Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. Jer. 33:3.
No siempre nos damos cuenta de que la santificación, que tan fervorosamente deseamos y por la cual oramos tan fervientemente, se produce mediante la verdad, y por la providencia de Dios, como menos lo esperamos. Cuando buscamos gozo, he aquí tristeza. Cuando esperamos paz, frecuentemente tenemos desconfianza y duda debido a que nos encontramos sumergidos en tribulaciones que no podemos evitar. En estas pruebas estamos recibiendo las respuestas a nuestras oraciones.
A fin de ser purificados, el fuego de la aflicción debe encenderse sobre nosotros, y nuestra voluntad debe ser puesta en conformidad con la voluntad de Dios. Para ser semejantes a la imagen de nuestro Salvador, debemos pasar por un penosísimo proceso de refinamiento. Los mismos que consideramos como los seres más queridos sobre la tierra pueden causarnos las mayores tristezas y aflicciones. Pueden contemplarnos bajo una luz equivocada. Pueden pensar que estamos en el error y que nos estamos engañando y rebajando debido a que seguimos los dictados de una conciencia iluminada, en la búsqueda de la verdad y de los tesoros escondidos. . .
Las oraciones en las que pedimos semejanza a la imagen de Cristo pueden no ser contestadas exactamente como quisiéramos. Puede ocurrir que seamos examinados y probados, porque Dios puede ver que lo mejor es colocarnos bajo una disciplina que es esencial para nosotros antes que seamos súbditos idóneos de las bendiciones que anhelamos. No debiéramos desanimarnos ni dar lugar a la duda ni pensar que nuestras oraciones no ha sido advertidas. Debemos descansar más seguramente sobre Cristo y dejar nuestro caso con Dios para que El responda nuestras oraciones en la forma que crea más conveniente. Dios no ha prometido otorgar sus bendiciones a través de los medios que nosotros establecemos. Dios es demasiado sabio para equivocarse y demasiado solícito por nuestro bien como para permitirnos elegir por nosotros mismos.
Los planes de Dios son siempre los mejores aunque no siempre podamos discernirlos. La perfección del carácter puede obtenerse solamente mediante trabajo, conflicto y abnegación. . .
Cuán inestimablemente preciosos son los dones de Dios -las gracias de su Espíritu - y cómo debiéramos desechar la idea de huir del proceso de examen y prueba, no importa cuán penoso o humillante nos resulte ¡Qué fácil sería el camino al cielo si no fuera por la abnegación o la cruz!
¡Cómo correrían los mundanos por ese camino y cómo lo transitarían en innumerable cantidad los hipócritas! Gracias a Dios por la cruz, por la abnegación. La ignominia y la vergüenza que nuestro Salvador soportó por nosotros no es de ningún modo demasiado humillante para los que son salvados por su sangre. A no dudarlo, el cielo resultará muy barato.
(Carta 9, del 5 de abril de 1873, dirigida a la hermana Billet, de San Francisco, California). 108
(Alza tus Ojos de E. G. de White)
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