jueves, 30 de junio de 2011

18 “Resistan Al Diablo”


Someteos, pues a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Sant. 4: 7.

A Eva le pareció algo insignificante arrancar el fruto prohibido; éste era agradable a la vista y al paladar, y parecía deseable para alcanzar sabiduría. ¡Pero qué terribles fueron los resultados! No fue de poca importancia que ella perdiera su vinculación con Dios. Eso abrió las compuertas de la desventura para nuestro mundo. ¡Oh, cuánto mal puede acarrear un paso en falso! Nuestros ojos no deben fijarse en la tierra, sino elevarse al cielo. Debemos pasar por peligros y dificultades, avanzando con cada paso, obteniendo victorias en cada conflicto, superándonos más y más; el aire se vuelve más puro a medida que el alma se acerca al cielo. La tierra ya no tiene atracción. El paisaje celestial se presenta con claridad y belleza. El cristiano ve la corona, el manto blanco, el arpa, la palma de victoria; la inmortalidad está a su alcance. Entonces la tierra desaparece de la vista. . .

Aunque perdamos todo lo demás, debiéramos mantener la conciencia pura y sensible. Cuando se les pida que vayan donde haya el más pequeño peligro de ofender a Dios, de hacer lo que no puedan hacer con conciencia pura, no teman ni vacilen. Miren al tentador firmemente en el rostro y digan: "No; no pondré en peligro mi alma por ninguna atracción mundanal. Amo y temo a Dios. No me arriesgaré a deshonrarle o desobedecerle por las riquezas del mundo, el favor o el amor de una hueste de parientes mundanos. Amo a Jesús quien murió por mí. Me ha comprado con su sangre. Seré fiel a sus demandas y mi ejemplo nunca será un excusa para que alguien se aparte de la recta senda del deber. No seré siervo de Satanás y del pecado. Mi vida será tal como para que deje tras sí una brillante estela hacia el cielo".

Una sola palabra en favor de Dios, tan sólo una firme y silenciosa resistencia salvará no solamente sus propias almas, sino también a centenares de otras. . .

Ha llegado el tiempo cuando cada alma debe mantenerse firme o caer, de acuerdo con sus propios méritos. Quizás aparezcan en nuestra mente unos pocos actos correctos, unos pocos buenos impulsos como una evidencia de rectitud, pero Dios requiere todo el corazón. No aceptará afectos divididos. Todo el ser debe serle dado o no recibirá la ofrenda.

Debemos aprender ahora las lecciones de fe si hemos de permanecer en pie en el tiempo de angustia que viene sobre todo el mundo para probar a los que moran en la tierra. Debemos tener el valor de los héroes y la fe de los mártires (Carta 14, del 18 de enero de 1884, dirigida al "Hermano y la hermana Newton", una familia de laicos). 31

(Alza tus Ojos de E. G. de White)

17. “AMAR COMO CRISTO AMA”


Esto os mando: Que os améis unos a otros. Juan 15: 17.

La oración de Cristo [en Juan 17]. . . es una ilustración de su intercesión por nosotros ante el Padre. Su oración fue: "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. "Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. 
 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.

"Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado" (vers. 17-23).

Quien expresó esta oración está intercediendo hoy delante del Padre en favor de los seres humanos a quienes redimió. Los presenta delante de Jehová diciendo: "Los tengo esculpidos en las palmas de mis manos" (Isa. 49:16). 
Santificación es llegar a la unidad con Cristo mediante la obediencia a la verdad; éste es el propósito de Dios para nosotros. Por la santificación y la unidad los cristianos deben dar evidencia al mundo de que, mediante Cristo, se hizo una obra perfecta en favor de ellos. De esta manera deben dar testimonio de que Dios envió a su Hijo para salvar a los pecadores.

¿Permitirán Uds. que Cristo realice esta obra de santificación en sus corazones? Hoy pueden ser perfectos en El. Tienen la seguridad de que por medio de la santificación de la verdad pueden ser perfeccionados en la unidad. . .  Recuerden que cuanto más importancia den a las pequeñas diferencias de opinión, más se arraigará el hábito de establecer reglas precisas que sería mejor que no existieran...

El Señor está familiarizado con el sufrimiento mental de sus hijos.
 Sabe cómo a veces sus corazones están heridos. 
Obrará para que los afligidos sean aliviados y ayudados.
 Nos dice: "Sobrellevad los unos las cargas de los otros" (Gál 6:2). 
"Así que, los que somos fuertes debemos soportar 
las flaquezas de los débiles, 
y no agradarnos a nosotros mismos" 
(Rom. 15: 1). 

Debemos relacionarnos correctamente los unos con los otros, aun cuando esto pueda demandar sacrificio. Cristo hizo un sacrificio infinito por nosotros. ¿No debiéramos nosotros estar dispuestos a sacrificarnos por otros? 
Debemos evitar cuidadosamente herir o lastimar los corazones de los hijos de Dios, porque cuando lo hacemos herimos y lastimamos el corazón de Cristo (Carta 31, del 17 de enero de 1904, dirigida al pastor J. A. Burben y Sra.
 y al Dr. D. H. Kress y Sra.). 30


(Alza tus Ojos de E. G. de White)

16. “RESULTADOS DE LA RENOVACIÓN INTERIOR”


Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu. Efe. 3: 16.

Creemos que el fin está cerca, y en el corto tiempo que aún tenemos debemos hacer con fidelidad la obra que Dios nos ha encomendado. Mantendremos fervientes nuestras almas con el amor de Dios en la medida en que tratemos de encender los corazones de otros. Todavía estamos en el tiempo de gracia. Quien anhele fervorosamente la vida eterna deberá esforzarse por alcanzarla. La conseguirá mediante el deseo y los esfuerzos. El oro se halla oculto en la tierra. 
 El deseo y el esfuerzo combinados son los únicos medios para conseguir el tesoro. Si se despierta en nosotros el interés por las almas que están por perecer, habremos despertado nuestras propias almas.

Qué consuelo es saber que el Señor anhela que formemos parte de la familia celestial. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16). Necesitamos cultivar y ejercitar la fe. Nuestra fe debe manifestarse en obras. Debemos tener esa fe que obra por el amor y purifica el alma. La Palabra del Señor es vida y es poderosa, más aguda que cualquier espada de dos filos. Es poder cuando se la practica. La gran transformación que obra es interna. Comienza en el corazón y actúa hacia afuera. Con el corazón el hombre cree para justicia y con la boca confiesa para salvación. "Sacrificio y ofrenda no quisiste". Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Dios no se complace con una pretensión farisaica.

Debemos escondemos en Cristo, confiar en su amor, creer día tras día que nos ama con un amor que es infinito. No permita que nada la desanime y entristezca. Piense en la bondad de Dios. Recuerde sus favores y bendiciones.

Trabajo constantemente en tareas de redacción y predicación. El Señor ha sido mi mejor amigo y Ud. puede experimentar lo mismo. Que la alabanza al Señor esté siempre en nuestros corazones, en nuestras mentes y en nuestros labios. De esa manera podemos magnificar la verdad. El Espíritu Santo testificará a nuestro espíritu que en verdad somos hijos del Rey celestial. Tenga buen ánimo, porque Jesús es nuestro Amigo y Salvador personal. Nos ama, y si presta atención al pequeño gorrión, cuánto más amor y cuidado manifestará por nosotros. 
 La memoria se debilita cuando no se la ejercita. De la misma manera, nuestra fe, esperanza y valor se vuelven débiles a menos que miremos a Jesús con toda la confianza con la que un niñito contempla a su madre. Contemplándole somos transformados a su semejanza. Que ningún pensamiento de incredulidad se entreteja en nuestra experiencia religiosa. El Señor será nuestra eficiencia y nuestra recompensa extraordinariamente grande.
(Carta 20, del 16 de enero de 1898, dirigida a la hermana Kelsey). 29


(Alza tus Ojos de E. G. de White)

15. “DINERO CONSAGRADO”


Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Col. 3: 3.

Tanto las grandes sumas de dinero como las pequeñas deben ser consideradas por Ud. como tesoros que Dios le ha confiado. Cuando piense en gastar medios, debe orar sobre el asunto a fin de que pueda usar los bienes del Señor de una manera que le complazca. El Señor requiere de todos los que pretenden ser sus seguidores que imiten su ejemplo. Somos espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres. Los incrédulos observan a los que profesan ser hijos de Dios para ver si en realidad son lo que dicen ser. ¿Es consecuente que hablemos de la abnegación de Cristo, de su sacrificio, y sin embargo caminemos y obremos contrariamente a su ejemplo? Los tesoros del mundo son del Señor. Son todos suyos, tanto por creación como por redención.

¿Por qué las riquezas son llamadas "riquezas de injusticia"? Porque por medio de ellas los hombres están sujetos a la tentación, a ser injustos, a usarlas como a ellos les place, en gratificar sus deseos y realizar lo que su imaginación exige. Los que poseen dinero están en peligro de dar a los bienes de Dios un uso equivocado, y de esa manera ser inducidos a olvidar a Dios. La gente de Nazaret pensaba que amaba a Dios hasta que el Señor Jesús expuso delante de ellos su verdadera condición, y entonces se hizo evidente el hecho de que no estaban guardando los mandamientos.

El joven rico pensaba que amaba a Dios hasta que Jesús le reveló su ídolo y le mostró que estaba haciendo un dios de sus posesiones. Vino a Jesús con la pregunta: ¿Qué más me falta? La respuesta fue: "Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme" (Luc. 18: 22).

Aquellos a quienes el Señor ha dado el talento de los recursos están bajo una pesada responsabilidad. No han de invertir el dinero meramente para la gratificación de los deseos egoístas, porque todo lo que gasten de esa manera es restado de los tesoros del Señor. Por la soberana bondad de Dios, el Espíritu Santo obra a través del agente humano, y le impulsa a hacer pequeñas o grandes inversiones para la causa del Señor, haciendo que, redunden para la gloria de Dios.

Siempre que piense usar el dinero del Señor para gratificarse egoístamente, recuerde que hay muchos sumidos en una profunda pobreza, que ni siquiera tienen para comprar alimento o ropa, y son herencia del Señor. Debemos hacer el bien a todos los hombres, especialmente a los que son de la fe. Si los que poseen abundantes recursos son agentes de Dios para comunicar la verdad, usarán sus tesoros sabiamente, de modo que ninguno de la familia de la fe pase hambre o desnudez (Carta 90, del 15 de enero de 1895, dirigida a una mujer adventista de cuantiosos recursos). 28


(Alza tus Ojos de E. G. de White)

14. “EL PERFUME DEL CARÁCTER DE CRISTO EN USTEDES”


Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. 2 Cor. 2: 14.

No hay esperanza de éxito para ninguna organización religiosa en la que se cultive el espíritu de crítica como arte refinado bajo el nombre de discernimiento espiritual. Sería mucho mejor que los hombres fueran ciegos para con las faltas de otros, antes que estar inspirados por un espíritu astuto e inquisitivo que busca defectos en aquellos a quienes el Señor ama y por medio de los cuales obra. Todos necesitamos humillarnos y no tener una idea exaltada de nosotros mismos.

La mayor tristeza que he soportado fue causada por la falta de unidad y amor entre los hermanos. En palabra, en espíritu y en la vida toda, debemos manifestar a Cristo, y no las ideas y conceptos peculiares del yo. Por éstos muchos han sido estorbados y han llevado una carga durante toda su vida sin saber cuál era el problema.

Pierdan de vista a todos los demás, excepto a Cristo. Deseamos tener a Cristo en nosotros y Cristo desea habitar en nuestro corazón. Somos todos humanos y falibles, y a menos que El se forme dentro de nosotros como la esperanza de gloria, cometeremos grandes equivocaciones al evaluar a nuestros colaboradores de acuerdo con nuestro propio modelo y medida. Dios ve por debajo de la superficie. Ve todo lo bueno y nota también todo lo malo. Dejen, entonces, la obra de juzgar a sus hermanos por cuenta de Dios.

Preocúpense por los jóvenes que están ahora formando sus caracteres, conversen con ellos y ayúdenles en todo lo que les resulte posible. Que nadie eduque a los jóvenes en la ciencia de detectar faltas. No permitan que los jóvenes los escuchen hablar de las faltas de los que no se ajustan a sus ideas. Los jóvenes son servidores de Cristo y se los debe cuidar y animar para que desarrollen pensamientos buenos, puros y santos. No necesitan lecciones de malas sospechas. Satanás está siempre listo para instruirlos en esa dirección. Enséñenles a ser amables, a respetarse y amarse unos a otros como Cristo nos ama.

Retengan el perfume del carácter de Cristo en sus palabras y acciones. Que las quejas y murmuraciones terminen para siempre. Entonces sus corazones reflejarán los rayos del sol de justicia de Cristo. Dios los bendecirá y los hará una bendición.

Es el carácter, no la colocación de nuestros nombres en los libros de la iglesia, lo que nos hace cristianos. Qué manifestaciones aparecerán cuando Cristo, morando en el corazón, se refleje en los rostros de aquellos que lo aman y guardan sus mandamientos. La verdad está escrita allí. El hombre es transformado a la imagen de Cristo. Un mundano puede acercarse y no advertir el cambio, pero los que han tenido comunión con Cristo discernirán su expresión en las palabras y el espíritu. La influencia de Cristo en el corazón se percibirá en una amabilidad habitual, en un amor más que humano. La dulce paz del cielo estará en el alma y se revelará en los semblantes (Carta 6, del 14 de enero de 1899, dirigida a los "Hermanos y hermanas reunidos en el congreso anual de Ballarat"). 27


(Alza tus Ojos de E. G. de White)