Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. 2 Tim. 3:16, 17.
La Escritura es la llave que abre la Escritura. Las suposiciones de los hombres no tienen valor. Debe ejercerse gran cuidado para que en ella no se introduzcan falacias humanas. Todo estudiante debe ser instruido para que pueda exponer la Palabra con claridad, de acuerdo con el ejemplo que Cristo dio en su enseñanza. El no dijo nada para satisfacer la curiosidad o para estimular la ambición egoísta. No se dedicó a especular acerca de teorías abstractas, sino solamente lo que era esencial para el desarrollo del carácter, a fin de aumentar la capacidad del hombre de conocer a Dios y de incrementar su poder para hacer el bien. Habló de las verdades que están relacionadas con la conducta de la vida y que unen al hombre con la eternidad. Leemos acerca de cómo el pueblo le escuchaba con placer. Las gentes "se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad" (Luc. 4: 32).
No necesitamos esforzar la mente buscando alguna explicación rara de las palabras de la Escritura. Eso fue lo que hicieron los maestros judíos. Confundían las mentes de sus oyentes citando las ideas y tradiciones de los rabinos. Enseñaban como doctrina mandamientos de hombres. No debemos buscar revelaciones que no han sido hechas en la Palabra de Dios. Debemos presentar la clara enseñanza de la Biblia en la sencillez con que lo hizo Cristo. Los hombres que ocupan altas posiciones de confianza en el mundo quedarán encantados con la presentación clara y directa de las declaraciones bíblicas acerca de la verdad.
He recibido instrucción en el sentido de que las iglesias no han estado avanzando en el conocimiento de la verdad para este tiempo, pero que si los maestros de la verdad se dedican a la tarea claramente señalada en las Escrituras, los sentimientos de muchos serán firmemente enraizados en la plataforma de la verdad eterna. Muchos llegarán a conocer más que nunca antes acerca de la verdad que ha sido dada para estos últimos días. . .
Que cada paso que se dé sea para avanzar hacia una conversión genuina, hacia una consagración sin reservas del corazón, del alma y las fuerzas al servicio de Señor. Que todo lo que se haga tienda a producir una reforma genuina en pensamiento, en palabras, en hechos y en la edificación del carácter. Que la verdad pueda distinguirse de la falsedad. No permita que el enemigo lo induzca a introducir rasgos erróneos en el modelo. Mantenga en un lugar prominente el amor de Cristo ante los niños y jóvenes. Repítales a menudo las sencillas lecciones de Cristo.
(Carta 111, del 13 de marzo de 1904, dirigida al pastor G. I. Butler, presidente en ese tiempo de la Unión Meridional de los Estados Unidos). 85
(Alza tus Ojos de E. G. de White)
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