sábado, 14 de mayo de 2011

23. ¿HAY ALGO DIFÍCIL PARA DIOS?


¿Hay algo difícil para Dios?... Al tiempo señalado volveré a ti... 
 (Génesis 18:14 NRV).
Según todas las apariencias humanas, parecía que Dios se había dejado poner en un callejón sin salida. Había prometido que Abrahán tendría un hijo en la forma debida, sin adopciones ni contratos con segundas esposas. Ahora el patriarca tenía 99 años y su esposa 89, una edad demasiado avanzada como para quedar embarazada.
A pesar de todo, Dios se apareció a Abrahán en su tienda, y con toda calma le dijo: “De cierto volveré a ti, según el tiempo de vida, y Sara tendrá un hijo” (Génesis 18:10). Sara, que acertó a escuchar la conversación, no pudo contener su sensación interior de resentimiento e incredulidad. “Así, Sara se rió para sí, y se dijo: ´Después de haber envejecido, ¿tendré deleite, siendo también mi señor anciano?´” En otras palabras, pensó, ´esta debe ser una broma´.
Cosa extraña, Dios no se enojó con ella. La comprendió y simpatizó con la pesada carga de dudas e incredulidad que tenía que soportar. Desde el punto de todas las apariencias humanas, parecía en efecto que Sara tenía razón. Y en lugar de regañarla y hacerla sentirse mal, Dios le hizo esa pregunta tan sencilla y razonable que estamos considerando: “¿Hay algo difícil para Dios? . . . Al tiempo señalado volveré a ti. . . y Sara tendrá un hijo” (versículos 13 y 14). ¡Sí, así de esta edad tan avanzada, haré que todos sus sueños se vuelvan realidad! El libro de Hebreos explica el milagro que debió suceder antes de que Sara pudiera quedar embarazada. Su corazón orgulloso y lleno de amargura tuvo que ser ablandado. 
“Por la fe, la misma Sara, aun fuera de la edad, recibió vigor para ser madre, porque creyó que era fiel el que lo había prometido” 
(Hebreos 11:11). Sara eligió creer en lo que Dios decía, cuando todo parecía oscuro. La promesa que Dios le había hecho no podía cumplirse si ella no decidía creer. Era como el acto de encender las luces. La electricidad llega a la casa desde la central eléctrica, pero no alumbra la casa si nadie acciona el interruptor. Todas las promesas de Dios son poderosas; pero se necesita nuestra fe para completar el circuito. Amable lector, el único “problema difícil” que Dios debe afrontar es nuestra incredulidad. ¿Elegiremos creer, aun en medio de la oscuridad?

La voz.org

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