Yo en ellos, y tú en mi, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. Juan 17:23.
Demos a conocer la provisión que se hizo para nuestra redención, Cristo dejó las cortes celestiales y vino a este mundo para hacer expiación por nosotros. Todos los que se aproximen a El con una fe viviente serán capacitados para permanecer sobre terreno ventajoso. Mientras los siervos de Dios proclaman estas cosas, Satanás se acerca a alguna de esas personas que tienen mentes inquietas y les presenta problemas científicos. Los hombres serán tentados a colocar la ciencia por encima de Dios. Pero, ¿quién puede encontrar a Dios mediante el escudriñamiento? Los hombres pueden tener sus propias interpretaciones acerca de Dios, pero ninguna mente humana puede comprenderlo.
Este problema no nos ha sido dado para que lo resolvamos. Nadie se permita entrar en especulaciones acerca de su naturaleza. Aquí el silencio es elocuencia. El Omnisciente está por encima de toda discusión.
Dios es uno con el Padre, pero Dios y Cristo son dos personas distintas. Lean la oración de Cristo, registrada en el capítulo 17 de Juan, y encontrarán este punto claramente presentado.
Cuán fervorosamente oró el Salvador para que sus discípulos pudieran ser uno con El así como El era uno con el Padre. Pero la unidad que existe entre Cristo y sus seguidores no destruye la personalidad de uno ni de los otros. Ellos deben ser uno con El y El es uno con el Padre. Mediante esta unidad deben expresar claramente al mundo que Dios envió a su Hijo para salvar a los pecadores. La unidad de los seguidores de Cristo con El, debe ser la prueba grande e inequívoca de que Dios ciertamente envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. Pero una religión débil y vacilante deja al mundo confuso y desorientado.
Mis hermanos y hermanas, colóquense sobre una plataforma elevada y obren hasta ser uno con Cristo. El corazón del Salvador está con sus seguidores que cumplen los propósitos de Dios en toda su altura y profundidad. Deben ser uno con El, aun cuando estén dispersos por todo el mundo. Pero Dios no puede hacerlos uno con Cristo a menos que estén dispuestos a abandonar sus propios caminos para seguir el que El traza.
En vista de todo lo que Cristo ha sufrido por nosotros, ¿debiéramos quejarnos cuando se nos llama a sobrellevar la abnegación y el sufrimiento? ¿No haría esto que Dios se avergonzara de nosotros? Regocijémonos de que es nuestro privilegio participar en los sufrimientos de Cristo, porque solamente así podemos llegar a ser idóneos para ser partícipes de su gloria. . . Vivamos vidas tales que puedan conducir a los pecadores al Salvador. Cristo llevó consigo su humanidad a las cortes celestiales, y toda la humanidad tiene derecho a tenerlo como su representante. Podemos alcanzar la plenitud en El. (Manuscrito 58, tema presentado el 19 de mayo de 1905, "La obra en Washington").
(Alza tus Ojos de E. G. de White)
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