Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Apoc. 3:3.
La posesión de riquezas abre el camino a la gran tentación de llegar a ser codiciosos y egoístas, a sumar riquezas a las riquezas y enterrar en casas y tierras los medios que debieran ser devueltos a Dios. Muchos usan sus medios para gratificar las exigencias del apetito, seguir las modas y edificar para sí magníficas casas. No siguen el ejemplo de Cristo, quien se dio a sí mismo con todo lo que tenía en beneficio del mundo, a fin de librar a los hombres del poder de Satanás. Pero si los que poseen medios siguieran el ejemplo de Cristo, sus corazones se llenarían de benevolencia y podrían ayudar en la proclamación de la verdad en las ciudades, en los caminos y vallados, en llevar el Evangelio a todas las naciones. . .
La obra de Dios debe ser sustentada mediante diezmos, donaciones y ofrendas. El Señor pide ahora los medios que ha confiado a sus mayordomos. Debiera fluir una corriente constante a la tesorería, a fin de que la obra no se vea obstaculizada. A algunos, Dios les ha confiado riquezas terrenales para ser tenidas en custodia y devueltas a El a medida que las requiera para llevar adelante su obra en la tierra. Requiere de sus mayordomos un diezmo fiel de todo su capital, y en adición al diezmo pide donaciones y ofrendas.
El Señor no requiere de sus seguidores nada más que lo que El realizó. Aquellos que practican la abnegación y se sacrifican por la causa de Dios, no están sino siguiendo su ejemplo. El puso a un lado su manto real y su regia corona, y descendiendo de su alto puesto se hizo pobre, a fin de que mediante su pobreza pudiéramos llegar a estar en posesión de los tesoros eternos. Dio no solamente sus riquezas, sino su propia vida en abnegación y sacrificio, a fin de eliminar todo obstáculo a los que buscan entrar en el reino de Dios.
Los que no están expuestos a las tentaciones de los que son ricos en bienes de este mundo no tienen razón para quejarse, porque el Príncipe de la vida compartió con ellos una vida de pobreza.
Fue tentado en todos los puntos tal como lo somos nosotros. Fue en nuestro beneficio que caminó en la pobreza como uno de nosotros, para mostrarnos cómo podemos resistir las tentaciones de los instrumentos satánicos. . . El Señor Jesús nos invita a ser obreros juntamente con El.
Es el dueño de todo lo que poseemos y tiene derecho sobre ello.
Mediante nuestra disposición de ayudar en su obra
podemos mostrar ahora nuestro amor por El.
(Manuscrito 40, del 9 de abril de 1905,
"Mayordomía fiel"). 112
(Alza tus Ojos de E. G. de White)
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