¿Por
qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios;
porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío. Sal. 42:11.
¿Están ustedes del lado del mundo, o del lado de Cristo?
¿Qué valor tendría todo el mundo para mi,
con todo el
oro y la plata
que podrían acumularse?
¿Qué valor tendría para Ud.?
El período de mi vida está casi por concluir. Muchos, muchos de mis
primeros compañeros están ahora en la tumba. Todo lo que queda de lo que una
vez fue nuestra numerosa familia, es una de mis hermanas; y está enferma. Dios
me ha dado fortaleza. Él es mi salvación. Cada mañana me gozo en El.
Sé que le he encomendado el cuidado de mi alma como a un fiel Creador; y sé que
nunca me ha defraudado. Si ponen su confianza en el Señor, El dará a cada uno
de ustedes su fortaleza, su gracia, su salvación.
Cuando alguien les pregunte cómo se sienten, no se quejen, ni
critiquen, ni traten de pensar en algo triste para contarle con el fin de ganar
su compasión; sino tómelo de la mano, diciendo: "¡Alabado sea Dios! ¡Bueno
es el Señor, y digno de ser honrado en gran manera! Lo amo porque El
me amó primero".
Sea su conversación alentadora y llena de esperanza. No
hablen con desánimo, contando su falta de fe, sus penas y sufrimientos, pues el
diablo se deleita en oír tales palabras. Cuando hablan de temas
deprimentes, están glorificando al enemigo. Hablen de la fe, la
esperanza y el valor, glorificando así a Dios.
En vez de causar daño con los chismes, hablemos del
inigualable poder de Cristo, y conversemos de su gloria, magnificando y
exaltando así al Señor Jehová de los ejércitos, y preparándonos para entonar el
cántico de victoria en el reino de gloria.
Cantando canciones de triunfo y acción de gracias
ahora, podemos aprestarnos para entonar el cántico de Moisés y del Cordero
cuando nos encontremos sobre el mar de vidrio.
El Señor permanecerá con nosotros durante esta vida, si permitimos que su
Espíritu nos guíe y no dejamos de glorificar su nombre. Deberíamos introducir
en nuestras vidas tanto del cielo como sea posible.
La luz del cielo que
ilumina el corazón será difundida con palabras agradables, con hechos llenos de
amabilidad hacia los que nos rodean. Si nos hemos relacionados con el Señor,
podremos decir en el momento de su venida:
"He aquí, éste es nuestro Dios;
le hemos esperado, y nos salvará" (Isa. 25:9).
(Manuscrito 111, del 19 de octubre de 1901,
un sermón predicado en la
capilla
del Sanatorio de Santa Elena).
Alza tus Ojos (EGW) 305
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