viernes, 13 de mayo de 2011

19. “MÁS QUE UN LINDO ROSTRO”


...Entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco que perezca (Ester 4:16).
Hoy –quizá más que ayer– la mujer enfrenta situaciones que exigen objetividad, realismo y determinación. Pero, para muchas –como tal vez para muchos hombres– éstas no son características propias de su personalidad. ¿Deben por ello abandonarse a su suerte? 
¿Qué posibilidades tienen de cambiar? ¿Cómo se adquieren estas cualidades?
Cuando Farah Diba iba a contraer matrimonio con el Sha de Persia, él le preguntó: 
“¿Vas a ser simplemente un rostro, una decoración, un maniquí, una emperatriz para los libros de cuentos? ¿Vas a pasar a la historia como otra esposa de un Sha y la madre de un príncipe, o te atreverás a descubrir de lo que eres capaz, y crear la imagen de una nueva mujer en Irán?”
Traduciendo en hechos su respuesta, Farah Diba aceptó pertenecer al Congreso Nacional de Planificación, dirigir, promover e inspeccionar las artes, encargarse de los menús y recepciones de tres palacios, supervisar personalmente la educación de sus hijos, acompañar al Sha en público, y estar al frente de varias organizaciones. Farah Diba es recordada no como un personaje de leyenda, sino como una mujer real, y realista.
En la misma Persia, 25 siglos atrás, la costumbre imponía que las esposas de los reyes fueran juguetes de placer para ellos y sus cortes, y que sólo aparecieran en escena cuando los reyes lo ordenaran; nunca de otro modo porque podía costarles la vida. Y Ester –la joven judía que había llegado al trono persa conquistando al rey por su belleza– sabía esto. Pero también acababa de enterarse de que el capitán favorito de su marido estaba tramando la destrucción total de los judíos que vivían bajo el dominio persa.
¿Qué hacer? Consciente de que Dios quita y pone reyes, Ester comprendió que quizá para esa hora había llegado al reino. Pidió, pues, a su primo que reuniera a todos los judíos del lugar para que ayunasen por ella durante tres días, que ella haría lo mismo con sus doncellas. 
“Y entonces –explicó– entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca” (Ester 4:16).
Como resultado, amigo lector, el pueblo hebreo fue liberado, y Ester pasó al registro de la Historia Sagrada no como un personaje de leyenda, sino como una mujer real. Real como mujer y como reina, pero aún más: como mujer y reina realmente consciente del propósito de Dios para su vida, de la realeza de su misión y de la realidad de su pueblo. Asida del poder y el valor que Dios le dio –y nos da– Ester respondió con altura y entereza en la hora de crisis de los suyos.

La voz.org 

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