Si alguno viene en pos de mi, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. San Mateo 16:24.
Los apetitos e inclinaciones naturales suspiran por los placeres terrenales. Pero los que aman a Jesús pondrán esos apetitos e inclinaciones en armonía con la voluntad de Dios. Han escogido estar del lado del Señor y sus vidas deben destacarse en marcado contraste con el egoísmo de los mundanos. El tentador vendrá a ellos con sus lisonjas y sobornos, diciendo: "Todo esto te daré, si postrado me adorares". Pero ellos saben que no tiene nada que valga la pena recibir, y se niegan a ceder a sus tentaciones. Por medio de la gracia de Dios están capacitados para mantener inmaculada la pureza de los principios.
Ángeles santos están a su lado y Cristo es revelado en ellos por medio de su fidelidad constante a la verdad. Son los soldados de Cristo, y dan, como verdaderos testigos, un decidido testimonio en favor de la verdad. Muestran que hay un poder espiritual capaz de habilitar a los hombres a no desviarse un centímetro de la verdad y la justicia a cambio de todas las dádivas que los hombres pueden otorgar. Los tales, no importa dónde estén, serán honrados por el Cielo, porque han conformado sus vidas a la voluntad de Dios sin tener en cuenta qué sacrificios son llamados a realizar.
La afectación no es religión. Toda frivolidad debe ser evitada. El carácter cristiano se edifica recibiendo a Cristo y creyendo en El. "A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12). El cristiano genuino protege la verdad cuidadosamente, reconociendo que es más preciosa que el oro. Tiene un argumento que sirve de prueba contra todos los ataques del enemigo.
Sólo la verdad de Dios puede satisfacer las necesidades del alma. Esta debe ser guardada en el corazón, y formar parte de la vida misma. Así se gana una experiencia que hace que el alma sea vigilante, cuidadosa de no efectuar nada que esté en desacuerdo con la voluntad del que murió para que los hombres y las mujeres pudieran tener vida eterna. El fue tentado en todo como nosotros, mas sin pecado. Sabe cómo socorrer a quienes son tentados.
Satanás está siempre al acecho de una oportunidad para corromper el alma y dañar la integridad.
El que no esté en guardia será atacado y vencido. Nuestra seguridad depende de que tengamos a Cristo como nuestro Salvador. El perdón que El nos concede brinda reposo y certidumbre al alma. Asegurémonos de que estamos afirmados y fundados en la fe. Las doctrinas bíblicas son preciosas para el alma porque contienen principios santos.
(Carta 249, del 19 de julio de 1904, dirigida al Hno. Arthur y Sra.).
Alza tus Ojos de E. G. de White
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