viernes, 27 de mayo de 2011

31. “EL LIBRO SIEMPRE ACTUAL”



Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra  (2 Timoteo 3:16, 17).
 
Cualquier libro de ciencia debe ser renovado más o menos cada ocho años; el progreso y los nuevos descubrimientos, así lo exigen. Pero en el terreno espiritual, aun cuando surgen continuamente teorías nuevas, la Sagrada Biblia no pierde su vigencia. ¿Por qué? Honestamente, ¿puede un libro tan antiguo, responder a necesidades reales y presentes?
La Biblia es un libro extraordinario por su palpitante actualidad. La mayoría de sus profecías, escritas centenares de años antes de su cumplimiento, son hoy hechos históricos comprobados. Además, los mensajes de los escritores bíblicos anunciados antiguamente desde las calles de Damasco, de Babilonia, de Nínive, o de Jerusalén, siguen siendo oportunos en cualquiera de nuestras ciudades modernas. 

Cuando Noruega fue invadida por los alemanes durante la segunda guerra mundial, Elvine Begrav –en ese entonces, presidente de la Sociedad Bíblica de Noruega– fue encarcelado por predicar los conceptos bíblicos que proclaman la libertad. En una de sus cartas a su esposa, citó la profecía de Isaías, que , concerniente al ministerio de Jesús en la tierra, dice: “Me ha enviado . . . para pregonar a los cautivos libertad . . . para poner en libertad a los oprimidos”. El jefe de la prisión, censuró la carta, y no le dio curso. Inmediatamente, ordenó que la esposa del ministro se presentara a su despacho y explicara el porqué de esa comprometedora expresión. “Señor –respondióella– esas palabras sobre el pregón de la libertad a los cautivos son copia textual de la Biblia, y fueron escritas hace muchos siglos”. “Si es así”, dijo el jefe policial, “dígale a su esposo que se abstenga de usar pasajes de la Biblia en su correspondencia. Es un libro demasiado actual”.

Es que, a través de la Biblia, Dios se comunica con los hombres de todos los tiempos. Como Él es eterno, su Palabra también lo es. De ahí su actualidad. Además, Dios es sabio y verdadero; por lo tanto, su Palabra es sabiduría y verdad. Puede resolver todos los conflictos humanos. Por eso dijo el apóstol: “. . . no me avergüenzo del Evangelio, porque es potencia de Dios” (Romanos 1:16). Y agregó: “Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruído para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16, 17).

No cabe la más mínima duda; vale la pena seguir el consejo de Jesús: “Escudriñad las Escrituras. . .” (S. Juan 5: 39).

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miércoles, 25 de mayo de 2011

30. “LA GLORIA DE DIOS”



Te ruego que me muestres tu gloria (Éxodo 33:18)

¿Qué palabras e imágenes vienen a la mente del lector cuando escucha la frase “la gloria de Dios”? Para el que escribe, pensar en la gloria de Dios es elevar el pensamiento al cielo, a “las alturas”. ¿Acaso no dijo el ángel de la natividad, “gloria a Dios en las alturas”? Y, claro está, si Dios es excelso, y mora allá arriba, en el cielo.
Es también anticipar el futuro. Pues a todo el que crea en Jesús le está aparejada morada allí, en la gloria.

Bien lo expresa un conocido himno con estas palabras:
Cuando mi lucha toque a su final
y me halle salvo en la playa eternal,
junto al que adoro, mi Rey celestial,
eterna gloria será para mí.
Gloria sin fin, eso será,
gloria sin fin, eso será.
Cuando por gracia su faz vea allí,
eterna gloria será para mí.

Sí, la gloria de Dios evoca en el hombre los aspectos luminosos, esplenderosos, de la presencia de Dios. Sin embargo, es muy evidente que Dios, al pensar en su gloria, sus pensamientos toman un rumbo marcadamente diferente. Cuando Moisés le hizo a Dios el extraño pedido: “muéstrame tu gloria”, seguramente no estaba preparado para la respuesta divina: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. . .” Y el relato bíblico añade: “Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová. . .” En otras palabras, Dios le estaba diciendo a Moisés –y a nosotros– que su gloria yace en su carácter; en quien es él. Y no se conoce a Dios separado de su maravilloso amor. Bien lo afirmó el apóstol: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 S. Juan 4:8). ¡Estas son muy buenas noticias! Quiere decir que no hay que ser residente celestial para gustar de la gloria de Dios. La podemos, la debiéramos de experimentar aquí y ahora. Ese milagro es dable sólo cuando dejamos que el carácter de Jesús sea formado en el nuestro, y esto es consecuencia directa de creer y obedecer las enseñanzas de Cristo con el poder del Espíritu Santo. De ahí la promesa: “Cuando el carácter de Jesús sea perfectamente revelado en su pueblo, Él vendrá a reclamarlos como suyos” (Elena H. de White).

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martes, 24 de mayo de 2011

29. “EL UNIVERSO DE SOLEDADES”

"Y cuando llegó la noche, estaba allí solo (S. Mateo 14:23).

 
El fenómeno se da más en la ciudad que en el campo o en la aldea; y es paradójico: cuanto más gente hay, más solos viven, más desconectados, más aislados los unos de los otros aunque vivan pared a pared, a los lados y al frente rodeados de otros seres igualmente solos. 

¿A qué responderá esta soledad? ¿Es buscada u obligada? Y si ésta, ¿puede remediarse?

Una es la soledad del contemplativo, la del místico, la del hombre de ciencia; otra, la del egoísta que por ella se libera cuanto más puede de sus prójimo para no dar cuenta a nadie de sus hechos o de lo que dejó de hacer. Y una más la del tímido, el acomplejado e inseguro que no se anima a darse a los demás por temor al rechazo. Y también la del suspicaz que ni probó pero igual teme la traición o la agresión de los demás. Y la de los sin familia, la de los extranjeros, y sabe quién cuántas soledades más. Pero todas –diríamos– convergen en dos.

Una creativa. Otra destructiva. Una, que en realidad se siente acompañada por todos los que persiguen como ella una meta, un ideal; soledad esta que es puente hacia la solidaridad humana; puente construido con libros, con pinceles, con tubos de ensayo, con meditación y con acción. 

Otra, soledad que está “sola de veras”. No persigue causas ni ideales que la hayan motivado. Existe, simplemente, porque nadie llegó a llenar su vacío. Es la soledad no saciada, insatisfecha. Es –como diría De Obieta– “la soledad del individuo que desearía integrarse en una sociedad apropiada a su genio”.

A menudo, creyendo buscar soledad, lo que en realidad se busca es compañía; compañía que no se encuentra fácil porque se busca tan plena, tan total como la que la sed de uno exige. Compañía. . . que comprenda, que acepte, que aprecie, que valore, y que también se goce en compañía de uno. 

Amigo lector, la única manera de lograrla es permitiendo que Dios llene nuestras vidas de Su Presencia, y que también revele esa Presencia a otros por medio de nuestras vidas; todo, a fin de que saciemos nuestra propia sed y aun satisfagamos la de otros, convirtiéndonos justamente en la compañía que comprende, que acepta, que aprecia, que valora, y que sinceramente goza en compañía de los demás. 

Entonces, ocurrirá el milagro: los demás nos darán lo mismo que les damos. Porque es regla infalible, y es también promesa. . . promesa de Dios: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida que medís, os volverán a medir” (S. Lucas 6:38).

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lunes, 23 de mayo de 2011

28. “SED DE ENTENDER”



"Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él" 
(Proverbios 22:6).
 
Carlos Castro Saavedra hablaba de la “sed de entender lo que la gente dice cuando no dice nada. Cuando calla y se hunde en su silencio”. Pero no todos tienen esta sed. A muchos ni siquiera les importa lo que la gente dice cuando habla. ¿Por qué esta indiferencia? ¿Adónde conduce? ¿Qué depara? ¿Cómo puede evitarse?

Un niñito trataba en vano de llamar la atención de su padre a una pequeña herida que se había hecho y que su mamá ya había curado. Pero en esos momentos, el padre estaba leyendo el periódico y no quería ser interrumpido. Por fin, ante la insistencia del chiquillo, el hombre le gritó: “¿Y qué quieres que haga con eso?” El niño, asustado, no atinó a contestar; pero el hermanito menor arguyó: “Bueno. . . al menos, podrías decir ´¡Oh!´”

No se esperaba más. Sólo . . . dos letras –una simple exclamación– habrían bastado para sentar el lenguaje de la comprensión entre padre e hijo. Qué lastima que el hombre no pudo decirlas porque estaba ocupado tratando de enterarse de los problemas del mundo. Esta es la triste paradoja de muchos. Se abren a los problemas del mundo, pero se cierran a los de sus familiares o allegados. Pueden conocer al detalle cómo van las cosas en Bagdad, en Washington o en Moscú, pero no saben cómo marchan en su propio hogar y con su propia familia.

Herbert Hendin –doctor en Psiquiatría y pionero en la aplicación del psicoanálisis al estudio de la sociedad contemporánea–, señala que aun los atentados por razones políticas podrían ser sólo síntomas de problemas más profundos de nuestra sociedad. “Actualmente –explica Hendin– la actitud prevaleciente es hacer cualquier cosa con tal que llame la atención”. Y este “hacer cualquier cosa” incluye el asesinato y el secuestro. Pero lo notable de este problema es que una de sus causas fundamentales es justamente la falta de atención sufrida en el hogar.

Muchos que no gozan de los beneficios de familias tradicionales, tratan de atarse a grupos sustitutivos tales como las pandillas. “Estos grupos –añade Hendin– les proveen de una nueva familia, y les permiten, a la vez, expresar simbólicamente su ira contra su familia real, viviendo un estilo de vida tal que ellos saben que emocionalmente mortifica a su familia”.
He ahí, nuestra tremenda responsabilidad para con el mundo y para con nuestra propia familia. Seamos comprensivos y cariñosos, e interesémonos sincera y profundamente en su bienestar. Que si lo hacemos así, la promesa divina es segura. 

La Escritura lo dice: 
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).

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27. “EL PAN”



Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre. . .
(S. Juan 6:35).
 
Es propio de todo ser humano procurar seguridad: seguridad en lo económico, seguridad en el seno familiar, en su relación afectiva, en su ocupación laboral, y en todo cuanto emprende. Paradójicamente, para muchos hoy lo más seguro es su inseguridad. ¿Cómo pueden evitarla? ¿Cómo lograr una personalidad equilibrada, firme, estable? ¿Cómo obtener confianza? ¿Cómo alcanzar completa y verdadera seguridad?

Después de la Segunda Guerra Mundial, las potencias aliadas refugiaron a cientos de niños sin hogar a quienes alimentaron y cuidaron. Pero durante un tiempo los chiquillos estuvieron inquietos, ansiosos, y no alcanzaban dormir. Entonces, un psicólogo sugirió que luego de la cena se diera a cada niño una rebanada de pan extra que pudiera llevar consigo al acostarse. Y resultó. La rodaja de pan fue como una garantía de que al día siguiente tendrían qué comer; eliminando así la preocupación morbosa de los chicos, prodigándoles el descanso que necesitaban.

Cuando el adulto siente amenazada su seguridad, también se preocupa, y aun llega a la ansiedad y el insomnio. Y a menudo, como a los niños de quienes hablábamos, le basta “una rodaja de pan extra” para sentirse reconfortado. En este caso, la “rebanada” puede llamarse elogio sincero, expresión de cariño, recuperación después de una enfermedad o de algún otro tipo de crisis, éxito en determinado trabajo, o aumento de sueldo; y puede significar semblante despejado, mente fresca y buen descanso; en suma: sensación de confianza y de estabilidad.

Sin embargo, hay una manera de lograr no una “rebanada”, sino “el pan entero bajo el brazo”, y como consecuencia, seguridad total y verdadera. Jesús dijo de sí mismo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (S. Juan 6:35). Hay quienes se resisten a creer que esta promesa puede significar bendición material además de bendición espiritual. ¿Cómo –se dicen– con ir a Jesús, puede uno satisfacer su hambre y sed?

Y Jesús lo explica: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (S. Juan 6:36). La Palabra de Dios contiene miles de promesas, y consejos definidos y prácticos referentes a todo aspecto de la vida. Quien los acepta con fe y los pone por obra, bebe de una fuente de seguridad inagotable. Desde el corazón de quien la acepta, una confianza total, feliz y agradecida pide como los discípulos de ayer: “Señor, danos siempre este pan”. . . danos . . . “esta agua”
(S. Juan 6:34; 4:15).

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domingo, 22 de mayo de 2011

26. "EL ÁGAPE DIVINO"



Nosotros le amamos a él [con ágape] porque él nos amó [con ágape] primero (1 S. Juan 4:19). 
 
Dos amigos viajaban en bicicleta por un camino en Uganda. Samsoni Kalette, que era cristiano, iba a la iglesia ese sábado de mañana, con una Biblia atada a su portaequipajes. 
El amigo le preguntó: “¿Todavía crees en ese Libro?” “¡Claro que sí! –respondió Samsoni. “Hace tiempo que nosotros, los Baganda, dejamos de creer en ese Libro –dijo el ciclista no cristiano–. “¿Por qué? –preguntó el cristiano. “Porque ese Libro enseña que hay que amar a los enemigos, y en nuestra tribu nadie puede hacer eso”. 

¡Cuán cierto es! Ninguno de nosotros puede amar a quienes nos odian. . . a menos que aprendamos en ese mismo libro, la Biblia, cómo hacerlo. Para expresar ese amor diferente, único, los apóstoles se valieron de una vieja palabra griega que la gente había relegado al sótano de sus mentes; le sacudieron el polvo y la inyectaron de nuevo significado: la palabra, es ágape–.

 ¿Qué es el ágape?

Admetus era un apuesto joven de la antigua Grecia, a quien todos decían “amar”. Pero se enfermó con una extraña dolencia. El sacerdote pagano dijo que tendría que morir a menos que hubiera alguien que estuviera dispuesto a hacerlo en su lugar. Nadie se ofreció. Aun sus padres dijeron: “¡Oh, sí, amamos a nuestro hijo Admetus; pero lo sentimos mucho; no podemos morir en su lugar”. Por fin, su novia Alcestis –otra versión dice que se trataba de su esposa-- dijo: “¡Yo moriré por Admetus, porque es un hombre tan bueno! El mundo lo necesita”. 

Los griegos paganos alzaron sus manos al cielo y dijeron: “¡Esto sí es amor! ¡Esta es la más alta cumbre del amor! ¡Alcestis está dispuesta a morir por un hombre bueno!” 

Pero entonces viene el apóstol Pablo y nos dice, en Romanos 5, que ése no es el verdadero amor: “En verdad, apenas hay quien muera por un justo. Con todo, puede ser que alguno osara morir por el bueno” (vers. 7). “Pero Dios demuestra su amor [ágape] hacia nosotros, en que siendo aún pecadores [enemigos, vers. 10], Cristo murió por nosotros”. Amigo lector, esa clase de amor captura y convierte el corazón.


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25. “ROCA DE LA ETERNIDAD”



...Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos (Salmos 40:2)

Muchos que acaso se escandalizarían ante la sola idea de llegar a ser drogadictos, son –sin saberlo– adictos a otro tipo de “estupefacientes”. Valiéndose del trabajo excesivo, o de la afición obsesiva a los entretenimientos o a las cosas, buscan –también ellos– eludir una realidad que les resulta enajenante. Por eso, cuando llega el momento de la inactividad, o del desprendimiento de aquello o de aquellos que llenaban sus días, sienten ansiedad, angustia, sed que creen sólo saciable con eso que perdieron; sienten el “corte” como herida, y a veces, hasta como herida mortal. Y lo que pasa es que están pendiendo de un gancho endeble; buscan apoyo en arenas movedizas, en lodo cenagoso que los traga.

El ser humano, aun cuando grite su libertad y la defienda, nació dependiendo y necesita depender de Alguien. Y ese Alguien es Dios. Quien se resiste a reconocerlo, no logra ni aun así su independencia. Inconscientemente va aferrándose, y de alguna manera dependiendo de cosas, de gente, de actividades; todas endebles, porque todas temporales. Cuando ellas acaban, quien se aferra a ellas, si no logra suplirlas, se acaba con ellas. De ahí su inquietud, su nerviosismo, su tedio; su incapacidad de ser feliz sin aquello que perdió.

Cuando uno toma conciencia de esta subordinación absurda a lo temporal, comprende que ahí no está la respuesta. Tan cierto como que necesita apoyo, es que el apoyo que necesitaba debe ser firme y duradero. Quien cambia de posición, quien se afirma en Jesús, nota no sólo la indestructible consistencia de su nuevo punto de apoyo, sino la perspectiva diferente que se obtiene de él. Puede ver seguridad, paz, amor, productividad, confianza, serenidad, alegría. No es que desaparecen como por encanto sus problemas, pero sí, su importancia frente a ellos. De ahí su conversión al optimismo, y por ende, la pérdida de su tendencia al aburrimiento y a la frustración.

Respecto de cómo lograr este tremendo cambio, el salmista David –que lo experimentó personalmente-- explica: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios” (Salmo 40:1-3). Sí, amigo lector, David tiene razón. Aquí cualquiera puede “ver para creer”; comprobar por sí mismo que apoyarse en lo perecedero es pisar sobre arenas movedizas, es caer en el fango de la inestabilidad y finalmente hundirse en el vacío interior. Apoyarse en la Roca, afirmarse en lo eterno, es la solución. Y la Roca Eterna es Jesús.

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