Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 2 Tim. 1:7.
Cíñase la armadura del Señor. . . La oposición vendrá. Los que no estén animados por la fe y la esperanza, manifestarán incredulidad. Cuando no pueda determinar qué camino tomar, deje todo en las manos de Dios. Estimule en su corazón la fe que obra por el amor y purifica el alma. . .
El Señor tiene una tarea para Ud. en algún lugar, pero dondequiera se halle ese campo, no haga una obra incompleta de su consagración. Luche fervientemente para glorificar a Dios, quien dio a su Hijo unigénito para salvarlo.
Cuando enseñe la Palabra, manténgase en la afirmativa, permita que la enternecedora misericordia del amor de Dios penetre en su corazón, y en su mente la influencia vivificante de su santo Espíritu. Tenga buen ánimo en el Señor. . . Ahora es el tiempo de orar, creer y trabajar intensamente en la iglesia, el medio para obtener una educación superior y el instrumento del Espíritu Santo.
Ese instrumento es efectivo para su vida. Cristo, el Médico jefe,
posee la única sabiduría que puede aplicar el remedio infalible.
Fui instruida por el Espíritu Santo para decir: "Todos los que crean la verdad han de ser mensajeros del Señor". Como discípulos han de aprender continuamente de Cristo cómo elevar sus pensamientos, aumentar sus expectativas y tener los más excelsos conceptos de su excelencia y gracia, que el don de su Santo Espíritu puede compensar por la pérdida de su presencia personal.
El Salvador procuró grabar esto en las mentes de sus discípulos.
Que haya oraciones más fervientes en busca del Señor.
"Todo aquel", aseveró Cristo, "que pide, recibe;
y el que busca, halla" (Luc. 11:10).
Se me ordena exhortar a todo maestro del Evangelio acerca de la necesidad de multiplicar y ampliar sus conceptos de lo que Cristo será para los que sobrellevan responsabilidades. Las capacidades se incrementan maravillosamente bajo el poder del Espíritu Santo. . .
¿Buscará al Señor fervientemente? Ore, ore como humilde investigador. No ponga su inventiva en acción para probar que otros son impíos, sino hábleles con, ternura para que ellos escudriñen sus propios corazones pecaminosos, y ore pidiendo que el Señor purifique de pecado el templo del alma. Que cada uno confiese sus propios pecados, entonces puede sobrevenir la noche con plena certeza de fe. (Carta 296, del 9 de septiembre de 1906, dirigida a O. A. Olsen, en ese entonces Secretario del Departamento de Ultramar de la Asociación General). Alza tus Ojos de E. G. de White
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