Debemos estudiar el Modelo, para que el espíritu que habitó en Cristo pueda morar en nosotros. Al Salvador no se lo halló entre los eminentes y honorables del mundo. No empleó su tiempo entre los que buscaban su propia comodidad y deleite. Trabajó para ayudar a los que necesitaban ayuda, para salvar a los perdidos y a los que perecían, para levantar a los caídos... DNC 185
jueves, 5 de mayo de 2011
14. "NUESTRO MARAVILLOSO CUERPO"
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios (1 Corintios 6:19, 20).
Hay padres que prefieren no hablar con sus hijos acerca de las diferentes partes y funciones del cuerpo y de cómo cuidarlas. Pero, si no a ellos,
¿a quién incumbe esta enseñanza? ¿Qué ventajas proporciona el hecho de que los padres la impartan?
En la calle, alguien se refirió groseramente a ciertas partes del cuerpo, y el niño, en casa, ha repetido esas palabras con el consiguiente estupor de la doméstica que le advierte que esos términos son sucios. Pero la madre interviene. Con calma y con ternura, explica que “las partes de nuestro cuerpo son sucias solamente cuando no nos bañamos, cuando se lavan bien son muy limpias. Y puesto que cada parte de nuestro ser, aun la más pequeña, tiene una gran función que cumplir y Dios nos la ha dado precisamente para que nos preste este gran servicio, nosotros la debemos respetar. Más aún, hay partes de nuestro cuerpo de las que debemos tener un cuidado sumo, porque son delicadísimas”.
El interés del chiquillo aumenta, y de pronto, con gozoso arrebato, pregunta: “Mamá,
¿por qué no me cuentas todo lo de nuestros cuerpo?
El diálogo pertenece a la obra “La Casa Redonda”, de Adriana Henriquet Stalli. Pero en la vida real, ya por falta de tiempo de preparación, ya por prejuicios, no suelen ser los padres precisamente quienes contestan las naturales inquietudes de sus hijos respecto de sus cuerpos. Sin embargo, lo hicieran, no sólo les ayudarían a mantener la salud, sino que fomentarían la amistad entre ellos y sus hijos facilitando a éstos el confiarles sus problemas. Recordemos que muchos de los complejos, el nerviosismo y la melancolía juveniles tienen su raíz en preocupaciones a veces fundadas, a veces no, en torno a la salud, los cambios que se operan en el organismo, y el control de los impulsos.
Elena Harmon de White explicaba: “Todo lo que promueva la salud física, promueve el desarrollo de una mente fuerte y un carácter equilibrado”. “El conocimiento de la fisiología y de la higiene debería ser la base de todo esfuerzo educativo”. “Esta obra debería empezar por la madre en el hogar, y continuar fielmente en la escuela”
(La Educación, pág. 191, 192).
Por nuestro bien y el de los nuestros, deberíamos promover el estudio de las diferentes partes y funciones del organismo, y de cómo cuidarlas. Al fin y al cabo, mantener la salud es deber de todos, tanto en beneficio propio como en beneficio ajeno, y es también, nuestra responsabilidad ante el Creador.
La Biblia dice que no somos nuestros (1 Corintios 6:19); hemos sido creados, formados, y hechos para gloria de Dios (Isaías 43:7).
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