No andarás chismeando entre tu pueblo.
No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová. Lev. 19:16.
"Por lo tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano" (Mat. 18: 15). Esta es la forma como deben arreglarse los malentendidos. Hablar a solas y con el espíritu de Cristo a quien se encuentre en falta, eliminará a menudo la dificultad. Muestren hacia su hermano un amor como el de Cristo, al tratar de solucionar la dificultad "estando tú y él solos". Conversen juntos en forma tranquila. No permitan que escapen de sus labios palabras airadas. Presenten el asunto en una forma que apele a su mejor juicio. Y si él los oye, lo habrán ganado como amigo.
No importa cuál sea el carácter de la ofensa, no cambia el plan que Dios ha establecido para el arreglo de los malentendidos y las ofensas personales. Actúen de acuerdo con el espíritu de Cristo. Tomen la fórmula que Dios ha provisto y aplíquenla a quien está espiritualmente enfermo. Denle el remedio que curará la enfermedad del descontento. Hagan su parte para ayudarlo. Sientan que es su deber y privilegio hacerlo, en bien de la unidad y de la paz de la iglesia que tan caras son al corazón de Cristo. El no quiere que ninguna herida permanezca sin ser sanada en cualquier miembro de su iglesia. Todo el cielo se interesa en la entrevista entre el miembro ofendido y el que ha sido culpable de error. Después de arreglar la dificultad, oren juntos y los ángeles de Dios se acercarán a ustedes y los bendecirán. Hay música en el cielo cuando se produce una unión tal.
Cuando el que ha errado acepta el testimonio que se le da y muestra evidencias de verdadero arrepentimiento, la luz de sol del cielo llena su corazón. Los corazones son atraídos los unos a otros. El aceite del amor elimina la enfermedad y el dolor de la injuria. El Espíritu Santo une ambos corazones. Los que se han unido en compañerismo cristiano elevan una oración a Dios y se comprometen a tratarse con equidad, a amar la misericordia y a caminar humildemente delante de Dios. Si han hecho mal a otros, continúa en ellos la obra de arrepentimiento, de confesión y de restitución, y la enfermedad es curada. Están totalmente decididos a hacer el bien el uno al otro. Este es el cumplimiento de la ley de Cristo.
Se requiere arrepentimiento, confesión y restitución. Pero ninguna de estas actitudes puede expiar el pecado, porque Dios ha sido injuriado en la persona de sus santos. Solamente el Señor Jesús puede ofrecer expiación por el pecado, mediante la aplicación de su sangre derramada por la culpa del pecador. Su sangre limpia de todo pecado. (Manuscrito 47, del 2 de abril de 1902, "Lecciones derivadas del capítulo dieciocho de Mateo"). 105
(Alza tus Ojos de E. G. de White)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario