martes, 25 de septiembre de 2012

245. “EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN”


E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria. 
1 Timoteo  3:16. 

¿Fue la naturaleza humana del hijo de María transformada en la naturaleza divina del Hijo de Dios? No, ambas naturalezas fueron misteriosamente fusionadas en una sola persona: el Hombre Cristo Jesús. En El moraba toda la plenitud de la Divinidad corporalmente. Cuando Cristo fue crucificado, fue su naturaleza humana la que murió. La Deidad no se debilitó ni murió; eso habría sido imposible. Cristo, el Inmaculado, salvará a cada hijo e hija de Adán que acepte la salvación ofrecida, y que consiente en ser hijo de Dios. El Salvador compró a la raza caída con su propia sangre. Este es un gran misterio, un misterio que no será total y completamente comprendido en su magnitud hasta que la traslación de los redimidos tenga lugar. 

Entonces el poder, la grandeza y la eficacia del don de Dios para el hombre serán entendidos. 
 Pero el enemigo está decidido a que este don esté envuelto en el misterio que llegue a ser insignificante. Tendremos que enfrentar falsos sentimientos. Nunca, nunca podremos permitimos poner nuestra confianza en la magnificencia humana, como algunos lo han hecho, mirando al hombre como los ángeles en el cielo lo hicieron con el rebelde Lucifer y finalmente perdieron el sentido de la presencia de Cristo y de Dios. ¿Quién, escudriñando, puede descubrir a Dios en su perfección? 

Los evangelios presentan el carácter de Cristo como infinitamente perfecto. Desearía poder decir esto de modo tal que el mundo entero pudiera oír el propósito de la misión y obra de Cristo. 
 Lean y escudriñen las Escrituras, en las cuales Jesús aparece como el ideal divino de nuestra fe. Cuando el ser finito, bajo la sutil influencia del tentador, comienza a cuestionar las palabras de Aquel a quien se llama "Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz" (Isa. 9:6), 
su concepto de sí mismo aumenta y el de Cristo y Dios disminuye... 

Los hombres más talentosos de la tierra podrían hallar abundante motivo de placer -desde ahora hasta el juicio- por todas las facultades otorgadas por el Señor, en ensalzar el carácter de Cristo. Pero aun así no lograrían presentarlo como El es. Los misterios de la redención, incluyendo el carácter divino-humano de Cristo, su encarnación, su expiación por el pecado, podrían emplear las plumas y las facultades mentales más agudas de los hombres más sabios a partir de ahora hasta que Jesús sea revelado en las nubes del cielo en poder y gran gloria.  

 Sin embargo, aunque esos hombres pusieran toda su capacidad para tratar de ofrecer una representación de Cristo y su obra, la misma estaría lejos de la realidad... El tema de la redención ocupará la mente y la lengua de los redimidos a través de las edades eternas. El reflejo de la gloria de Dios brillará siempre y para siempre del rostro del Salvador.
 (Carta 280, del 3 de septiembre de 1904, 
dirigida a los ministros, médicos y maestros). 
Alza tus Ojos de E. G. de White


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