dios. 
(Carta 242, del 23 de agosto de 1908, dirigida a S. N. Haskell, 
 presidente de la Asociación de California
Alza tus Ojos de E. G. de White

233. “FAMILIARÍCENSE CON DIOS”


Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien. Job. 22:21.  

El amor por Dios debería guiarnos a encontrar verdadero placer en conocer y hacer su voluntad. 
 Así estaremos diariamente mejor preparados para ser vencedores, para ser ejemplos del poder que tiene la gracia celestial para elevar y ennoblecer a los seres humanos. Cristo fue tentado en todo punto como nosotros, no obstante El venció.

Y hoy espera oír y responder los fervientes pedidos de sus hijos en favor de la gracia que los capacitará para triunfar. Sean amables con quienes se relacionen; así lo serán también con Dios. Alábenlo por su bondad; así se constituyen en sus testigos, y se preparan para asociarse con los ángeles. Están aprendiendo en este mundo a cómo conducirse en la familia de Cristo en los cielos.

No demoren en familiarizarse con los principios que los hijos de Dios deben seguir. Estamos aquí para imitar el carácter de Cristo y familiarizarnos con su bondad, su humildad. Esto nos colocará donde nuestra foja de servicios indique: "Estáis completos en él" (Col. 2:10). Por la paciencia, la amabilidad, el dominio propio, hemos de mostrar que no somos del mundo, que día tras día estamos aprendiendo las lecciones que nos harán idóneos para entrar en la escuela superior.

 Cuando los redimidos de Dios sean llamados al cielo, no dejarán tras ellos el progreso que lograron en esta vida al contemplar a Cristo. Continuarán aprendiendo más y aún más acerca de Dios. 
 Llevará sus logros espirituales a las cortes celestiales, sin dejar en este mundo nada de origen divino. Cuando los libros del cielo sean abiertos, se le asignará a cada vencedor su parte y su lugar allí, según el perfeccionamiento que haya alcanzado en esta vida.

Los hijos y las hijas de Dios se sienten impulsados a perseverar en la tarea de vencer cuando cada día comprenden que necesitan aprender del Espíritu Santo la senda del bien y la justicia. Ninguna obra falsa tiene lugar en su servicio. Todos los días se dan cuenta de que deben mantener firme su confianza desde el comienzo hasta el final. Cuando alguien se desvía del sendero recto, el Espíritu Santo, obrando en su mente, lo lleva a confesar su error de modo que pueda servir de advertencia para que otros no hagan lo mismo. Nadie debe creer que su posición es tan exaltada que no necesita reconocer sus faltas, no sea que los demás lo tengan en poca estima... 

Nunca debería un hombre ser tan orgulloso como para no poder admitir: "Me he equivocado". 
 Lo menos que puede hacer después de haber pecado es dar evidencias de su tristeza y arrepentimiento. Quienes así procedan serán honrados por Dios, aunque cometan errores.
 (Manuscrito 31, del 22 de agosto de 1903, "Enseñanzas del tercer capítulo de primera de Juan").  
Alza tus Ojos de E. G. de White