viernes, 13 de mayo de 2011

18. "EL DERECHO DE NACER Y DE VIVIR"



He aquí, herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre (Salmo 127:3). 

Con ardor y verdad, Enrique Caballero describía la odisea del niño “que la sociedad tendría que defender de sus padres, y el Estado de la sociedad”. “Ese niño –decía– no es el pecado de una pareja inconsciente; es el pecado de una civilización irresponsable. Llega a un hogar que no lo esperaba ni lo quiere, e inocentemente agrava una situación económica insostenible. Desde entonces, se constituye en el pararrayos de la histeria materna y de la brutalidad paterna”.
Caballero cita casos de niños “castigados con quemaduras, con cortaduras, con bárbaros golpes. . . muertes por inmersión y por asfixia”. Se dan éstos en Nueva York y en Londres como en el barrio más pobre y escondido de cualquier país; pero el problema no se limita a un estrato social. Donde reina la riqueza y la cultura, el drama no es menos intenso. 

El dinero y la instrucción no logran suplantar al amor, ni al hogar, ni a la fidelidad a la familia. En uno y otro caso, el niño se siente despreciado, rechazado y hasta odiado por uno o ambos padres. ¿Puede extrañarnos que luego se refugie en las drogas, o en la promiscuidad sexual, o se aboque a la violencia?

No pretendemos defender ni justificar estas muestras de la hostilidad y rebelión juveniles, pero creemos que son parte de su desesperada búsqueda de respuesta. Aquí, pues, es donde usted y yo tenemos el privilegio y el deber de intervenir. Como esposos y padres, como educadores y consejeros, como amigos. . . Como sea, con tal de dar una mano de ayuda a nuestros niños y a nuestros jóvenes.


No basta con permitirles el derecho de nacer. Merecen el derecho de vivir decentemente, de tener un hogar, padres que los amen y los respeten, y una sociedad que los acepte y los apoye. Es hora de que tomemos conciencia, y demos a nuestra familia más de nosotros mismos que de nuestro dinero o nuestras cosas. Antes de pensar en el divorcio, en la infidelidad matrimonial, o en conseguir más dinero para mantener nuestra posición, pensemos en nuestros hijos.


La Palabra de Dios dice: “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre” (Salmos 127:3). De esa herencia Dios nos pedirá cuenta un día. ¿Cuál será nuestra respuesta?

La Voz.org

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