domingo, 22 de mayo de 2011

25. “ROCA DE LA ETERNIDAD”



...Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos (Salmos 40:2)

Muchos que acaso se escandalizarían ante la sola idea de llegar a ser drogadictos, son –sin saberlo– adictos a otro tipo de “estupefacientes”. Valiéndose del trabajo excesivo, o de la afición obsesiva a los entretenimientos o a las cosas, buscan –también ellos– eludir una realidad que les resulta enajenante. Por eso, cuando llega el momento de la inactividad, o del desprendimiento de aquello o de aquellos que llenaban sus días, sienten ansiedad, angustia, sed que creen sólo saciable con eso que perdieron; sienten el “corte” como herida, y a veces, hasta como herida mortal. Y lo que pasa es que están pendiendo de un gancho endeble; buscan apoyo en arenas movedizas, en lodo cenagoso que los traga.

El ser humano, aun cuando grite su libertad y la defienda, nació dependiendo y necesita depender de Alguien. Y ese Alguien es Dios. Quien se resiste a reconocerlo, no logra ni aun así su independencia. Inconscientemente va aferrándose, y de alguna manera dependiendo de cosas, de gente, de actividades; todas endebles, porque todas temporales. Cuando ellas acaban, quien se aferra a ellas, si no logra suplirlas, se acaba con ellas. De ahí su inquietud, su nerviosismo, su tedio; su incapacidad de ser feliz sin aquello que perdió.

Cuando uno toma conciencia de esta subordinación absurda a lo temporal, comprende que ahí no está la respuesta. Tan cierto como que necesita apoyo, es que el apoyo que necesitaba debe ser firme y duradero. Quien cambia de posición, quien se afirma en Jesús, nota no sólo la indestructible consistencia de su nuevo punto de apoyo, sino la perspectiva diferente que se obtiene de él. Puede ver seguridad, paz, amor, productividad, confianza, serenidad, alegría. No es que desaparecen como por encanto sus problemas, pero sí, su importancia frente a ellos. De ahí su conversión al optimismo, y por ende, la pérdida de su tendencia al aburrimiento y a la frustración.

Respecto de cómo lograr este tremendo cambio, el salmista David –que lo experimentó personalmente-- explica: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios” (Salmo 40:1-3). Sí, amigo lector, David tiene razón. Aquí cualquiera puede “ver para creer”; comprobar por sí mismo que apoyarse en lo perecedero es pisar sobre arenas movedizas, es caer en el fango de la inestabilidad y finalmente hundirse en el vacío interior. Apoyarse en la Roca, afirmarse en lo eterno, es la solución. Y la Roca Eterna es Jesús.

La voz.org

No hay comentarios.:

Publicar un comentario