sábado, 2 de julio de 2011

37. “EL ESPÍRITU SANTO, UN GUÍA FIEL”


Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; Porque si yo no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Juan 16: 7, 8.

Cristo sabía que su anuncio [acerca de la venida del Consolador] era una verdad maravillosa. Se estaba acercando a la terminación de su ministerio sobre esta tierra, y a la vista de la cruz captaba plenamente la carga de culpabilidad que debería soportar como Portador del pecado. Sin embargo, su preocupación mayor era por sus discípulos. Tratando de encontrar consuelo para ellos, les dijo: "Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré" (Juan 16: 7). 

El mal se había estado acumulando durante siglos y solamente podría ser refrenado y resistido por el potente poder del Espíritu Santo, la tercera persona de la Divinidad, quien vendría no con energía limitada, sino en la plenitud del poder divino. Debería enfrentar a otro espíritu, porque la esencia del mal estaba actuando en todas sus formas y era asombroso el sometimiento del hombre al cautiverio satánico.

Hoy, como en los días de Cristo, Satanás gobierna las mentes de muchos. ¡Oh, que esta obra terrible y temible pueda ser percibido y resistida! El egoísmo ha pervertido los principios, ha confundido los sentidos y anublado el juicio. Parece tan extraño que a pesar de toda la luz que ha estado brillando de la Palabra de Dios, se sostengan ideas tan extrañas, tal separación del espíritu y la práctica de la verdad... Pecados que de vez en cuando fueron señalados, y que el Señor no considera leves, están presentes ante la puerta de muchos. Si los hombres tan sólo depusieran su actitud de resistencia al Espíritu Santo, éste, los convencería de pecado. ¡Qué obra se realizaría! Pero se ha agraviado al Espíritu de Dios y se ha rechazado la luz. . .

No es la voluntad de Dios que alguno perezca, sino que todos tengan vida eterna. ¡Oh, si pudiera estar segura de que ... mis hermanos captan lo que los principios puros significan para ellos y para todos aquellos con quienes se asocian, mi corazón saltaría de gozo!. . . Cada alma que acepta a Jesús como su Salvador personal, anhelará el privilegio de servir a Dios, y con entusiasmo echará mano de la oportunidad de mostrar su gratitud dedicando sus capacidades al servicio de Dios (Carta 8, del 6 de febrero de 1896, dirigida "A mis hermanos en los Estados Unidos"). 50


(Alza tus Ojos de E. G. de White)

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