domingo, 17 de julio de 2011

131. "SIGAN AL GRAN EJEMPLO"


Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Juan 14:6.

Al describir su misión terrenal, Jesús declaró: "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor" (Luc. 4:18,19). ¿Somos tan semejantes a Cristo como para que podamos representar su obra y seguir su ejemplo? Su obra dio testimonio de su misión, mostrando que era de origen divino. En cada uno de sus actos y de sus palabras se revelaba la más tierna compasión, amor y misericordia. Los más pobres y los más humildes no sentían temor de acercarse a El. 
 Siempre notaba la presencia de los niñitos y éstos se sentían atraídos hacia El.

Las palabras de nuestro Salvador son claras y definidas. No suprimió una sola palabra de verdad, pero la expresó con fervor convincente. Y mientras hablaba, los abatidos se le acercaban y eran henchidos de esperanza y valor. Era el Príncipe del cielo. Nunca dijo una palabra que pudiera ocasionar una pena innecesaria a un alma temblorosa y sensible. Contemplando con tristeza a los que lo rechazaban y despreciaban sus palabras, dijo: "No queréis venir a mí para que tengáis vida" (Juan 5: 40).

Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Su vida sobre esta tierra fue una vida de abnegación. Consoló y animó a todos los que se le acercaron en busca de alivio, porque todos eran preciosos a su vista. Siempre se condujo con dignidad divina, y sin embargo se inclinó con tierna consideración hacia cada miembro de la familia del Señor. Vino a colocarse a la cabeza de la humanidad, para dar el poder de llegar a ser hijos e hijas de Dios a todos los que creen en El.  

 Tal es el ejemplo que nosotros debemos seguir. Si lo hiciéramos, el enemigo no recibiría tanta atención y honor como recibe ahora de parte de los que profesan ser seguidores de Cristo, pero que en realidad están siguiendo los engaños satánicos. Dios envió a su Hijo para que aquellos que creen en El no perezcan sino tengan vida eterna. Sus seguidores deben mostrar la honestidad, la justicia e integridad más estrictas en cada una de sus transacciones. Permitan que comience una sincera obra en ustedes, mediante una reconversión y una transformación del carácter.
(Manuscrito 53, del 11 de mayo de 1905, "Hasta setenta veces siete"). 144 
(Alza tus Ojos de E. G. de White)

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