viernes, 21 de octubre de 2011

147. “LEAN EL LIBRO DE DANIEL”


A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; 
y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños. Dan. 1:17.

La luz que Daniel recibió directamente de Dios fue proporcionada específicamente para estos últimos días. La visión que vio a orillas de los ríos Ulai y Hiddekel, los grandes ríos de Sinar, están ahora en proceso de cumplimiento y todos los eventos preanunciados ocurrirán pronto. Considere las circunstancias en que vivía la nación judía cuando las profecías fueron dadas a Daniel.

Los israelitas estaban en cautiverio, el templo había sido destruido y el servicio del templo suspendido. Su religión había estado centrada en las ceremonias del sistema de los sacrificios. Habían hecho de la forma exterior lo más importante, al mismo tiempo que habían perdido el espíritu de la verdadera adoración. Sus servicios estaban corrompidos con las tradiciones y prácticas del paganismo; y al cumplir los ritos de sacrificios no miraban más allá de la sombra de la realidad. 
 No discernían a Cristo, la verdadera ofrenda por los pecados del hombre. El Señor decidió llevar a su pueblo a la cautividad y suspender los servicios del templo, a fin de que las ceremonias externas no llegaran a ser el todo de su religión. Los principios y las prácticas debían ser purificados de paganismo, el servicio ritual debía cesar a fin de que el corazón pudiera ser revitalizado. 
 Fue quitada la gloria exterior para que pudiera revelarse la espiritual.

En la tierra de su cautiverio, al volver al Señor con arrepentimiento, El se les manifestó. Carecían de la representación exterior de su presencia, pero en sus mentes y corazones resplandecían los brillantes rayos del Sol de Justicia. Cuando en su humillación y angustia invocaron al Señor, los profetas recibieron visiones que revelaron los acontecimientos del futuro: el derrocamiento de los opresores del pueblo de Dios, la venida del Redentor, el establecimiento del reino eterno. . . A fin de que nuestra obra pueda tener éxito, debemos cooperar con el mensajero celestial que ha de iluminar la tierra entera con la gloria de Dios. El Señor lo llama, como a Daniel, para que emplee el poder que Dios le ha dado para revelarlo al mundo... 

Daniel tuvo compañeros, y ellos tuvieron una obra especial que hacer. Aunque fueron grandemente honrados en esta obra, en forma alguna se exaltaron a sí mismos. Eran eruditos, diestros en conocimientos seculares tanto como religiosos; pero habían estudiado la ciencia sin corromperse. Eran bien equilibrados porque se habían entregado al control del Espíritu Santo. Estos jóvenes dieron a Dios toda la gloria por sus dotes seculares, científicas y religiosas. Su conocimiento no procedía de la casualidad, obtuvieron conocimientos mediante el fiel uso de sus facultades y Dios les dio habilidad y comprensión. (Carta 134, del 27 de mayo de 1898, dirigida a J. H. Kellogg). 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

jueves, 20 de octubre de 2011

146. “MÁS QUE PROFETA”


Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, 
pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Eze. 3:17.

Anoche me hallaba en visión ante una reunión de nuestro pueblo, dando un decidido testimonio acerca de la verdad presente y del deber actual. Después de terminado el discurso, muchos me rodearon planteando interrogantes. Querían tantas explicaciones acerca de este punto, y de aquel punto, y de otro punto más, que dije: "Uno a la vez, por favor, no sea que me confundan". 

Entonces les dirigí una apelación, diciéndoles: "Durante años han tenido muchas evidencias de que el Señor me ha dado una obra para hacer. Esas evidencias no podrían haber sido más grandes de lo que son. ¿Apartarán de ustedes todas las evidencias como si fueran una telaraña, por las sugerencias de incredulidad de un hombre?

 Lo que me produce dolor de corazón es el hecho de que muchos que ahora se sienten perplejos y tentados tuvieron abundantes pruebas y la oportunidad de evaluar, de orar y de comprender y, a pesar de ello, no disciernen la naturaleza de los sofismas que se les presentan para influir en ellos a fin de que rechacen las advertencias que Dios ha dado para salvarlos de los engaños de estos últimos días".

Algunos han tropezado por el hecho de que yo dije que no pretendo ser profetisa, y han preguntado, "¿por qué?" No tengo pretensiones para presentar salvo la que se me ha dado, de que soy la mensajera del Señor. . . 

Al comienzo de mi obra varias veces se me preguntó: "¿Es usted profetisa?" Siempre respondí: "Soy la mensajera del Señor". Sé que muchos me han llamado profetisa, pero yo no he reclamado este título. 


 Mi Salvador me declaró su mensajera. "Tu obra" -me instruyó-, es llevar mi Palabra. Surgirán cosas extrañas. En tu juventud te aparté para llevar el mensaje a quienes yerran, para llevar la Palabra a los incrédulos y para que con la pluma y la voz repruebes sobre la base de la Palabra las acciones que no son correctas. Exhorta con la Palabra.
 
 Voy a abrir mi Palabra delante de ti . . . Mi Espíritu y mi poder estarán contigo.

"No temas a los hombres, porque mi escudo te protegerá. No eres tú quien habla. 
 Es el Señor que da el mensaje de advertencia y reproche. Nunca te desvíes de la verdad bajo circunstancia alguna. Da la luz que yo te daré. 
 Los mensajes para estos últimos días debieran escribirse en libros y debieran inmortalizarse, a fin de testificar contra los que se regocijaron una vez en la luz, pero que han sido impulsados a abandonarla debido a las influencias seductoras del mal"
(Manuscrito 63, del 26 de mayo de 1906, "Una mensajera"). 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

145. ¡CONTÉMPLENLO!


Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; 
por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. 1 Juan 3:1.

"Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él" (1 Juan 3:1). El mundo no comprende los principios que fundamentan nuestra conducta. Debemos estar delante de Dios con una conciencia libre de ofensa. Hay maravillosos privilegios para cada uno de nosotros. Dios nunca coloca delante de nosotros una exigencia sin darnos el poder para cumplirla. Nunca nos pide que demos un paso delante de Él. El abre el camino y nosotros debemos marchar detrás. Siguiéndole, no corremos peligro de extraviarnos. Esta es la única forma cómo podemos perfeccionar un carácter cristiano como mayordomos de la gracia de Dios.

A nosotros nos han sido confiadas las verdades del Evangelio para este tiempo. Es un tesoro maravilloso, y el Señor desea que nuestros ojos sean iluminados y nuestros corazones reavivados. Desea vigorizarnos y fortalecernos por el poder que nos da si somos fieles a Él. Desea que cada uno de nosotros perfeccione un carácter de acuerdo a la semejanza divina. El cristiano que no hace esto arroja oprobio sobre Dios. Deshonra a su Salvador. Los que tienen acceso a las palabras registradas en las Escrituras quedarán sin excusa si no las aplican a sí mismos, si no purifican sus corazones de pecado, En el último gran día habremos de ser juzgados por la luz que brilló desde el trono de Dios sobre nuestro sendero...

Tener el camino iluminado por la claridad del Evangelio de Cristo, tal como brilla la luz sobre nuestro sendero, implica una imponente responsabilidad, Debemos avanzar paso a paso, con los ojos puestos en nuestro Conductor. El no nos llevará ni un sólo paso fuera del camino correcto. 

Dios dio a Cristo al mundo 
para salvarnos de la muerte eterna. 
¡Contémplenlo, contémplenlo! 
 Continúen en la contemplación 
hasta que reflejen su imagen.  

 No acepten las palabras de ningún hombre, 
a menos que puedan ver que está 
conformado a la imagen divina, 
porque si lo hacen respaldan su proceder incorrecto; 
lo apoyan al pedirle su consejo y seguir sus directivas.

Lo que necesitamos es la palabra pura de la Santa Biblia. Cristo nos exige conformar nuestras vidas a su vida. Debemos conocer qué significa guardar los mandamientos de Dios en verdad y justicia. 
El amor que estaba en el corazón de Cristo debe estar en nuestro corazón, para que podamos revelarlo a los que nos rodean. 
(Manuscrito 66, del 25 de mayo de 1905,
 "La necesidad de la religión en el hogar"). 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

jueves, 13 de octubre de 2011

144. ¿QUE ESPÍRITU LOS IMPULSA?


Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán, conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. Apoc. 3:4.

En Sardis unos pocos mantuvieron su integridad. Su única esperanza estribaba en aferrarse a Dios y entonces habría de cumplirse en ellos la promesa: "Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre" (Isa. 13: 12). . . En la iglesia cristiana primitiva hubo hombres que fueron verdaderos discípulos de Cristo. Se reunían a menudo en los lugares donde habrían de ofrecerse oraciones. Trabajaban solamente para hacer avanzar los principios que llevaban la impronta del Cielo.

Primeramente hablaban con Dios a fin de asegurarse qué espíritu era el que los impulsaba, y luego examinaban estrecha y críticamente cada punto, cada método, cada principio, a la luz que reflejaba el Sol de Justicia. No aceptaban fuego extraño. Tomaban su fuego del altar divino. Para ellos los principios santos y justos eran sagrados, y cultivándolos se mantenían sin mancha en el mundo. Contemplando siempre a Jesús, notaban el espíritu con el cual había trabajado, y seguían su ejemplo. Compartían con otros los principios puros de la Palabra de Dios. 

 Esta Palabra era su consejera, su guía, su estrecha compañía. Para ellos las Escrituras eran la autoridad suprema. Para cada pregunta que los inquietaba tenían una norma para consultar. 
 No se trataba de preguntarse: "¿Qué dicen los hombres?", sino: "¿Qué dice el Señor?"

Los que sean constreñidos por el amor de Cristo serán fieles a la obra y a la Palabra de Dios. . . 
El verdadero cristiano debe sentir siempre que depende de su Hacedor. Y no se avergonzará de reconocer esta dependencia. Como Daniel, no se atribuirá méritos a sí mismo. Dará todo el honor a Dios, haciendo conocer tanto a los mundanos como a sus hermanos que depende del Señor, y quitará de su vida todo aquello que contriste al Espíritu Santo. Como Daniel, aprovechará cada oportunidad para aumentar sus conocimientos. Comerciará con los talentos que el Señor le ha dado de acuerdo a los principios santos especificados en la Palabra y esto multiplicará su habilidad. . . 

Si Dios da sabiduría a un hombre, su conducta estará en armonía con la voluntad de Dios, y los que se conecten con El tendrán confianza en su criterio para idear y planear para el progreso y el avance de la obra de Dios en la salvación de las almas que están a punto de perecer. 
 El apóstol Pedro dice: "Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder" (2 Ped. 1:2, 3). (Manuscrito 66, del 24 de mayo de 1898, dirigido a la Asociación General y a nuestras casas editoras). (Alza tus Ojos de E. G. de White)

143. ¿CÓMO ESTA MI ALMA?


 Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. 3 Juan 2.

 Dios desea que cada uno de nosotros encuentre su lugar. Cuando cada uno esté en su sitio, haciendo la obra que Dios le ha dado, habrá unidad perfecta. . . Necesitamos decir al mundo claramente que Dios envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. ¿Cómo debemos hacerlo? Haciendo todo esfuerzo posible en favor de la unidad. Cada uno debe sentir que es necesario confesar sus propias equivocaciones y errores, no las equivocaciones y errores de algún otro. . . Necesitamos unirnos como hombres responsables ante Dios. Fuimos comprados por precio. 
 Tenemos solamente un Juez, el Hombre Cristo Jesús. No se nos dio la obra de medirnos el carácter mutuamente. Son nuestros propios caracteres los que debemos medir mediante la verdad contenida en las Escrituras. Dios puede capacitarnos para hacer esto y puede impresionar en nuestras mentes lo que debemos hacer a fin de heredar la vida eterna . .

Dios ama a su pueblo y anhela que sus integrantes hagan paz con El. Desea que cada uno esté en una relación tal con los demás, que se muestre dispuesto a hacer cualquier sacrificio a fin de salvar las almas de sus hermanos, Puede ser que éstos no hayan hecho lo correcto, pero Dios desea que trabajemos fervorosamente para ayudarlos, de tal forma que su nombre no se vea deshonrado delante del mundo. Dios no nos da promesas porque siempre hemos obrado correctamente, sino para que su nombre pueda ser glorificado. Nadie trate de cubrir sus propios pecados revelando los errores de algún otro. Dios no nos ha encomendado esta obra. Debemos dar lugar para que los otros humillen sus corazones, de tal manera que puedan venir a la luz del conocimiento de Dios. . .

Hay algunos que se han estado cargando con responsabilidades que el Señor les ha prohibido desempeñar. Durante años les llegó luz, pero no le prestaron atención. ¿Qué debe hacerse? ¿Debiéramos permitir que estos hombres se hundan bajo las responsabilidades que eligieron tomar sobre sí? No, debemos ayudarlos a salir de su difícil situación. Nos corresponde hacer lo mejor que podamos para levantar la presión que pesa sobre estas almas agobiadas. . . 

Hágase cada uno la pregunta: ¿Cómo está mi alma hoy? 
 Y mañana repítase la pregunta: ¿Cómo está mi alma hoy? 
 De esta manera, día tras día, humille
 cada uno su corazón delante del Señor. 

 (Manuscrito 56, del 23 de mayo de 1904,
 un tema matutino presentado
 en Berrien Springs, 
Michigan, Estados Unidos). 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

martes, 11 de octubre de 2011

142. “DIOS EN LA NATURALEZA”


Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Rom. 1:20.

No veo razón alguna por la cual se deba exaltar y confiar en las opiniones de los eruditos y de los así llamados grandes hombres. Los que están en relación con el Dios infinito son los únicos que usan apropiadamente su conocimiento o el talento que les ha sido confiado por el omnisciente Creador.  
En verdad, ningún hombre puede destacarse en conocimiento e influencia a menos que esté conectado con el Dios de sabiduría y poder.

La evidencia real de un Dios viviente no está meramente en las teorías; está en la convicción que Dios pone en nuestros corazones, iluminada y explicada por sus palabras. Es el poder viviente en sus obras creadas y percibidas por el ojo santificado. La preciosa fe inspirada por Dios da fortaleza y nobleza de carácter. Las facultades naturales son incrementadas por medio de una obediencia santa.  Todas las filosofías de naturaleza humana, en las que Dios no ha sido reconocido como el todo y en todo, han conducido a confusión y vergüenza. La vida que vivimos por la fe en el Hijo de Dios, consiste en una serie de triunfos, no siempre percibidos y comprendidos por los interesados, pero cuyos resultados se proyectan hacia el futuro, donde veremos y conoceremos como somos conocidos.

Los más profundos intelectos del mundo, cuando no están iluminados por la Palabra de Dios, se desorientan y aturden mientras tratan de investigar los asuntos de la ciencia y la revelación. 
El Creador y sus obras están más allá de la comprensión finita, y los hombres concluyen que la Biblia no es una historia fidedigna porque no pueden explicar las obras y los caminos de Dios a partir de causas naturales.  Muchos están tan determinados a excluir a Dios del ejercicio de su voluntad y poder soberanos en el orden establecido del Universo, que degradan al hombre, la más noble de sus criaturas. 

Las teorías y las especulaciones de la filosofía tratan de hacernos creer que el ser humano llegó a la existencia mediante un proceso lento, no simplemente de un estado salvaje, sino a partir de la forma más baja de la creación animal. Destruyen la dignidad del hombre porque no quieren admitir el poder ni la gracia de Dios. El Señor ha iluminado los intelectos humanos y ha derramado un torrente de luz sobre el mundo mediante descubrimientos de la técnica y la ciencia.  
Pero quienes los contemplan simplemente desde una perspectiva humana, llegarán con toda seguridad a conclusiones erróneas. Las espinas del error, del escepticismo y de la incredulidad se disimulan al ser cubiertas con los ropajes de la filosofía y de la ciencia. Es Satanás quien ha inventado esta ingeniosa manera de apartar a las almas del Dios viviente, separándolas de la verdad y de la religión. Es él quien exalta a la naturaleza por encima del Creador de la naturaleza. 
(Manuscrito 4, del 22 de mayo de 1899, "Dios en la naturaleza"). 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

141. “CRISTO INTERCEDE POR NOSOTROS”


Tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre.
 Heb. 8:1, 2.

El ojo natural no puede nunca contemplar la gracia y la belleza de Cristo. La iluminación interior, obra del Espíritu Santo, que revela al alma su real impotencia, su condición desesperada, desprovista de la misericordia y el perdón del que cargó con el pecado -de la total suficiencia de Cristo-, es lo único que puede capacitar al hombre para discernir la infinita misericordia, el inconmensurable amor, 
la benevolencia y la gloria de Jesús.

Jamás vino alguien al mundo con un mensaje de gracia, de infinita compasión y de amor inefable como el de nuestro Salvador; y nunca recibió alguien un tratamiento tal de manos del hombre caído. "No sois vuestros; habéis sido comprados por precio". (Véase 1 Cor. 6: 19, 20.) Somos de Cristo por creación, somos suyos por redención. El es el único ser sin pecado que soportó por nosotros el sufrimiento, la vergonzosa humillación y el rechazo. Sufrió por nuestros pecados. Llevó nuestras cargas de vergonzosa culpabilidad. Aunque sin pecado, sufrió como transgresor, a fin de que el culpable pudiera ser absuelto de culpa. . .

Por lo tanto, ¿cómo deberían conducirse delante del universo celestial aquellos que han llegado a ser nuevas criaturas en Cristo, salvados por sus méritos? ¿Se quejarán? ¿Se acusarán el uno al otro? ¿No sería mucho más apropiado manifestar un espíritu manso y sumiso? "Aprended de mí -dijo el gran Maestro-, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mat. 11: 29, 30). ¿Revelaremos este espíritu en nuestros caracteres? ¿Llevaremos su yugo, sostendremos sus cargas?. . .

Si todos pudieran ver a Cristo delante del trono, esperando sus oraciones, anhelando que le entreguen su voluntad, que cesen en la rebelión y que retornen a su alianza con Dios, orarían al Padre con profundo arrepentimiento, pidiéndole perdón por la transgresión de su ley y por la influencia que ejercieron al hacer que otros la despreciaran. Las confederaciones del ejército del enemigo triunfan por dilación de ellos. ¿Continuarán aún por más tiempo bajo la condenación de la ley, o permanecerán en el bando de Cristo para ayudar con su influencia y experiencia personal a la raza traicionada y rebelde? ¿Llegarán a ser colaboradores con Cristo, quien intercede personalmente en su favor ante el Padre? Los ángeles están manteniendo bajo control a los instrumentos destructores porque tienen un intenso interés en estos hijos rebeldes, y quieren ayudarles a volver al redil con seguridad y paz, para que finalmente puedan ser vencedores y salvos, eternamente salvos con la familia de Dios en el cielo. (Manuscrito 29, del 21 de mayo de 1900, "Mayordomía fiel"). 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

140. “POR SUS FRUTOS”


Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. Mat. 7:16, 17.

La redención eterna nunca pareció tan extraordinariamente preciosa como en este tiempo presente, y nunca antes he sentido más profundamente el anhelo de vencer en cada punto como lo siento ahora. No debe haber defectos en nuestro carácter, ninguno. Cada mancha y arruga debe ser borrada por la sangre del Cordero. Nuestros rasgos peculiares de carácter desaparecerán cuando el poder transformador de la gracia de Dios se sienta en nuestros corazones. Los frutos de paciencia, amabilidad, tolerancia y abnegación que producimos testificarán, que hemos aprendido de Jesús.

El fruto del árbol testifica si éste es bueno o corrupto. Ningún buen árbol puede producir frutos malos. Ni el árbol malo producir buen fruto. Por sus frutos los conocerán. Hablemos y obremos para que nuestros frutos puedan ser de justicia, y dejemos brillar nuestra luz en buenas obras. La profesión no significa nada. Dios aprobará solamente una vida piadosa. . . Estoy decidida a obtener la victoria sobre el yo. . . Estoy decidida a ocultar mi vida con Cristo en Dios. Rogaré al trono de la gracia pidiendo poder y luz a fin de que los pueda reflejar sobre otros, y las almas puedan ser salvadas.  

 El gran deseo que se observa en esta época en el mundo es tener más poder. Yo quiero más gracia, más amor, una experiencia viviente más profunda y fervorosa. El cristiano que se oculta en Jesús tiene a su disposición un poder sin medida que aguarda para ser concedido. Una fe viva abre los almacenes del cielo y trae el poder, la resistencia y el amor que son tan esenciales para el soldado cristiano. Esposo, no perdamos la recompensa eterna. Hemos sufrido demasiado en el campo de batalla para ser derrotados ahora por cualquier enemigo. Debemos salir totalmente victoriosos.

Deseamos que nuestros últimos días sean los más triunfantes. Y ello puede ser así. Dios quiere que sea así. Si oramos mucho y usamos diligentemente los medios que están a nuestro alcance, no vacilaremos, no fracasaremos. . . No deseamos honor mundanal. No tengo interés en ello. 
 Anhelo el "bien hecho" procedente de los labios de mi Redentor, que sonará como música en mis oídos. Por esto trabajaré. Haré lo correcto, porque amo lo correcto. Obedeceré a Dios no importa cuánto me cueste, y me será dada la corona de la vida en el más allá.
 (Carta 28, del 20 de mayo de 1880, una carta privada a Jaime White). 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

139. “UNIDAD CON CRISTO”


Yo en ellos, y tú en mi, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. Juan 17:23.

Demos a conocer la provisión que se hizo para nuestra redención, Cristo dejó las cortes celestiales y vino a este mundo para hacer expiación por nosotros. Todos los que se aproximen a El con una fe viviente serán capacitados para permanecer sobre terreno ventajoso. Mientras los siervos de Dios proclaman estas cosas, Satanás se acerca a alguna de esas personas que tienen mentes inquietas y les presenta problemas científicos. Los hombres serán tentados a colocar la ciencia por encima de Dios. Pero, ¿quién puede encontrar a Dios mediante el escudriñamiento? Los hombres pueden tener sus propias interpretaciones acerca de Dios, pero ninguna mente humana puede comprenderlo. 
 Este problema no nos ha sido dado para que lo resolvamos. Nadie se permita entrar en especulaciones acerca de su naturaleza. Aquí el silencio es elocuencia. El Omnisciente está por encima de toda discusión.

Dios es uno con el Padre, pero Dios y Cristo son dos personas distintas. Lean la oración de Cristo, registrada en el capítulo 17 de Juan, y encontrarán este punto claramente presentado. 
 Cuán fervorosamente oró el Salvador para que sus discípulos pudieran ser uno con El así como El era uno con el Padre. Pero la unidad que existe entre Cristo y sus seguidores no destruye la personalidad de uno ni de los otros. Ellos deben ser uno con El y El es uno con el Padre. Mediante esta unidad deben expresar claramente al mundo que Dios envió a su Hijo para salvar a los pecadores. La unidad de los seguidores de Cristo con El, debe ser la prueba grande e inequívoca de que Dios ciertamente envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. Pero una religión débil y vacilante deja al mundo confuso y desorientado.

Mis hermanos y hermanas, colóquense sobre una plataforma elevada y obren hasta ser uno con Cristo. El corazón del Salvador está con sus seguidores que cumplen los propósitos de Dios en toda su altura y profundidad. Deben ser uno con El, aun cuando estén dispersos por todo el mundo. Pero Dios no puede hacerlos uno con Cristo a menos que estén dispuestos a abandonar sus propios caminos para seguir el que El traza.

En vista de todo lo que Cristo ha sufrido por nosotros, ¿debiéramos quejarnos cuando se nos llama a sobrellevar la abnegación y el sufrimiento? ¿No haría esto que Dios se avergonzara de nosotros? Regocijémonos de que es nuestro privilegio participar en los sufrimientos de Cristo, porque solamente así podemos llegar a ser idóneos para ser partícipes de su gloria. . . Vivamos vidas tales que puedan conducir a los pecadores al Salvador. Cristo llevó consigo su humanidad a las cortes celestiales, y toda la humanidad tiene derecho a tenerlo como su representante. Podemos alcanzar la plenitud en El. (Manuscrito 58, tema presentado el 19 de mayo de 1905, "La obra en Washington"). 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)