domingo, 8 de mayo de 2011

08. “RESCATE DE LA PORNOGRAFÍA”

Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios (S. Mateo 5:8).
Muchos no saben lo que es caer en un banco de arena movediza. Al caminar por lo que, a todas luces parece un terreno seguro, de repente se pisa una porción que tiene una especie de imán en su interior.

Cada grano de arena, al parecer, quiere arrastrarlo hacia el fondo. El atrapado agita los brazos y sacude las piernas sin otro resultado que el de hundirse más y más. Está condenado, a menos que alguien aparezca, y lo saque.
Hay una arena movediza espiritual mucho peor, en la cual está cayendo la gente: es la pornografía. Se ha desarrollado en los últimos años como una atracción sumamente seductora, que ha atrapado a 75 millones de adultos y a 25 millones de jóvenes, sólo en los Estados Unidos.

De inmediato surge la pregunta:
¿Es la pornografía una actividad inocua que le proporciona a sus adictos un placer inocente, o es algo malo, un verdadero pecado, una especie de arena movediza moral? Sus defensores dicen que se trata de “sexo seguro”; que a diferencia del alcohol o la drogadicción que avergüenza en público, nadie necesita saber que usted es un adicto. Por lo tanto, gente sumamente respetable –incluso un 20% de los pastores y dirigentes religiosos– está sucumbiendo a su atracción.

Durante los últimos años ha crecido tanto, que en la actualidad hay más de un millón de sitios pornográficos en la afamada Internet, tan atractivos que sus víctimas se confiesan “incontrolablemente absorbidos” por ellos.

Y lo extraño es que los que quedan atrapados por la pornografía cada vez tienen menos momentos de intimidad con sus respectivos cónyuges. Esta adicción es una especie de cáncer que se devora a sí mismo; un preludio de un suicidio moral y emocional. Amigo lector, la pornografía consiste en contemplar ansiosamente la mujer del prójimo –que comprende toda mujer fuera de la propia–.

Salomón nos dice: “No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos” (Proverbios 6:25)

Pero, recuerda; más allá de la prohibición, está la promesa divina: “Bienaventurados, los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”(S. Mateo 5:8).

La voz.org

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