El día en que crió Dios al hombre, a la semejanza de Dios lo hizo . . .
(Génesis 5:1)
¿Había pensado usted que el mundo podría haber sido mundo, aunque no hubieran existido los colores? Podrían también haber sido iguales todos los árboles:
la misma forma en los troncos y en las hojas.
¿Por qué pues, tanta variedad, belleza y armonía? ¿Por qué, además, el hombre es un ser inteligente que distingue estas diferencias y las disfruta?
Hace algunos años, en rueda de prensa, el Dr. Whitney –por entonces Presidente de la Sociedad Americana de Química– declaró que si tuviera que dar una razón por la que los electrones se juntan alrededor de un centro atómico o por la que los planetas viajan en el espacio; tendría que confesar su total ignorancia.
“Los hombres de ciencia –dijo– establecemos principios y declaramos leyes: de la gravedad, la de la atracción universal, etc. Pero eso no es sino un modo de disimular nuestro desconocimiento de los misterios del Universo. Si en cambio decimos que todo ello sucede porque hay un Dios que así lo quiere, podría parecer pueril nuestra explicación; pero la verdad, es que carecemos de otra mejor”.
Los científicos no aciertan a explicarse el porqué de esa matemática precisión con que está ordenada la naturaleza. Más aún les asombra el raciocinio del hombre. Pascal decía: “El hombre no es más que un junco, el más débil de la naturaleza, pero es un junco que piensa. No es necesario que el universo entero se arme para aplastarlo. Un vapor, una gota de agua, bastan para hacerlo perecer. Pero, aun cuando el universo lo aplaste, el hombre es más noble que lo que le mata porque él sabe que muere. Toda nuestra dignidad consiste pues en el pensamiento”.
Pero, ¿por qué tiene el hombre la facultad de pensar? La ciencia no puede explicarlo, pero la Biblia da la razón. Declara: “El día en que crió Dios al hombre, a la semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los crió; y los bendijo”. “Y díjoles Dios: Fructificad y multiplicad y henchid la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces de la mar, y en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”
(Génesis 5:1, 2; 1:28).
El orden, la belleza, la armonía de todo lo que existe, y esa supremacía del hombre sobre todos los demás seres de la naturaleza; son evidencia harto contundente de que Dios lo hizo todo, porque así lo quiso.
La voz.org
Debemos estudiar el Modelo, para que el espíritu que habitó en Cristo pueda morar en nosotros. Al Salvador no se lo halló entre los eminentes y honorables del mundo. No empleó su tiempo entre los que buscaban su propia comodidad y deleite. Trabajó para ayudar a los que necesitaban ayuda, para salvar a los perdidos y a los que perecían, para levantar a los caídos... DNC 185
No hay comentarios.:
Publicar un comentario