domingo, 8 de mayo de 2011

06. "LAS HORMIGAS Y LA EVOLUCIÓN"

Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio (Proverbios 6:6).

Tarde o temprano cada ser humano pregunta ¿Quién soy? ¿de dónde vengo? ¿hacia dónde voy? ¿Es posible encontrar la respuesta satisfactoria a éstas incógnitas?

¿Están en lo cierto los que enseñan que el ser humano es fruto del azar y que nuestro mundo y todo el universo sobrevino sin la intervención de una mente inteligente? ¿Cómo se puede explicar la armonía que reina en la naturaleza?
El asombroso mundo de las hormigas ofrece un interesantísimo tema de estudio; particularmente, si lo relacionamos con la teoría de la evolución, uno de cuyos postulados es el de la “selección natural” mediante la “lucha por la supervivencia”. Según esa teoría, cada organismo debe –primordialmente– propagarse y servirse a sí mismo. Sin embargo, existen varias especies de hormigas que contradicen ese principio. Las Tetramoria, por ejemplo, sacrifican deliberadamente sus vidas para que sobrevivan otras hormigas inferiores a ellas.

Más aún, la hormiga carpintera defiende a las larvas del escarabajo Atemeles antes que a las suyas propias, lo cual resulta bien extraño, pues el Atemeles se alimenta de larvas de hormigas. En cuanto a las hormigas del Amazonas, son completamente inútiles sin el concurso de sus hormigas esclavas. Solas, no pueden alimentarse a sí mismas, ni fabricar sus “nidos”, ni ocuparse de cuidar a su descendencia.

El estudio detenido y comparado de las 3.500 especies conocidas de estos insectos, así como el de las demás criaturas y fenómenos de la naturaleza, revela que en verdad, nada, ni nadie, vive ni muere para sí. Hay un orden y una correlación extraordinarias entre todos los seres y las cosas creados. Claro que, el orden es una combinación de detalles que suponen un plan preconcebido, una mente superior. En el caso de la naturaleza, exige la existencia y la presencia de un Creador.

Por eso, lejos de suponer que el mundo existe por casualidad, acertadamente, la Biblia declara que Dios “es el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la crió en vano, para que fuese habitada la crió” (Isaías 45:18).
Y en cuanto al hombre, no lo remonta a ningún antepasado animal; asegura, que fue hecho “a imagen y semejanza” de Dios, y que aun cuando esa imagen se haya desdibujado, volverá a plasmarse. “Haré –promete-- “más que el oro fino al varón, y más que el oro de Ophir al hombre” (Isaías 13:12).

La voz.org

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