Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto:
Yo conozco tus obras. Apoc. 2:1,2.
Estas palabras proceden de los labios de Alguien que no puede mentir.
La descripción revela eterna vigilancia. Cristo está en medio de los siete candeleros de oro, caminando de iglesia en iglesia, de congregación en congregación, de corazón en corazón. El que guarda a Israel no duerme ni descansa. Si el candelero fuera dejado al cuidado de agentes humanos, cuán a menudo la luz titilaría y se extinguiría.
Pero Dios no ha puesto a la iglesia en manos de hombres. Cristo, el que dio su vida por el mundo para que todo aquel que en El cree no se pierda mas tenga vida eterna, es el genuino Guardián de la casa. Es el Vigilante fiel y verdadero de los atrios del templo del Señor. Tenemos motivos para agradecer a Dios porque no dependemos de la presencia de sacerdotes o ministros terrenales. Somos guardados por el poder de Dios. La presencia y la gracia de Cristo es el secreto de toda vida y luz.
Cada negación del yo, cada manifestación de un espíritu mezquino y codicioso, se registra en los libros del cielo. Un Guardián santo toma nota de cada palabra y acción de nuestras vidas y pesa cada motivo que mueve a la práctica. La mano que trazó las letras en la pared de palacio de Belsasar está en todas partes, escribiendo: "Dios está aquí". El está presente en cada lugar. Todas nuestras palabras, todos nuestros planes, todos nuestros motivos secretos son pesados en balanzas de infinita justicia y verdad.
¿Nos hallará el Salvador compasivo y abnegado carentes de ternura, amor y compasión por aquellos por quienes El dio su vida?
Dios nos ha otorgado gratas oportunidades de servicio. Nos ha provisto de preciosos talentos, y somos responsables ante El por el uso que hagamos de ellos. Si los empleamos sabiamente, el Señor nos llamará colaboradores de El. Si nos limpiamos de toda impureza, de sentimientos egoístas,
algún día oiremos la bendición: "Bien, buen siervo fiel" (Mat. 25:21).
Bajo la inspiración del Espíritu Santo, Ana, la madre de Samuel, dijo: "Porque el Dios de todo saber es Jehová, y a él toca el pesar las acciones" (1 Sam. 2:3).
David afirma: "Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón; pesándolos a todos igualmente en la balanza, serán menos que nada" (Sal. 62:9).
Isaías declara: "Tú, que eres recto, pesas el camino del justo" (Isa. 26:7).
Y Salomón escribe: "Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero Jehová pesa los espíritus" (Prov. 16:2).
"No hay en el corazón motivo alguno que el Señor no lea.
Lee cada propósito, cada pensamiento"
(Manuscrito 99, del 12 de julio de 1902, "Un pueblo santo").
(Alza tus Ojos de E. G. de White)
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