Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos. 1 Tim. 6:12.
Seguir a Cristo no significa estar libre de conflictos. No es un juego de niños. No es ociosidad espiritual. Todo goce en el ejercicio de Cristo implica obligaciones sagradas al hallar a menudo severas dificultades. Seguir al Señor significa cruentas luchas, trabajo enérgico, guerra contra el mundo, la carne y el diablo. Nuestro deleite son las victorias obtenidas para Cristo en una dura y ferviente contienda. Piense en esto. "Somos colaboradores de Dios" (1 Cor. 3:9).
Cristo se comprometió en la gran obra por la cual vivió y murió. Debemos insistir a tiempo y fuera de tiempo. ¿Y por qué? "Porque habéis sido comprado por precio" y estamos enrolados bajo el estandarte del Príncipe Emanuel. Nos hemos alistado para trabajar "no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece" (Juan 6:27). Hemos de obrar nuestra propia salvación con temor y temblor.
No nos pertenecemos. Hemos sido comprado por precio, para glorificar a Dios con nuestros cuerpos y espíritus, que le pertenecen. Debe realizarse una obra. Hay una labor fiel que realizar en su vida.
Y a cada hombre se le asigna su tarea. Si hemos sido agraciados con el Pan de Vida, debemos trabajar en la viña del Señor. Nos llega la orden de que nos neguemos a nosotros mismos, tomemos nuestra luz y sigamos a Cristo. Hemos de correr con perseverante ahínco la carrera puesta delante de nosotros. Ello a menudo requiere movimientos enérgicos. No podemos estar ociosos.
Se nos insta: "Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna"...
Debemos mantener constantemente delante de quienes han prometido servir a Cristo, que ello significa diligencia. Significa ser obreros fieles, hacer todo lo posible para ganar almas para Cristo.
Es ser continuamente vigilantes para ser fieles hasta la muerte, para pelear la buena batalla de la fe hasta que la lucha haya terminado y como vencedores recibamos la corona de vida.
Esto significa mucho más de lo que comprendemos. Cristo es nuestro ejemplo. La lucha cristiana no es llevar una vida de indulgencia para comer, beber y vestirse como mundanos desenfrenados.
El Señor Jesús vino en naturaleza humana a nuestro mundo para ofrecer su preciosa vida como ejemplo de lo que debería ser la nuestra. El es la muestra, no de complacencia espiritual, sino de una vida de abnegación y renunciamiento que está permanentemente ante nosotros.
Tenemos la visión correcta que Cristo, nuestro Modelo, vino a darnos. Delante de nosotros está el Príncipe de los cielos, el Hijo de Dios. El puso a un lado la corona real y el regio manto, y descendió a tomar su lugar en nuestro planeta como Varón de Dolores, experimentado en quebranto.
¡Qué pocos lo toman en cuenta! (Fragmentos del Diario, Manuscrito 156, del 22 de julio de 1907).
Alza tus Ojos de E. G. de White
Bendiciones desde mi blog
ResponderBorrarwww.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
Desde mi país El Salvador en America Central