domingo, 3 de julio de 2011

44. “SE NECESITAN OBREROS PARA LA COSECHA”


El fruto del justo es árbol de vida; y el que gana almas es sabio. Prov. 11: 30.

Ocupen sus lugares rápidamente los que se han preparado para el servicio en la obra del Señor. Se necesitan obreros que vayan de casa en casa. El Señor invita a que se hagan esfuerzos decididos en los lugares donde la gente no conoce la verdad. Los hogares necesitan del canto, la oración y la lectura de la Biblia. Ahora, precisamente ahora, es el tiempo de obedecer la comisión: "Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado" (Mat. 28: 20). Quienes hagan esta obra deben conocer bien las Escrituras. "Escrito está" ha de ser su arma defensiva. Dios nos ha dado la luz de su Palabra para que podamos darla a nuestros prójimos. La verdad pronunciada por Cristo alcanzará los corazones. Un "así dice el Señor" caerá en cada oído con poder y dondequiera se preste un servicio honesto, habrá fruto.

El Señor llama a la acción. . . Si no aprovechamos este tiempo, perderemos una gran oportunidad de hacer brillar la luz de la Palabra de Dios. La trompeta debe dar un sonido certero. Diga a la gente: "Conozcan la doctrina por ustedes mismos". No pronuncien sus labios ni una sentencia de duda. No se presente ante la gente con un sonido incierto. Conozca qué es la verdad y proclámela. La enseñanza de Cristo siempre fue de naturaleza positiva. Nunca, nunca exprese sentimientos de duda. Comunique con voz certera un mensaje afirmativo. Eleve al Hombre del Calvario, alto, cada vez más alto. Hay poder en la exaltación de la cruz de Cristo.

La divinidad de Cristo debe ser constantemente sustentada. Cuando el Salvador preguntó a sus discípulos: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mat. 16: 15, 16). Dijo Cristo "sobre esta roca", no sobre Pedro, sino sobre el Hijo de Dios, "edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella" (vers. 18). Grande es el misterio de la piedad. Hay misterios en la vida de Cristo que deben ser creídos aun cuando no puedan ser explicados. (Carta 65, del 13 de febrero de 1905, dirigida a A. T. Jones, un pastor destacado). 57



(Alza tus Ojos de E. G. de White)

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