Apocalipsis, Libro del
(gr. Apokálupsis, "apocalipsis", "revelación", "quitar el velo [develar]").
Ultimo libro del NT cuya denominación, dada por su autor, es "La revelación de Jesucristo" (1:1). En los manuscritos más antiguos que tenemos simplemente dice: Apokálupsis IÇánnou, "Apocalipsis de Juan", pero títulos más complejos proceden de siglos posteriores. En la literatura religiosa apokálupsis se refiere a quitar el velo del futuro, especialmente mediante las profecías simbólicas. Daniel y Zacarías son las contrapartes en el AT del Apocalipsis del NT.
Durante el período intertestamental y del cristianismo primitivo, los judíos produjeron muchos otros apocalipsis no bíblicos, de los cuales las obras seudoepigráficas conocidas como 1 Enoc y los Oráculos Sibilinos son ejemplos dignos de notar de este tipo de actividad literaria. Véase Seudoepigráficos.
I. Canonicidad. Aunque la iglesia occidental aceptó el Apocalipsis como Escritura desde el mismo comienzo, por lo general las iglesias de Egipto, Palestina y Siria rechazaron su pretensión a ocupar un lugar en el canon sagrado, y recién a fines del s IV d.C. fue aceptado ampliamente en el Este. El primer escritor cristiano que se refirió expresamente al Apocalipsis fue Justino Mártir (c 140 d.C.). El primer comentario conocido sobre él fue escrito c 170 d.C. por Melitón de Sardis, cuya iglesia se menciona en el Apocalipsis. Cipriano de Cartago, a mediados del s III d.C., exaltó el Apocalipsis, mientras que Eusebio de Cesarea (6 340 d.C.) no estaba seguro de su autenticidad pero permitía su lectura. Gregorio Nacianceno (6 389? d.C.) publicó una lista de los libros del NT en que omitía el Apocalipsis, como también lo hizo Cirilo de Jerusalén (6 386 d.C.). No fue hasta la "Carta Pascual" de Atanasio (367 d.C.) que los 27 libros del NT que hoy conocemos se mencionaron como canónicos.
II. Autor. El autor del Apocalipsis se identifica como "Juan" (1:1, 4, 9; 21:2; 22:8), "vuestro hermano" (1:9). Aparentemente, era tan bien conocido que no consideraba necesario aportar más datos para ganar la confianza de sus lectores. Todos los escritores cristianos hasta mediados del s III d.C., cuyas obras nos han llegado y que mencionan el tema, lo atribuyen a Juan el apóstol. Entre ellos están Justino Mártir (6 c 165 d.C.), Ireneo (6 c 202 d.C.), Tertuliano (6 c 240 d.C.), Hipólito (6 c 235 d.C.), Clemente de Alejandría (6 c 220 d.C.) y Orígenes (6 c 254 d.C.). Ireneo también menciona que el apóstol Juan vivió en Efeso hasta los días del emperador Trajano (98-117 d.C.), y Polícrates (6 c 200 d.C.) testifica que fue enterrado allí. Estas declaraciones coinciden con el hecho de que Juan se dirigió a Efeso y a las otras iglesias de Asia (Ap. 1:4, 11). Sin embargo, se ha interpretado cierta declaración de Papías (6 c 163 d.C.), citada por el historiador eclesiástico Eusebio (6 c 340 d.C.), en el sentido de que el apóstol Juan habría muerto mucho antes del fin del s I d.C.
Desafortunadamente las obras de Papías se han perdido, y todo lo que se sabe de lo que escribió existe como citas muy fragmentarias conservadas por Eusebio y otros escritores. Sin embargo, las conclusiones basadas en la dudosa declaración de Papías son, en el mejor de los casos, altamente conjeturales.
El primer desafío serio a la autoría juanina fue presentada por Dionisio de Alejandría (6 c 265 d.C.). Por causa de sustanciales diferencias literarias entre el Apocalipsis y el Evangelio de Juan, llegó a la conclusión de que las 2 obras no habrían procedido del mismo autor. Por ejemplo, la palabra pistéuÇ, "creer", aparece 100 veces en el Evangelio y ni una sola vez en el Apocalipsis; kósmos, "mundo", 79 veces en Juan y 3 veces en el Apocalipsis; allá, "mas", más de 100 veces en Juan y sólo 13 veces en el Apocalipsis; al referirse a Cristo como "el Cordero", el Evangelio siempre usa la palabra amnós, mientras que el Apocalipsis, sin excepción, emplea arníon, y muchas otras diferencias lingüísticas.
Dionisio también notó que el griego del Evangelio es correcto e idiomático, mientras que en muchos lugares el del Apocalipsis se aparta de la gramática y la sintaxis griegas aceptadas. No se puede negar que el vocabulario y el estilo literario del Apocalipsis son notablemente diferentes de los del Evangelio de Juan. El primero muestra un poco usual grado de libertad de las normas corrientes de la dicción y sintaxis griegas, mientras que el lenguaje del Evangelio se conforma al buen uso del griego.
Dionisio también enfatizó que mientras en el Apocalipsis el autor repetidamente da su nombre, el del Evangelio de Juan esconde su identidad. Además, Eusebio, aparentemente influido por Dionisio, interpretó la afirmación de Papías (mencionada más arriba) en el sentido de que hubo 2 personas de nombre Juan que vivieron en el Asia hacia fines del s I 70 d.C. -el apóstol y otra persona llamada "el anciano" o presbítero-, y concluye que éste fue el autor del Apocalipsis. Sin embargo, por la cita de Papías también se puede identificar a ese "presbítero" con Juan el apóstol.
Parece que estas críticas tuvieron gran influencia sobre el pensamiento de la iglesia oriental con respecto a la canonicidad del libro. Muchos eruditos modernos han seguido a Dionisio y a Eusebio en sus conclusiones. Pero ciertas consideraciones testifican de que las evidencias sobre la que se basan estas conclusiones no son tan sólidas ni tan impresionantes como podrían parecer a primera vista. Además, hay 2 paralelos sorprendentes entre las 2 obras que sugieren con fuerza que se deben a la misma persona. Hay que recordar que el griego no era el idioma nativo de Juan, y que al ser llamado muy probablemente era un pescador sin instrucción. Hasta qué punto dominó más tarde el griego no se sabe, aunque el hecho de que pasó sus últimos años en Efeso, en una región de habla griega, sugeriría que sin duda alcanzó un cierto grado de fluidez en esa lengua. Al escribir el Evangelio, que refleja el pensamiento y el pulimento deliberado de un autor que trabaja con tranquilidad en su estudio, Juan (como Pablo y otros escritores del NT) bien pudo tener los servicios de un amanuense o secretario griego.
Por otro lado, en el Apocalipsis declara explícitamente que estaba en la "isla llamada Patmos" (1:9), donde sin duda se vio forzado a depender de su propio conocimiento limitado de las sutilezas del griego. Como su lengua nativa era el arameo, no sorprende que el Apocalipsis, aunque escrito en griego, en muchos lugares refleje expresiones idiomáticas semíticas y a menudo se aparte de la buena gramática del griego. La situación en que se escribió el Apocalipsis es suficiente para explicar las grandes diferencias de lenguaje y construcción gramatical entre éste y el Evangelio. Para equilibrar las diferencias lingüísticas, existe gran cantidad de paralelos literarios.
Por ejemplo, el Apocalipsis habla del "agua de la vida" (21:6; 22:17), y el Evangelio, del "agua viva" (Jn. 4:10; 7:38; cf Ap. 22:17; Jn. 7:37). Ciertas expresiones características de Juan, que aparecen en ambos libros pero no en alguna otra parte del NT, son ópsis, "apariencia" o "rostro" (Jn. 7:24; 11:44; cf Ap. 1:16); terein tón lógon, "guardar mi palabra" (Jn. 8:51, 52, 55; cf Ap. 3:8, 10); y ónoma auto, "su nombre" (Jn. 1:6; 3:1; cf Ap. 6:8). Excepto en los casos en que se usan símbolos del AT, sólo el Evangelio de Juan (1:29, 36) y el Apocalipsis (5:6, y otras 28 veces) caracterizan a Cristo como el Cordero. Así, desde un punto de vista estrictamente erudito, los argumentos en favor de la posición tradicional que hacen del apóstol Juan el autor del Apocalipsis son totalmente tan razonables y válidas como los de quienes rechazan esa postura. Por cuanto los escritores cristianos en general (hasta mediados del s III d.C.) afirman la autoría de Juan, y el desafío no surgió hasta casi un siglo después de haberse escrito el libro, hay sólidas evidencias en favor del punto de vista tradicional.
III. Ambientación. Los eruditos están divididos con respecto a atribuir una datación temprana a la composición del Apocalipsis -generalmente durante el reinado de Nerón (54-68 d.C.)- o una fecha tardía (fines del reinado de Domiciano; 81-96 d.C.). Nerón fue notable como el 1er emperador romano que persiguió a los cristianos. Muchos eruditos dicen que las persecuciones a la iglesia, reflejadas en varias, partes del Apocalipsis (cps 13 y 17), se refieren a las de Nerón. También notan que su nombre, Nerón César, cuando se usan las consonantes hebreas (Nrwn Qsr) dan como suma de su valor numérico el 666 de 13:18. En armonía con esto, muchos eruditos notables han fechado el Apocalipsis a fines de la década del 60 o en la del 70 d.C. Sin embargo, se debería notar que este razonamiento no depende de una evidencia objetiva sino de una interpretación subjetiva de ciertos pasajes del libro. Los primitivos escritores cristianos fueron casi unánimes en atribuir la composición del Apocalipsis en el reinado del emperador Domiciano. Ireneo, por ejemplo, declara que fue escrito "hacia el fin del reinado de Domiciano". Victorino (6 c 303 d.C.) dice que Juan fue "condenado a trabajar en las minas por César Domiciano", y que mientras estuvo allí "vio el Apocalipsis".
Eusebio, en forma similar, registra que Juan fue enviado a la isla de Patmos por Domiciano, y añade que fue liberado por su sucesor, Nerva (96-98 d.C.), tras lo cual el apóstol regresó a Efeso. Así, los primeros eruditos cristianos asignan la composición del Apocalipsis a fines del reinado de Domiciano, c 96 d.C. Domiciano (81-96 d.C.) estimuló el culto al emperador, pero los cristianos se negaban a venerarlo o dirigirse a él con el título de "señor", que ellos reservaban sólo para Jesucristo.
Cuando con todo celo Domiciano procuró establecer su pretensión a la deidad en la mente del populacho y obligar a sus súbditos a adorarlo, naturalmente encontró la oposición de los cristianos. Esta situación, sin duda, constituyó 71 la causa inmediata del exilio de Juan en Patmos, y así a la composición del Apocalipsis. En cuanto a su existencia, la iglesia afrontó la mayor amenaza externa que había conocido hasta entonces, y urgía una nueva revelación de Jesucristo para confirmar su fe. Así, las visiones otorgadas a Juan atendieron una necesidad específica en su propio tiempo: fortalecer a los cristianos en su rechazo a inclinarse ante el emperador y asegurarles de nuevo que su Señor, ascendido junto al trono de Dios, un día reinaría supremo sobre la tierra.
IV. Tema. En 4 líneas sucesivas de profecías, el Apocalipsis presenta la experiencia de la iglesia y los acontecimientos sobre la tierra que ocurrirán antes del establecimiento del reino de Jesucristo. El libro es una revelación de Cristo, quien está perfeccionando un pueblo sobre la tierra para reflejar su inmaculado carácter y guiarlo a través de las vicisitudes de la historia hacia la realización de su propósito eterno. El centro de atención es el fin cataclísmico del mundo y el establecimiento de un mundo nuevo.
V. Bosquejo. Las 4 principales divisiones proféticas son:
1. Las 7 iglesias (Ap. 1-3).
2. Los 7 sellos (4-8:1).
3. Las 7 trompetas (8:2-11:19).
4. Los acontecimientos finales del gran conflicto (12-22).
VI. Contenido. Después de una breve introducción (1:1-3), Juan registra una serie de 7 mensajes dirigidos a "las siete iglesias que están en Asia" (1:4): presenta a Cristo en diferentes aspectos de su ministerio en favor de ellas. Dirige a cada iglesia un mensaje de instrucción, advertencia y ánimo, particularmente apropiado a su situación específica. En vista de que en el Apocalipsis se enfatiza el inminente regreso de Cristo (1:1, 3; 3:11; 6:11; 12:12; 17:10; 22:6, 7, 12, 20), y por causa de la naturaleza de las promesas hechas a las 7 iglesias (2:7, 10, 11, 17, 26; 3:5, 10, 12, 21), es evidente que Juan preveía que esos mensajes serían relevantes para las necesidades de los creyentes hasta el regreso del Señor.
En armonía con esto, las cartas a las 7 iglesias proveen conducción, consuelo y fuerzas para la iglesia, no sólo de los días de Juan sino también de toda la era cristiana hasta el fin del tiempo. En el marco de una sublime descripción del trono de Dios, Juan presenta un libro "sellado con siete sellos" (cps 4 y 5) como prefacio para la profecía de los 7 sellos (6:1-8:1). Esta cadena profética presenta a Cristo como supervisor de los asuntos de la tierra y actuando para que todas las cosas obren de acuerdo con la voluntad de Dios en la preparación para "el gran día de su ira" (6:17). La visión de las 7 trompetas (8:2-11:19) presenta una serie de eventos que culmina cuando "los reinos del mundo" serán "de nuestro Señor y de su Cristo" (11:15).
Otro interludio (10:1-11:13) describe a un ángel que desciende del cielo con un "librito abierto", el que contiene un mensaje para "muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes" (10:2, 11). "El templo de Dios, y el altar, y... los que adoran en él" (11:1) son centrales en el mensaje de este libro, así como la obra de los "dos testigos" (v 3). La 4ª gran cadena profética (cps 12-22) representa a la iglesia de Dios sobre la tierra -figuradamente como "una mujer vestida del sol", y "el resto de la descendencia de ella" (12:1, 17)- soportando una severa persecución por parte del dragón (vs 13-17), de la bestia (13:1-8) y de "otra bestia" (vs 11-18).
La crisis culminante vendrá cuando los que aman y sirven a Dios tengan que afrontar el decreto de muerte de 13:15-17, que exige la lealtad al poder apóstata. Esta demanda de lealtad universal se opone a los mensajes proclamados por los 3 ángeles de 14:6-11. Confrontados con la amenaza de 13:15-17 y con la advertencia de 14:6-11, los habitantes de la tierra hacen la gran decisión final de ser leales a Dios o rechazar su generosa invitación. Los juicios de Dios (cps 15 y 16) son derramados entonces sobre los que desprecian su misericordia. La gran organización apóstata, "Babilonia, la gran ciudad", es aniquilada (cp 18). En el cielo se oye un himno de victoria (19:1-9), y Cristo aparece como Rey de reyes y Señor de señores para derrotar la coalición de reyes de la tierra que se levanta contra él (vs 11-21).
Después de 1.000 años, "los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios" serán"juzgados... por las cosas que estaban escritas en los libros" (20:5, 12). La gran escena del juicio se cierra con el lago de fuego, en la que el pecado y los pecadores son destruidos (vs 14, 15). Los cps 21:1-22:5 presentan al pueblo de Dios en la tierra nueva, en la propia presencia de Dios, reinando "por los siglos de los siglos" (22:5). Los vs 6-21 aparecen como la conclusión del Apocalipsis, que se cierra con un énfasis en el pronto regreso del Señor (v 20; véase CBA 7:733-744).
Bib.: Justino Mártir, Diálogo con Trifón 81; Ireneo, Contra las herejías iv.20.11; 30.4; v.26.1; 35.2; etc.; Tertuliano, Prescripción contra los herejes 36, y Contra Marción iii.14.3; etc.; Hipólito, Tratado sobre Cristo y el anticristo, xxxvi; Clemente de Alejandría, ¿Quién es el rico que se salvará? xlii; Orígenes, Comentario sobre Juan 1.14; Ireneo, 72 ibíd. iii.3.4 (ANF, t 1, p 416); Polícrates, Epístola a Víctor y la Iglesia Romana con respecto al día de guardar la Pascua (ANF, t 8, p 773); EC-HE iii.39.1-6; vii.24, 25; Ireneo, ibíd. v.30. 3 (ANF, t 1, pp 559, 560); Victorino, Comentario acerca del Apocalipsis, sobre 10:11 (ANF, t 7, p 353); EC-HE iii.20.8,9.
Durante el período intertestamental y del cristianismo primitivo, los judíos produjeron muchos otros apocalipsis no bíblicos, de los cuales las obras seudoepigráficas conocidas como 1 Enoc y los Oráculos Sibilinos son ejemplos dignos de notar de este tipo de actividad literaria. Véase Seudoepigráficos.
I. Canonicidad. Aunque la iglesia occidental aceptó el Apocalipsis como Escritura desde el mismo comienzo, por lo general las iglesias de Egipto, Palestina y Siria rechazaron su pretensión a ocupar un lugar en el canon sagrado, y recién a fines del s IV d.C. fue aceptado ampliamente en el Este. El primer escritor cristiano que se refirió expresamente al Apocalipsis fue Justino Mártir (c 140 d.C.). El primer comentario conocido sobre él fue escrito c 170 d.C. por Melitón de Sardis, cuya iglesia se menciona en el Apocalipsis. Cipriano de Cartago, a mediados del s III d.C., exaltó el Apocalipsis, mientras que Eusebio de Cesarea (6 340 d.C.) no estaba seguro de su autenticidad pero permitía su lectura. Gregorio Nacianceno (6 389? d.C.) publicó una lista de los libros del NT en que omitía el Apocalipsis, como también lo hizo Cirilo de Jerusalén (6 386 d.C.). No fue hasta la "Carta Pascual" de Atanasio (367 d.C.) que los 27 libros del NT que hoy conocemos se mencionaron como canónicos.
II. Autor. El autor del Apocalipsis se identifica como "Juan" (1:1, 4, 9; 21:2; 22:8), "vuestro hermano" (1:9). Aparentemente, era tan bien conocido que no consideraba necesario aportar más datos para ganar la confianza de sus lectores. Todos los escritores cristianos hasta mediados del s III d.C., cuyas obras nos han llegado y que mencionan el tema, lo atribuyen a Juan el apóstol. Entre ellos están Justino Mártir (6 c 165 d.C.), Ireneo (6 c 202 d.C.), Tertuliano (6 c 240 d.C.), Hipólito (6 c 235 d.C.), Clemente de Alejandría (6 c 220 d.C.) y Orígenes (6 c 254 d.C.). Ireneo también menciona que el apóstol Juan vivió en Efeso hasta los días del emperador Trajano (98-117 d.C.), y Polícrates (6 c 200 d.C.) testifica que fue enterrado allí. Estas declaraciones coinciden con el hecho de que Juan se dirigió a Efeso y a las otras iglesias de Asia (Ap. 1:4, 11). Sin embargo, se ha interpretado cierta declaración de Papías (6 c 163 d.C.), citada por el historiador eclesiástico Eusebio (6 c 340 d.C.), en el sentido de que el apóstol Juan habría muerto mucho antes del fin del s I d.C.
Desafortunadamente las obras de Papías se han perdido, y todo lo que se sabe de lo que escribió existe como citas muy fragmentarias conservadas por Eusebio y otros escritores. Sin embargo, las conclusiones basadas en la dudosa declaración de Papías son, en el mejor de los casos, altamente conjeturales.
El primer desafío serio a la autoría juanina fue presentada por Dionisio de Alejandría (6 c 265 d.C.). Por causa de sustanciales diferencias literarias entre el Apocalipsis y el Evangelio de Juan, llegó a la conclusión de que las 2 obras no habrían procedido del mismo autor. Por ejemplo, la palabra pistéuÇ, "creer", aparece 100 veces en el Evangelio y ni una sola vez en el Apocalipsis; kósmos, "mundo", 79 veces en Juan y 3 veces en el Apocalipsis; allá, "mas", más de 100 veces en Juan y sólo 13 veces en el Apocalipsis; al referirse a Cristo como "el Cordero", el Evangelio siempre usa la palabra amnós, mientras que el Apocalipsis, sin excepción, emplea arníon, y muchas otras diferencias lingüísticas.
Dionisio también notó que el griego del Evangelio es correcto e idiomático, mientras que en muchos lugares el del Apocalipsis se aparta de la gramática y la sintaxis griegas aceptadas. No se puede negar que el vocabulario y el estilo literario del Apocalipsis son notablemente diferentes de los del Evangelio de Juan. El primero muestra un poco usual grado de libertad de las normas corrientes de la dicción y sintaxis griegas, mientras que el lenguaje del Evangelio se conforma al buen uso del griego.
Dionisio también enfatizó que mientras en el Apocalipsis el autor repetidamente da su nombre, el del Evangelio de Juan esconde su identidad. Además, Eusebio, aparentemente influido por Dionisio, interpretó la afirmación de Papías (mencionada más arriba) en el sentido de que hubo 2 personas de nombre Juan que vivieron en el Asia hacia fines del s I 70 d.C. -el apóstol y otra persona llamada "el anciano" o presbítero-, y concluye que éste fue el autor del Apocalipsis. Sin embargo, por la cita de Papías también se puede identificar a ese "presbítero" con Juan el apóstol.
Parece que estas críticas tuvieron gran influencia sobre el pensamiento de la iglesia oriental con respecto a la canonicidad del libro. Muchos eruditos modernos han seguido a Dionisio y a Eusebio en sus conclusiones. Pero ciertas consideraciones testifican de que las evidencias sobre la que se basan estas conclusiones no son tan sólidas ni tan impresionantes como podrían parecer a primera vista. Además, hay 2 paralelos sorprendentes entre las 2 obras que sugieren con fuerza que se deben a la misma persona. Hay que recordar que el griego no era el idioma nativo de Juan, y que al ser llamado muy probablemente era un pescador sin instrucción. Hasta qué punto dominó más tarde el griego no se sabe, aunque el hecho de que pasó sus últimos años en Efeso, en una región de habla griega, sugeriría que sin duda alcanzó un cierto grado de fluidez en esa lengua. Al escribir el Evangelio, que refleja el pensamiento y el pulimento deliberado de un autor que trabaja con tranquilidad en su estudio, Juan (como Pablo y otros escritores del NT) bien pudo tener los servicios de un amanuense o secretario griego.
Por otro lado, en el Apocalipsis declara explícitamente que estaba en la "isla llamada Patmos" (1:9), donde sin duda se vio forzado a depender de su propio conocimiento limitado de las sutilezas del griego. Como su lengua nativa era el arameo, no sorprende que el Apocalipsis, aunque escrito en griego, en muchos lugares refleje expresiones idiomáticas semíticas y a menudo se aparte de la buena gramática del griego. La situación en que se escribió el Apocalipsis es suficiente para explicar las grandes diferencias de lenguaje y construcción gramatical entre éste y el Evangelio. Para equilibrar las diferencias lingüísticas, existe gran cantidad de paralelos literarios.
Por ejemplo, el Apocalipsis habla del "agua de la vida" (21:6; 22:17), y el Evangelio, del "agua viva" (Jn. 4:10; 7:38; cf Ap. 22:17; Jn. 7:37). Ciertas expresiones características de Juan, que aparecen en ambos libros pero no en alguna otra parte del NT, son ópsis, "apariencia" o "rostro" (Jn. 7:24; 11:44; cf Ap. 1:16); terein tón lógon, "guardar mi palabra" (Jn. 8:51, 52, 55; cf Ap. 3:8, 10); y ónoma auto, "su nombre" (Jn. 1:6; 3:1; cf Ap. 6:8). Excepto en los casos en que se usan símbolos del AT, sólo el Evangelio de Juan (1:29, 36) y el Apocalipsis (5:6, y otras 28 veces) caracterizan a Cristo como el Cordero. Así, desde un punto de vista estrictamente erudito, los argumentos en favor de la posición tradicional que hacen del apóstol Juan el autor del Apocalipsis son totalmente tan razonables y válidas como los de quienes rechazan esa postura. Por cuanto los escritores cristianos en general (hasta mediados del s III d.C.) afirman la autoría de Juan, y el desafío no surgió hasta casi un siglo después de haberse escrito el libro, hay sólidas evidencias en favor del punto de vista tradicional.
III. Ambientación. Los eruditos están divididos con respecto a atribuir una datación temprana a la composición del Apocalipsis -generalmente durante el reinado de Nerón (54-68 d.C.)- o una fecha tardía (fines del reinado de Domiciano; 81-96 d.C.). Nerón fue notable como el 1er emperador romano que persiguió a los cristianos. Muchos eruditos dicen que las persecuciones a la iglesia, reflejadas en varias, partes del Apocalipsis (cps 13 y 17), se refieren a las de Nerón. También notan que su nombre, Nerón César, cuando se usan las consonantes hebreas (Nrwn Qsr) dan como suma de su valor numérico el 666 de 13:18. En armonía con esto, muchos eruditos notables han fechado el Apocalipsis a fines de la década del 60 o en la del 70 d.C. Sin embargo, se debería notar que este razonamiento no depende de una evidencia objetiva sino de una interpretación subjetiva de ciertos pasajes del libro. Los primitivos escritores cristianos fueron casi unánimes en atribuir la composición del Apocalipsis en el reinado del emperador Domiciano. Ireneo, por ejemplo, declara que fue escrito "hacia el fin del reinado de Domiciano". Victorino (6 c 303 d.C.) dice que Juan fue "condenado a trabajar en las minas por César Domiciano", y que mientras estuvo allí "vio el Apocalipsis".
Eusebio, en forma similar, registra que Juan fue enviado a la isla de Patmos por Domiciano, y añade que fue liberado por su sucesor, Nerva (96-98 d.C.), tras lo cual el apóstol regresó a Efeso. Así, los primeros eruditos cristianos asignan la composición del Apocalipsis a fines del reinado de Domiciano, c 96 d.C. Domiciano (81-96 d.C.) estimuló el culto al emperador, pero los cristianos se negaban a venerarlo o dirigirse a él con el título de "señor", que ellos reservaban sólo para Jesucristo.
Cuando con todo celo Domiciano procuró establecer su pretensión a la deidad en la mente del populacho y obligar a sus súbditos a adorarlo, naturalmente encontró la oposición de los cristianos. Esta situación, sin duda, constituyó 71 la causa inmediata del exilio de Juan en Patmos, y así a la composición del Apocalipsis. En cuanto a su existencia, la iglesia afrontó la mayor amenaza externa que había conocido hasta entonces, y urgía una nueva revelación de Jesucristo para confirmar su fe. Así, las visiones otorgadas a Juan atendieron una necesidad específica en su propio tiempo: fortalecer a los cristianos en su rechazo a inclinarse ante el emperador y asegurarles de nuevo que su Señor, ascendido junto al trono de Dios, un día reinaría supremo sobre la tierra.
IV. Tema. En 4 líneas sucesivas de profecías, el Apocalipsis presenta la experiencia de la iglesia y los acontecimientos sobre la tierra que ocurrirán antes del establecimiento del reino de Jesucristo. El libro es una revelación de Cristo, quien está perfeccionando un pueblo sobre la tierra para reflejar su inmaculado carácter y guiarlo a través de las vicisitudes de la historia hacia la realización de su propósito eterno. El centro de atención es el fin cataclísmico del mundo y el establecimiento de un mundo nuevo.
V. Bosquejo. Las 4 principales divisiones proféticas son:
1. Las 7 iglesias (Ap. 1-3).
2. Los 7 sellos (4-8:1).
3. Las 7 trompetas (8:2-11:19).
4. Los acontecimientos finales del gran conflicto (12-22).
VI. Contenido. Después de una breve introducción (1:1-3), Juan registra una serie de 7 mensajes dirigidos a "las siete iglesias que están en Asia" (1:4): presenta a Cristo en diferentes aspectos de su ministerio en favor de ellas. Dirige a cada iglesia un mensaje de instrucción, advertencia y ánimo, particularmente apropiado a su situación específica. En vista de que en el Apocalipsis se enfatiza el inminente regreso de Cristo (1:1, 3; 3:11; 6:11; 12:12; 17:10; 22:6, 7, 12, 20), y por causa de la naturaleza de las promesas hechas a las 7 iglesias (2:7, 10, 11, 17, 26; 3:5, 10, 12, 21), es evidente que Juan preveía que esos mensajes serían relevantes para las necesidades de los creyentes hasta el regreso del Señor.
En armonía con esto, las cartas a las 7 iglesias proveen conducción, consuelo y fuerzas para la iglesia, no sólo de los días de Juan sino también de toda la era cristiana hasta el fin del tiempo. En el marco de una sublime descripción del trono de Dios, Juan presenta un libro "sellado con siete sellos" (cps 4 y 5) como prefacio para la profecía de los 7 sellos (6:1-8:1). Esta cadena profética presenta a Cristo como supervisor de los asuntos de la tierra y actuando para que todas las cosas obren de acuerdo con la voluntad de Dios en la preparación para "el gran día de su ira" (6:17). La visión de las 7 trompetas (8:2-11:19) presenta una serie de eventos que culmina cuando "los reinos del mundo" serán "de nuestro Señor y de su Cristo" (11:15).
Otro interludio (10:1-11:13) describe a un ángel que desciende del cielo con un "librito abierto", el que contiene un mensaje para "muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes" (10:2, 11). "El templo de Dios, y el altar, y... los que adoran en él" (11:1) son centrales en el mensaje de este libro, así como la obra de los "dos testigos" (v 3). La 4ª gran cadena profética (cps 12-22) representa a la iglesia de Dios sobre la tierra -figuradamente como "una mujer vestida del sol", y "el resto de la descendencia de ella" (12:1, 17)- soportando una severa persecución por parte del dragón (vs 13-17), de la bestia (13:1-8) y de "otra bestia" (vs 11-18).
La crisis culminante vendrá cuando los que aman y sirven a Dios tengan que afrontar el decreto de muerte de 13:15-17, que exige la lealtad al poder apóstata. Esta demanda de lealtad universal se opone a los mensajes proclamados por los 3 ángeles de 14:6-11. Confrontados con la amenaza de 13:15-17 y con la advertencia de 14:6-11, los habitantes de la tierra hacen la gran decisión final de ser leales a Dios o rechazar su generosa invitación. Los juicios de Dios (cps 15 y 16) son derramados entonces sobre los que desprecian su misericordia. La gran organización apóstata, "Babilonia, la gran ciudad", es aniquilada (cp 18). En el cielo se oye un himno de victoria (19:1-9), y Cristo aparece como Rey de reyes y Señor de señores para derrotar la coalición de reyes de la tierra que se levanta contra él (vs 11-21).
Después de 1.000 años, "los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios" serán"juzgados... por las cosas que estaban escritas en los libros" (20:5, 12). La gran escena del juicio se cierra con el lago de fuego, en la que el pecado y los pecadores son destruidos (vs 14, 15). Los cps 21:1-22:5 presentan al pueblo de Dios en la tierra nueva, en la propia presencia de Dios, reinando "por los siglos de los siglos" (22:5). Los vs 6-21 aparecen como la conclusión del Apocalipsis, que se cierra con un énfasis en el pronto regreso del Señor (v 20; véase CBA 7:733-744).
Bib.: Justino Mártir, Diálogo con Trifón 81; Ireneo, Contra las herejías iv.20.11; 30.4; v.26.1; 35.2; etc.; Tertuliano, Prescripción contra los herejes 36, y Contra Marción iii.14.3; etc.; Hipólito, Tratado sobre Cristo y el anticristo, xxxvi; Clemente de Alejandría, ¿Quién es el rico que se salvará? xlii; Orígenes, Comentario sobre Juan 1.14; Ireneo, 72 ibíd. iii.3.4 (ANF, t 1, p 416); Polícrates, Epístola a Víctor y la Iglesia Romana con respecto al día de guardar la Pascua (ANF, t 8, p 773); EC-HE iii.39.1-6; vii.24, 25; Ireneo, ibíd. v.30. 3 (ANF, t 1, pp 559, 560); Victorino, Comentario acerca del Apocalipsis, sobre 10:11 (ANF, t 7, p 353); EC-HE iii.20.8,9.
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