El Rey les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de
estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Mateo 25:40.
Mientras Dios en su providencia ha cargado la tierra con sus abundantes
bendiciones y llenado sus depósitos con cosas para gozar la vida, no hay en absoluto excusa para que la tesorería de Dios permanezca vacía.
Los cristianos no tienen excusa al permitir que los clamores de la viuda
y las oraciones del huérfano asciendan al cielo debido a las necesidades que
tienen, mientras una Providencia liberal ha colocado en las manos de esos
cristianos abundancia para suplir las necesidades de los pobres.
Que los clamores de la viuda y de los huérfanos
no pidan la venganza del cielo sobre nosotros como pueblo.
En
el profeso mundo cristiano, hay demasiado dinero que se gasta en ostentaciones
extravagantes,
en joyas y adornos, como para suplir las necesidades de todos los hambrientos y
para vestir a los desnudos en nuestras poblaciones y ciudades; y sin embargo,
estos profesos seguidores del manso y humilde Jesús no necesitan privarse a sí
mismos de alimento adecuado o de vestimenta confortable.
¿Qué dirán estos miembros de iglesia cuando sean confrontados en el día de Dios
por los pobres honestos, los afligidos, las viudas y los huérfanos, quienes
han conocido la severa pobreza para las escasas necesidades de la vida, mientras estos profesos seguidores de
Cristo gastaron en ropa superflua y adornos innecesarios, que
además están prohibidos expresamente en la Palabra de Dios, lo suficiente como para suplir todas sus
necesidades?
Vemos damas que profesan piedad usando elegantes cadenas de oro,
collares, anillos y otras alhajas... mientras la necesidad está al
acecho en las calles, y a cada lado están los que sufren y los indigentes.
Éstos no les
interesan, no despiertan su simpatía, y sin embargo llorarán al leer
el sufrimiento imaginario que se describe en la última novela.
No tienen oídos para oír los
clamores de los necesitados,
ni ojos para contemplar el frío y las formas casi desprovistas de
ropa
de las mujeres y los niños que hay a su alrededor.
Miran las necesidades reales como una
especie de delito, y se retiran de la humanidad doliente como de una enfermedad
contagiosa.
A los tales, Cristo les dice: “Tuve hambre, y no me
disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de
beber... enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis”. Mateo 25:42,43.
Pero Cristo dice a los justos: “Porque tuve hambre, y me disteis de
comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve
desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis
a mí”...
De ese modo Cristo identifica su interés con el
de la humanidad doliente. Las obras de amor y caridad hechas a los dolientes son como si lo
hiciéramos a él mismo. The Review
and Herald, 21 de noviembre de 1878. [262]
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