lunes, 23 de mayo de 2011

28. “SED DE ENTENDER”



"Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él" 
(Proverbios 22:6).
 
Carlos Castro Saavedra hablaba de la “sed de entender lo que la gente dice cuando no dice nada. Cuando calla y se hunde en su silencio”. Pero no todos tienen esta sed. A muchos ni siquiera les importa lo que la gente dice cuando habla. ¿Por qué esta indiferencia? ¿Adónde conduce? ¿Qué depara? ¿Cómo puede evitarse?

Un niñito trataba en vano de llamar la atención de su padre a una pequeña herida que se había hecho y que su mamá ya había curado. Pero en esos momentos, el padre estaba leyendo el periódico y no quería ser interrumpido. Por fin, ante la insistencia del chiquillo, el hombre le gritó: “¿Y qué quieres que haga con eso?” El niño, asustado, no atinó a contestar; pero el hermanito menor arguyó: “Bueno. . . al menos, podrías decir ´¡Oh!´”

No se esperaba más. Sólo . . . dos letras –una simple exclamación– habrían bastado para sentar el lenguaje de la comprensión entre padre e hijo. Qué lastima que el hombre no pudo decirlas porque estaba ocupado tratando de enterarse de los problemas del mundo. Esta es la triste paradoja de muchos. Se abren a los problemas del mundo, pero se cierran a los de sus familiares o allegados. Pueden conocer al detalle cómo van las cosas en Bagdad, en Washington o en Moscú, pero no saben cómo marchan en su propio hogar y con su propia familia.

Herbert Hendin –doctor en Psiquiatría y pionero en la aplicación del psicoanálisis al estudio de la sociedad contemporánea–, señala que aun los atentados por razones políticas podrían ser sólo síntomas de problemas más profundos de nuestra sociedad. “Actualmente –explica Hendin– la actitud prevaleciente es hacer cualquier cosa con tal que llame la atención”. Y este “hacer cualquier cosa” incluye el asesinato y el secuestro. Pero lo notable de este problema es que una de sus causas fundamentales es justamente la falta de atención sufrida en el hogar.

Muchos que no gozan de los beneficios de familias tradicionales, tratan de atarse a grupos sustitutivos tales como las pandillas. “Estos grupos –añade Hendin– les proveen de una nueva familia, y les permiten, a la vez, expresar simbólicamente su ira contra su familia real, viviendo un estilo de vida tal que ellos saben que emocionalmente mortifica a su familia”.
He ahí, nuestra tremenda responsabilidad para con el mundo y para con nuestra propia familia. Seamos comprensivos y cariñosos, e interesémonos sincera y profundamente en su bienestar. Que si lo hacemos así, la promesa divina es segura. 

La Escritura lo dice: 
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).

La voz.org

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