Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Sant. 1:22.
Aquellos que tienen la Palabra de Dios por poseer Biblias, no tienen la menor excusa para ser negligentes en practicarla obedientemente y, de acuerdo con sus condiciones personales de carácter, esforzarse, rogando a Dios que hasta el final puedan comprender su Palabra, con el propósito de ponerla en práctica y alcanzar la más noble norma de carácter. A fin de ser genuinos soldados de Jesucristo debemos satisfacer las demandas de su Palabra como súbditos leales del Reino. . .
Quienes declaran creer la verdad deben ser conscientes del gran conflicto que está ante nosotros y lo que significa ser un fiel soldado de Jesucristo. . . El ejército del Salvador invita a un alistamiento voluntario. Debe haber una entrega completa de las pasiones, la voluntad y los caminos a la voluntad del Maestro. Nuestra tarea consiste en obedecer las órdenes del poderoso General.
Debemos tener una estructura física fuerte y activa. Los sentidos deben ser iluminados para que la obediencia sea perfecta; deben cumplirse tareas que no siempre pueden parecer fundamentales;
pero surge la necesidad de la fe en una sabiduría y poder más elevados que los de ustedes mismos. Tengan fe en Dios, una fe inquebrantable en la destreza, capacidad y fidelidad de su Comandante que conoce el plan de la batalla. El Señor Jesús no engaña a sus soldados. Despliega ante ellos el conflicto, el plan de batalla y lo peligroso de la empresa, y exhorta a cada uno a estimar el costo.
No los deja en la ignorancia. Dice a cada uno antes del reclutamiento que considere los riesgos que correrá como soldado en su ejército, puesto que su vida será de servicio.
Cada hombre en servicio recibe su tarea y no puede aceptarse excusa alguna por no cumplirla. Algunos son negligentes e insolentes como el hombre que recibió un talento para usarlo e incrementarlo, pero lo enterró en tierra. Cuando se le pidió que entregara el talento a Dios, el dueño, sólo poseía el único talento que no había usado. Nadie se benefició con el don que se le había confiado. Lo menos que podía haber hecho, era usarlo en la medida de sus posibilidades, pero lo devolvió con una queja contra Dios: "Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo" (Mat. 25:24,25).
El Señor repitió sus palabras: "Sabías". La realidad era que él no conocía a Dios y sus obras, sus caminos, su misericordia y su bondad al darle la oportunidad de aumentar el don que le había sido encomendado. La sentencia fue: "Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado. . . y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado" (vers. 28, 29). (Manuscrito 98, del 4 de agosto de 1900, "Verdaderos soldados de Cristo").
Alza tus Ojos de E. G. de White
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